La gran impostora

Autor: Rafael Ángel Marañón    

 

 

Inmersos en una ruina generalizada y tozudamente ocultada o disimulada, se habla de Bancos que no dan dinero. Y es que dicen que los bancos, prestan dinero si ven que lo va a recobrar con sus intereses. Ese es su negocio, y para ello es que los inversores compran las acciones del tal banco. La bolsa se sostiene, porque los inversores no saben para adonde invertir con cierta seguridad su dinero. 

Los pagarés y letras del Estado ya no merecen confianza, y cuando salen a subasta se adquieren por menos de su valor nominal (el gran negocio de Solchaga), y una tristeza mortal se ha apoderado de las gentes. Tiendas cerradas y con el cartel de “se traspasa”. Promotores y constructores con edificios y obras a medio terminar, que no pueden moverse porque los bancos no les prestan y porque a pesar de haber recibido dinero a cuenta de los compradores no puede seguir; porque estos no pueden hacer la correspondiente hipoteca que se proponían en otros mejores y más prometedores tiempos.    

Un crack de colosales dimensiones tanto en el plano económico sino en el cataclismo social que va produciendo. Las economías familiares, andan por los suelos; la preocupación se palpa en todos los ambientes, y hasta los funcionarios que tienen “seguro” su trabajo están gastando mucho menos que antes; obras terminadas que no pueden entregar a los compradores, porque estos no tienen posibilidades de hacer la hipoteca con la que contaban al comprar sus viviendas.  

Antes, se notaba que al día 25 del mes las ventas bajaban en todos los ramos del comercio, hasta que se cobraba el salario; ahora el día diez ya presenta un panorama desolador con mercados que cuentan con seis cajas y que ahora solo ocupan una. Empleados con caras largas porque ven que se aproxima la implacable llamada, para notificarle que queda en la intemperie y que su casa, sus hijos, su modestísima forma de vivir se acabó y ahora ha de lidiar con el paro (si se lo dan), y con un porvenir negro como la tinta de un calamar.  

¡Ay Dios mío! ¡Que no nos venga ningún otro contratiempo! Una reparación de lavadora, o de cocina, o de puertas, etc. Las cosas que son tan pequeñas y para algunos es una tragedia. Ya llegan a las puertas los pobres vergonzantes a los que les da vergüenza pedir dinero, y se van con dos plátanos y dos naranjas, agradecidos por una limosna que no debería ser tal cosa. 

Nos rompemos el morro diciendo que los de África, y ya aquí tenemos estas cosas que empiezan a hacerse más manifiestas cada día, conforme las personas quedan fuera de los subsidios. África, con la nueva moral (perdón, ética para los progres), ya está perdida y solo unos «insensatos cristianos» se meten en aldehuelas mugrosas, a tratar de impedir que se conviertan completamente en un muladar.  

Esos son los tan criticados cristianos, que han creído las ordenanzas de Jesucristo y lo han puesto por obra. Pero eso es «otra que de la cueva sale» Los mismos enchufados políticos, ya temen que su partido en el poder lo pierda y se vean como ven que están los otros. En definitiva, con la subida de impuestos y la disminución de la actividad, el Estado queda pobre y entrampado hasta las cejas. Y Estado, somos ni más ni menos que nosotros. 

La ética, si es para demostrar elegancia personal de elite, me parece un juego de diletantes, y la libertad sin referencias una estafa al intelecto de las gentes, que no se paran a razonar sino a los intereses inmediatos. Una moral que dice sí a todo lo que ataca a los basamentos de una sociedad fuerte y respetuosa con toda La Creación, no es moral, ni es nada más que una coartada para las mayores bribonadas legales que se puedan dar. 

Solo las bases cristianas, y la reconstrucción de la moral basada en el cristianismo, pueden hacer volver a las antiguas formas de vida en las que los jóvenes respetaban a los mayores y les asistían, y los padres hacían casi todo por el bienestar de los hijos, sin más cortapisa que la de no vulnerar los valores recogidos en la enseñanza de Jesús: Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen; para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y que hace llover sobre justos e injustos. (Mateo 5: 44, 45)

Ni que decir tiene que estas tragedias, parecen no ser contempladas por algunos que disfrutan de las prebendas del poder de cualquier clase. Es que no hay dinero para lo más necesario. Es que hay tristeza, decepción, y hasta rabia de la situación que, heredada en unas optimas condiciones, se ha vuelto contra la sociedad que enceguecida por consignas huecas y aparatosas, se dio a sí mismo el castigo que sufre ahora, y que seguirá sufriendo si persiste por el mismo erradísimo camino..   

El, orgullo y la prepotencia han traído esta calamidad; porque esto es (sin paliativos), una calamidad que ha caído sobre España. El terremoto de Haití, ha causado estragos debido a fuerzas naturales. Lo que hoy se cierne sobre España es lo más ominoso que se pueda imaginar, excepto una guerra, que tampoco se puede descartar a estas alturas. 

Un trabajador que para presentarse a una entrevista tiene que pedir al vecino (tan tieso como él) algún dinero para el autobús y algo de comer, aunque sea pan seco. Caprichos, como el de proporcionar un juguetito a los hijos, ya está descartado en miles de hogares. Y porque la congestionada Caritas, está sacando muchos «balones fuera» 

Y acabo porque esto es interminable. 

La culpa la tiene el Vaticano (sin más conversación, porque es algo ya fijo en las mentes; es axiomático) o las sectas, o la crisis, o el capital, la burbuja inmobiliaria, etc. nadie dice que un factor importantísimo en la crisis, es él mismo y las personas que ha elegido. Los pequeños intereses juntos en masa, forman un gordísimo interés, que hace que la nación se venga abajo como un saco de patatas. 

Y eso es todo

Escuchad mi voz, y seré a vosotros por Dios, y vosotros me seréis por pueblo; y andad en todo camino que os mande, para que os vaya bien. Y no oyeron ni inclinaron su oído; antes caminaron en sus propios consejos, en la dureza de su corazón malvado, y fueron hacia atrás y no hacia adelante, (Jeremías 7: 22.24).

 

AMDG