La vileza del descreimiento

Autor: Rafael Ángel Marañón

   

 

Como era de esperar y se sigue esperando, la obra incesante de ataque contra todo lo cristiano, ya sea contra los símbolos católicos como a toda clase de manifestación por parte de los cristianos de España, no cesa de manifestarse cada día con más agresividad y encono. No es solo que no se respetan las creencias o la fe de los cristianos, sino que se ataca ya de forma descarada todo cuanto tenga que ver con Dios y su Cristo.

 

La Universidad de Granada que debería ser ejemplo de cordura y civilización como su nombre indica y dar cabida a todas las tendencias con respeto a las demás, ha preparado una exposición en la que Jesús, María, San José, etc. aparecen de la forma más vil que se pueda imaginar por los más retorcidos inventores de males. No quiero describir el caso porque las nauseas no me dejan. Algo tan atroz que no se debe ni describir. Blasfemia de la que no escaparán ante el Dios vivo. Tal hicieron los judíos con Jesús y bien que lo han pagado; el Señor no tiene prisa.

 

Un monumento en lo alto de una roca deberá ser derruido, a pesar de la oposición de todo el pueblo donde está ubicada, contra los derechos más íntimos y públicos de las gentes. Esa furia iconoclasta no cesa, y como ya en otros trabajos enviados he dicho, se manifiesta en cada signo de cristianismo que existe desde siglos atrás y que está arraigado en el subconsciente del pueblo español que, mejor o peor, siempre se ha manifestado en todo como cristiano.

 

El atropello es tan manifiesto que hasta en el extranjero se comenta de forma abierta, la sorpresa y hasta la indignación por esa persecución a todo lo que signifique relación con la fe cristiana. Hasta los usos y costumbres se atacan con el fin de desarraigar toda clase de cultura cristiana que, se quiera o no, es la que informa la acción y vida del pueblo español desde hace siglos.

 

Nosotros no queremos obligar a nadie que comulgue con nuestra fe, sino que deseamos su propia salvación. La fe si es aceptada nos parece algo maravilloso, pero si es rechazada nos encomendamos a nuestro Creador y podemos convivir con todos, respetando la opción de cada uno porque así entendemos que es la voluntad de Dios. Denunciamos todo abuso, y tratamos de paliarlo de la manera en que nos es posible sea la desgracia de quien sea, porque esa es nuestra fe y nuestro llamamiento de parte de Dios.

 

La ofensiva de agravios, desprecios, burlas… contra todo lo que tenga relación con Cristo, crece cada día y eso se contempla ya en toda expresión de la vida corriente con el creciente desorden en las personas, en las familias, en la gobernación de cada pueblo y en la directrices emanadas del gobierno de la nación. Una ola de descreimiento y de hostilidad hacia la fe cristiana crece cada día más, y los que quieren estar a bien con esta sociedad que cada día se corrompe más, han de ser abiertamente anticristianos.

 

Para no alargarme más, diré que lloro por mi pueblo que se hunde cada día más en este torbellino de rebelión ya no solo contra la iglesia cristiana, sino contra toda razón y libertad de las personas. Y así dice La Santa Escritura, en semejante situación de otros también corrompidos tiempos: Engruesa el corazón de este pueblo, y agrava sus oídos, y ciega sus ojos, para que no vea con sus ojos, ni oiga con sus oídos, ni su corazón entienda, ni se convierta, y haya para él sanidad. (Isaías 6:10)