La igualdad nunca es posible (Parte 2ª)

Autor: Rafael Ángel Marañón   

 

 

Es de comprender que el hombre que ha estudiado, y que siendo inteligente ha conseguido ser un gran ingeniero, o destacado hombre de negocios, deportista de élite, etc. tenga mejor retribución que otro que aporta a la sociedad (por las circunstancias que sea), servicios que no son tan bien retribuidos. Los aportes desiguales que cada uno produce, tienen como hemos dicho distinta retribución. Que esta retribución sea desproporcionada al límite, es lo que hay que corregir. Un presidente de gobierno o de una gran compañía, no puede ganar lo mismo que un trabajador sin cualificación; por poner dos extremos.

Puede que el que haya sido arquitecto sea de casa rica, o no lo sea, aunque el serlo le proporcione más oportunidades. Tal vez el que no ha llegado tan alto en la escala de funciones, no haya tenido esas oportunidades, o tal vez sí. Pero si su inteligencia no le acompaña, o sus actitudes y formas de pensar ante la vida no le han permitido lograrlo, ni es su culpa, ni tampoco del que lo ha conseguido. Ni es culpa de nadie, haber nacido mujer o varón.

En una sociedad justa (no igualatoria), el que más utilidad aporta a ella es mejor retribuido. El hecho de que no se estime que un audaz y vocacional empresario hace mucho por todos, no invalida su valor y su utilidad a la sociedad. En ello reside la falacia de que no es justo que él gane tanto, y otros tan poco. Naturalmente eso lo dicen los que no han conseguido subir en la escala social.

La llamada justicia distributiva es eficiente y necesaria, cuando pone todo su interés en ayudar a los que por sus desgracias (un accidente que deja a una persona parapléjica), no está en condiciones de llevar una vida digna y útil. Una viuda pobre, está bien que tenga una tarifa eléctrica más barata, y un pasaje en desplazamientos, etc., más barato o gratis. Y así todo, para que una sociedad civilizada no sea una selva, con depredadores y victimas.

Estos conceptos se vienen predicando por la iglesia cristiana como algo que le encomendó su fundador y maestro sostenedor de todo. El cristianismo sostiene que con muy poca inversión se pueden establecer baremos más o menos exactos para establecer un equilibrio sostenible en la sociedad donde prime la paz y la EQUIDAD que da a cada uno lo que le corresponde. Como dice exactamente el diccionario de la lengua española, en el que me he interesado en buscar: BAREMO: Cuadro gradual establecido convencionalmente para evaluar los méritos personales, la solvencia de empresas, etc., o los daños derivados de accidentes o enfermedades.

 El que se diga que es justo que un emprendedor, un buen descubridor, un buen investigador, o un buen gestor, ha de ganar lo mismo que otro que nunca ha hecho el menor esfuerzo por hacer algo, o involucrarse en las incertidumbres de la vida, no está predicando la igualdad. Está eliminando la posibilidad de que otros se esfuercen, y aporten a la sociedad en que están insertos, los beneficios de sus invenciones o talentos. Y una sociedad que establezca la igualdad, (nadie lo ha hecho todavía) aborta el progreso, o lo hace retroceder.

Yo no tengo el talento, que se supone, tiene que tener un presidente de gobierno, ministros, o cualquier cargo importante del Estado, pero es que no puedo pensar que estas persona que sean competentes y aportan sus cualidades a la labor encomendada, no tengan unas compensaciones acordes a los puestos de responsabilidad que ocupan.

La igualdad pues, se puede conseguir, solo si se despoja el valor del trabajo de unos, para igualar a otros que no lo producen. Si al hombre se le priva de su ambición por sobresalir, o por hacer su vocación en busca de gratificación monetaria, solo se producen seres sin estímulo ni inventiva. De eso deberían saber los políticos que, gracias a sus cualidades y noble ambición, ocupan los puestos de autoridad.

Otra cosa, para terminar, es que no es concebible que una sociedad que puede gastar dinero en las cosas innecesarias y superfluas, no pueda dar a los más inhábiles o desafortunados, una posibilidad de no convertirse en residuos desechables. Pero esto último es un valor netamente cristiano, y solo poniéndolos en marcha con efectividad cristiana, pueden dar el fruto que llevan dentro.

Rafael Marañón 

AMDG