¿Quién habitará en el Monte Santo?

Autor: Rafael Ángel Marañón   

 

                                                                                                                                                           El que camina en justicia y habla lo recto;

el que aborrece la ganancia de violencias,

el que sacude sus manos para no recibir cohecho,

el que tapa sus oídos para no oír propuestas sanguinarias;

el que cierra sus ojos para no ver cosa mala;

éste habitará en las alturas;

fortaleza de rocas será su lugar de refugio;

se le dará su pan, y sus aguas serán seguras.

Tus ojos verán al Rey en su hermosura;

verán la tierra que está lejos.

Tu corazón imaginará el espanto, y dirá:

¿Qué es del escriba? ¿qué del pesador del tributo?

¿qué del que pone en lista las casas más insignes?

(Isaías 33:14 al 18).

 

Una reunión de oración, se ha celebrado en EE.UU. de América entre los grandes dignatarios de todo el mundo. El Sr. Presidente del Gobierno de España ha citado en su intervención un pasaje bíblico del que ha obviado parte, con lo que creo que no tradujo a la vida normal de los pueblos todo el contenido de lo que decía el pasaje; así ha desvirtuado la lectura para obtener apoyo a lo que pretende establecer. Naturalmente del Antiguo Testamento, porque el nuevo establece mejores cosas. 

De esa forma, se sale de la mención al Nuevo Testamento al que implícitamente desconoce. Y es que la doctrina de Jesucristo es tan completa que no le dejaría lugar a su revolución, con la que pretende cambiar los usos y las costumbres de un pueblo como el español que vivía dichoso y feliz; tan feliz como en esta tierra perversa se puede vivir. 

Ahora todos viven angustiados (menos los ricos) como consecuencia de la acción de este gobierno. No me corresponde a mí, y menos en este sitio que habla de espíritu, ponerme a criticar la política de nadie. Ni como escritor cristiano, hacer una acerada crítica de las cosas que suceden. Todos y cada uno de nosotros, hemos corrido tras los dioses ajenos. Como dijo el profeta de su pueblo: Mi pueblo fue destruido, porque le faltó conocimiento. (Oseas 4:6). Tal es la situación, no solo de España, sino del mundo entero. 

El pueblo se había corrompido, y los profetas se angustiaban al contemplar como se estaba arruinando, y como solamente con la vuelta a Dios podía resolverse la extrema situación en la que estaban al borde de la catástrofe. Dios ciega los ojos de los que quiere perder, y solo el arrepentimiento y la penitencia eran ya posibles para salvarlos. Despreciaron las llamadas desesperadas del profeta, y vino la calamidad, la muerte y el destierro para que ya no pudieran ver más la tierra que habían contaminado con sus ruines pecados. 

Ahora España gime bajo la pobreza galopante que se cierne sobre ella, las enemistades viejas retornan y el pueblo que es el que  más padece estas consecuencias insiste en repetir las viejas fórmulas de los antiguos jacobinos, que ya se han manifestado en multitud de casos en los que se han implantado, ser vanas y perniciosas.  

Me pregunto no solo por el Presidente de España o los que le acompañaban, sino por todos los que allí acudían ¿a quién oraban, qué ofrecían, que pedían? ¿Es que cuando nos referimos a Dios tiene que ser con crítica, burla o desprecio de su grandeza? ¿Y creemos que vamos a salir incólumes de esta postura tan gallarda cuando hay seguridad, y tan humillante y vil cuando la calamidad se precipita sobre nosotros? Dios no tiene prisa; los hijos tendrán la dentera de las uvas verdes que se comen los padres. 

Podría habérsele dicho al presidente y a todos los que allí estaban: No os engañéis; Dios no puede ser burlado: pues todo lo que el hombre sembrare, eso también segará. Porque el que siembra para su carne, de la carne segará corrupción; mas el que siembra para el Espíritu, del Espíritu segará vida eterna.

No nos cansemos, pues, de hacer bien; porque a su tiempo segaremos, si no desmayamos.

Así que, según tengamos oportunidad, hagamos bien a todos, y mayormente a los de la familia de la fe. (Gálatas 6: 7 al 10). 

Pero no; este hombre quiso dar lecciones de  a todo el mundo, y no supo elegir la frase que expresara el amor a toda la humanidad, como él pretende enarbolar. Claro que prescindiendo de Jesucristo, de cuya doctrina emergen todos los bienes de esta civilización que él tanto combate, y que desea extirpar para establecer la que desde todos los ángulos y hechos de la historia presente y pasada, se ha demostrado periclitada y funesta como estamos viendo y padeciendo.   

AMDG