Apocalipsis y demás

Autor: Rafael Ángel Marañón   

 

 

Hace ya más de sesenta años que yo leía ávidamente todo lo que tuviera relación con los últimos tiempos de esta humanidad perdida, y un tiempo de restauración de todas las cosas. Una de las frases que más me impactaron fueron estas: El cuarto ángel derramó su copa sobre el sol, al cual fue dado quemar a los hombres con fuego. Y los hombres se quemaron con el gran calor, y blasfemaron el nombre de Dios, que tiene poder sobre estas plagas, y no se arrepintieron para darle gloria. (Apocalipsis 16:8, 9). 

Bueno.-me decía yo.- llegarán los momentos en que los hombres se den cuenta de estas cosas, y cuando se vean muy apretados y castigados invocarán el nombre de Dios arrepintiéndose de sus hechos.- Más adelante, fui a todas las teologías sistemáticas de los mejores teólogos que encontraba, para mi conocimiento de todas las facetas de esta «ciencia» Tenía un exacerbado interés en ver todas las vertientes del pensamiento cristiano; iba también con interés, en busca específicamente de estos temas, aunque los tocaba todos. En todas estas teologías sistemáticas, y en los numerosos libros que surgían tratando de los últimos tiempos, las cosas se mostraban inminentes. Han pasado años, y la humanidad no ha cambiado. 

En lugar de circo romano, tenemos fútbol, boxeo, toros etc.; en lugar de teatro, tenemos cines y televisión. Y para dar a conocer todo el parecer de las distintas culturas, ha irrumpido Internet. Los hombres se ocupan de sus devaneos y sus necesidades, que ni los de los extremos ni los de en medio quieren resolver. Nadie mueve un dedo para nada que no sean sus reales o aparentes intereses. Cuando hay una calamidad como la de ahora en Haití se instrumenta una propaganda para fijar la atención de las gentes sobre ella y sacar ventajas dinerarias, políticas, y aparecer unos y otros peleando a ver quien queda mejor ante el mundo. 

El cambio climático que es periódico, y claramente, variado en distintas épocas de la historia del planeta, ahora se quiere instrumentar para tener las mentes ocupadas en cosas de fácil imagen y de inalcanzable solución. Ni hablemos de la capa de ozono, o la pandemia de gripe, ni el invierno climático ni fábulas que entretengan a las masas y no piensen demasiado en discernir la naturaleza de las cosas. 

Y así camina el mundo hacia la destrucción de la actual humanidad con sus vanos y crueles hechos, y en la esperanza de que un día llegará en que cambien los corazones de las gentes (cosa que no ocurrirá), y venga el que ha de venir a solucionar y demostrar que los hombres, inventemos lo que inventemos, no somos capaces de salir de la intrincada y deleznable situación en la que nosotros mismos nos hemos metido.  

La inhabilidad del hombre para trazarse sus propios destinos ya está suficientemente demostrada, y el mundo camina a pasos agigantados hacia su destrucción, hasta que llegue el día de la redención de la humanidad y la redención de toda la tierra. Ese dichoso día en que habrá paz y gobierno de Dios.  

No un gobierno “teocrático de hombres”, tal como lo conciben tantos interesadamente errados. No me atrevo a pensar, si por causa del extravío y la inseguridad de muchos, o por despreciar el verdadero bien y la pura verdad no adocenada y manipulada, como se hace ahora con ella. Las gentes ignoran, o quieren ignorar, poniéndose como coartada muchas «razonadas sinrazones», pero estos misterios ya expresados desde antiguo, se han ido cumpliendo inexorablemente: nosotros esperamos, según sus promesas, cielos nuevos y tierra nueva, en los cuales mora la justicia. (2ª Pedro 3:13). 

Esta es la esperanza viva del creyente normal, que es más escaso de lo que se piensa, pues muchos son los llamados y pocos los escogidos. Eso es lo que decía Jesús. Y si él no lo sabía ¿Quién iba a saberlo? Estamos pues, a la espera de la venida del Señor a establecer su reino en toda la tierra y a una nueva era de justicia, paz y dicha, para los que se salven.  Así es, el llamamiento eterno de Dios a los hombres. Yo confío en Jesús y me basta, ya Él me ha mostrado a Dios en su persona. No necesito saber más, aunque me encante aprender sobre Él. A los demás les deseo que el Espíritu de Cristo more en ellos, y sean felices en esta vida y en la eternidad. Y el que tenga sus planteamientos personales como libre, haga cuanto quiera. ¡Yo, limpio!

AMDG