La religión amenazada

Autor: Rafael Ángel Marañón

 

 

   Espantaos, cielos, sobre esto, y horrorizaos;

desolaos en gran manera, dijo Yahvé.

   Porque dos males ha hecho mi pueblo: me dejaron a mí, fuente de agua viva, y cavaron para sí cisternas,

cisternas rotas que no retienen agua.

(Jeremías 2:11 y ss.)

He sentido un vivo celo por yahvé Dios de los ejércitos;

porque los hijos de Israel han dejado tu pacto,

han derribado tus altares,

y han matado a espada a tus profetas; y sólo yo he quedado, y me buscan para quitarme la vida.
1 Reyes 19:9-11

 

Tu maldad te castigará, y tus rebeldías te condenarán;

sabe, pues, y ve cuán malo y amargo es el haber dejado tú a Jehová tu Dios, y faltar mi temor en ti, dice el Señor…

     Porque desde muy atrás rompiste tu yugo y tus ataduras, y dijiste:

No serviré.

Con todo eso, sobre todo collado alto

y debajo de todo árbol frondoso te echabas como ramera.

     Te planté de vid escogida, simiente verdadera toda ella;

¿cómo, pues, te me has vuelto sarmiento de vid extraña?

     Aunque te laves con lejía, y amontones jabón sobre ti, la mancha de tu pecado permanecerá aún delante de mí.

     ¿Cómo puedes decir: No soy inmunda, nunca anduve tras los baales?

Mira tu proceder en el valle, conoce lo que has hecho,

dromedaria ligera que tuerce su camino,

     asna montés acostumbrada al desierto,

que en su ardor olfatea el viento.

De su lujuria, ¿quién la detendrá?

Todos los que la buscaren no se fatigarán,

porque en el tiempo de su celo la hallarán.

     Guarda tus pies de andar descalzos, y tu garganta de la sed.

Mas dijiste: No hay remedio en ninguna manera,

porque a extraños he amado, y tras ellos he de ir.

(Jeremías 2:19 y ss.)

 

Cuando la religión de una nación se convierte solo en ritos y en lo que el Señor llamó justicia de fariseo, entonces esta nación está perdida. Sobre algunos de sus restos se reconstruirá otra, y así cíclicamente se levantará y sumergirá la religión en los pueblos apóstatas.

Siempre quedan los siete mil simbólicos que Yahvé mencionó a Elías cuando este se quejaba de que ya no quedaban hombres limpios ante Dios sino solo él: y a mí me buscan para matarme. El divino oráculo de Dios le contesta: me he reservado siete mil varones (número simbólico) que no han doblado su rodilla ante Baal y no han besado su frente. (1 Reyes 19:17-19)

La religión agoniza en Europa y, por contagio, en otros lugares donde era la reguladora y preservadora de toda la marcha de la sociedad y el resplandor de la gloria divina. Por muy aopagada que estuviera a causa de los hombres era la antorcha que alumbraba el vivir y la cultura. Donde la religión no oprime por que es la luz del amor de Dios, se convierte en el factor de cohesión social más importante y decisivo.

Todo el esfuerzo de la incredulidad se dirige a destruir la religión cristiana, que es la que verdaderamente fortalece a la sociedad que la profesa. Las demás creencias o supersticiones son ya poca cosa a exterminar, cuando hayan hecho la labor de destruir a la que tantos siglos ha vertebrado una civilización, que con todos sus males, supera con enorme amplitud cualquier modo de vida diferente del cristiano.

No es cosa de enumerar aquí las evidentes y palmarias consecuciones, y como el cristianismo ha preservado la vida pacífica y socialmente cohesionada de las naciones cristianas en comparación con las que no lo son.

El que existan condenables abusos y desdichados casos, es asunto que concierne a las personas que en todos los lugares y épocas han sido piedra de tropiezo. Pero no en la doctrina, ni en la realidad espiritual, que no se quede únicamente en meros formalismos, sino en la concepción de un modo de vivir benéfico y vigente durante siglos.

Lo que se está tratando de hacer, a base de destruir el fermento religioso que mantiene la masa social europea, es dejarla inerme y descubierta ante todos los males y desordenes que ya, desgraciadamente, se están introduciendo en este, hasta ahora, afortunado continente.

Solo en una sociedad de libertad cristiana, se pueden dar las demás libertades. De otro modo las aparentes libertades serán “comeduras de coco” para el mal, que no para el bien. Lo estamos comprobando.

Si Dios, que sabe lo que hace, castigó las desviaciones de Europa con dos horrendas guerras mundiales, no será ajeno a decretar otros males semejantes, si no iguales, para castigar el orgullo, la opulencia arrogante y las falsas libertades.

Estas naciones opulentas y soberbias, desprecian la autoridad de Dios, y sumergidas en el lodo maloliente del libertinaje, ultrajan la dignidad de millones de criaturas, aunque naturalmente invocando la libertad y la “tolerancia”. Tolerancia de todo lo que sea contrario a la religión, pero cancha libre a toda clase de idolatrías expresadas en oráculos demoníacos y en horóscopos, cartas mágicas, tableros del demonio, y en los vicios más nefandos imaginables.

Despliegan toda imaginación (que fue dada por Dios para bien) en inventar toda clase de males y, soterrados en una apariencia civilizada, cometen los más horrendos extravíos del alma humana.

¡No serviré! Dicen arrogantes ante la palabra de Dios y el ejemplo y la obra de Jesús, pero al tiempo se inclinan ante las más absurdas y groseras formas de adoración, a lo más pérfido que se puedan imaginar.

¿No había de castigar esto? dijo El Señor. De una nación como esta, ¿no se había de vengar mi alma? (Jeremías 5:8-10) Creen estos apóstatas que Dios es inoperante, y que su paciencia es debilidad. Mas Dios vengará  tantas iniquidades como se cometen contra inocentes, de formas que no son posibles de describir, por su corrupción y su carácter demoníaco y perverso.

Viene el fin, el fin viene; se ha despertado contra ti; he aquí que viene. (Ezequiel 7:5-7). Se aproxima a pasos de gigante el fin de este estado de cosas. Las gentes lo presienten, aunque sus costumbres sigan siendo  cada vez más depravadas, pero saben que de una u otra forma el fin viene sobre esta civilización basada en la apostasía y en el crimen “civilizado”.

Benedicto XVI durante la homilía en Alemania, dijo que en el mundo actual hay un fuerte sentimiento de frustración y convive "un extraño olvido de Dios junto a un boom de lo religioso" y advirtió que "si se exagera demasiado, la religión se convierte en un producto de consumo". Sic.

Solo la reacción enérgica sin fisuras y sin agitación, sino haciendo lo posible, y hasta lo imposible, por ser uno de los “siete mil”, (de cualquier confesión que se rebele ante esta indigna situación) puede impedir que Dios se tome su venganza contra tanta injusticia y desorden como prevalece en las naciones, antes cristianas, y que ahora adoran a la superstición y al hedonismo entre otras muchas desviaciones y herejías.

Porque es tiempo de que el juicio comience por la casa de Dios; y si primero comienza por nosotros, ¿cuál será el fin de aquellos que no obedecen al evangelio de Dios? (1 Pedro 4:16-18). Cristo vence siempre, ¿quieres tú ser de los que le acompañen en la victoria final?

A Dios la Gloria