Juventud moderna

Autor: Rafael Ángel Marañón   

 

Se dice continuamente que los jóvenes ya han perdido el respeto, que son rebeldes, que no quieren trabajar, la generación de los NI que ni estudian ni trabajan, y un montón de añadidos interminable. La degeneración de la enseñanza, la libertad absoluta y disoluta, y una serie de características de sus conductas que a los mayores nos espanta. Olvidamos que nosotros fuimos así para nuestros padres. Lo que ocurre, es que ellos no nos han contado las cosas que tuvieron que dejar pasar y sufrir, para que nosotros nos criáramos lo mejor posible. 

Las generaciones pasan y las costumbres evolucionan a lo largo de los tiempos. No es lo mismo un muchacho de la Roma naciente, que otro de la Roma imperial. Ni es igual un chico de hace cien años que los de ahora, que ya tienen muchos estudios y salidas afuera de sus aldeas o pueblitos. Ahora se puede ver a una chica a las once de la noche que baja de un tren que la trae de algún lugar lejano para conocer la ciudad completamente sola y a sus expensas.

 

Es cierto que ya hay farolas en las calles, y que la luz de noche hace mucho para que exista tal libertad y que todo el mundo vea normales estas cosas. Para nuestra mentalidad cristiana, lo que significa es que junto a la libertad no acompaña la responsabilidad cristiana. Y como la sociedad ha evolucionado hacia una mentalidad pagana, ya no extraña que un niño de diez años diga que va a denunciar a su madre por malos tratos cuando le ha chillado o le ha castigado.

 

Y así vemos que la televisión, los juegos, la música y los cacharros de todas clases, les impiden estudiar. ¿Cómo va a estudiar un joven cuando hay tantas posibilidades de divertirse, en medio de una continua llamada a la vagancia y al placer, que todos dicen tener derecho a experimentar? Una legislación que impide que los padres le puedan administrar un cachete o un castigo, o una disciplina familiar austera y ordenada; una educación colegial que les pone por delante toda clase de llamadas al ego y a la lascivia.

 

Los padres, que por su ideología quieren más que libertad libertinaje, desean que sus hijos hagan experimentos sexuales sin discriminación alguna de sujetos. Hoy mismo cuando escribo este trabajillo leo en un periódico lo siguiente: «La naturaleza nos da el sexo para que lo utilicemos con otra niña, un niño o un animal». Semejante monstruosidad se enseña en algunos colegios públicos , lo que da una idea de cómo se legisla y como se gobierna.

 

Está en la naturaleza de los hombres desde el alba de los tiempos, que los hijos tiendan a desprenderse cuanto antes de la mirada vigilante de los padres que, naturalmente, no quieren que sus hijos se pierdan en el laberinto de la bebida, de la droga, y de los vicios más perversos. Los chicos quieren libertad e independencia, y que los padres estén lejos… hasta que los necesitan. Entonces quieren tenerlos a su disposición, para que les resuelvan los problemas difíciles y el atolladero que experimentan y que desborda su capacidad de resolución.

 

Toda la moral se desmantela en la legislación que lleva a las gentes, por medio de los decretos gubernamentales, a una moral definida por los propósitos de los gobernantes que se autollaman progresistas. Su  «progreso», se basa en que las gentes se dejen llevar por sus instintos, y no por una referencia moral válida que les proteja de sí mismos, cuando están volcados en la dirección más funesta.

 

Halagando los sentimientos más primarios del hombre, se les transforma en zombis a los que dándoles su dosis de pan y circo, se les tiene esclavizados a unos vicios que aparentemente son concordes con la naturaleza, pero que les impide valorarse sin subterfugios a fin de superar esa dependencia de minucias, y obtener claramente su verdadera posición como personas, que deben ser libres y no dependientes de las bagatelas con las que se les quiere encadenar.

 

Solo la iluminación del Espíritu de Dios puede conseguir la liberación, para que en lugar de servir a los deseos carnales, sirvamos al espíritu, y nos volvamos a Dios en acción de gracias por nuestra recuperada libertad.

 

AMDG