A la bartola

Autor: Rafael Ángel Marañón   

 

 

No quiero entrar en lo político de los acontecimientos que ocurren reiteradamente, pero sì quiero dejar clara mi posición QUE NATURALMENTE ES FALSA.

 

En primer lugar después de los acontecimientos de la guerra de Irak no tengo más remedio que olvidarme de mi solidaridad con las víctimas de cualquier dictadura (sea de la de Pinochet, Fujimori, Videla, etc.) aunque si me encuentro en la desgraciada situación de estar bajo una de ellas, no pararé de quejarme y de pedir ayuda (por supuesto a los americanos porque otros no hay) para derrocarlas por los medios que sean necesarios y hasta de los más innecesarios. Ya ven lo que me hacen decir.

 

Cuando se me hable de naufragios, no me ocuparé de ellos sino en lo que tengan de noticia inmediata, y me dejaré de bobadas ya que las cosas (se arreglen como se arreglen) serán utilizadas para darse la lata unos a otros en vez de ponerse todos a trabajar solidariamente, (de verdad, no con eslóganes) para paliarlas. Hasta para intentar sacar ventajas de cualquier situación comprometida, que de otra manera no se hubiera acometido. Todo edificio derruido por una catástrofe, se puede sustituir siempre por otro mejor.

 

Cuando suba la gasolina y se produzcan desequilibrios en las economías, con su secuela de paro, de carestía y de bajo nivel de vida (sobre todo de los países más desfavorecidos) me tumbaré a la clásica Bartola, y diré ¡que se le va a hacer! Contemplaré con curiosidad y asombro como los que más despotrican sobre el petróleo y los intereses del capitalismo (según ellos la causa de todo desacato en el mundo) habrán dejado sus automóviles, sus neveras y otros artilugios modernos de la repugnante civilización judeo cristiana, se habrán comprado una tabla de lavar y un quinqué, etc.  y transferido el dinero de sus cuentas bancarias a los pobres de cualquier país.

 

Cuando las tendencia políticas se exarcerben hasta el punto de que las armas y la imposición violenta se produzcan, no me alteraré si no me afecta en mi vida, y tampoco me acordaré de los que sufran porque viviendo en paz y en prosperidad se han tensado de tal manera las cosas, para obtener algo de lo que se podía haber pasado olímpicamente, permitiendo aun más prosperidad y bienestar.

 

Cuando vengan los destrozos propios del terrorismo, y las protestas, me quedaré como neutral. No se puede decir que no se puede hacer lo que se ha hecho en Irak, en muchísimos países donde se puede, (bajo el patrocinio de la ONU como tanto se dice) hacer arrancar a los países pobres, y liberarlos de la extrema pobreza e ignorancia en que viven. Ayudarles tan parcialmente (cuando se hace) solo hace que su agonía sea más patética y cruel.

 

Cuando las ideologías del siglo pasado hagan que los pueblos que las adopten (de grado o por fuerza) estén aherrojados y atropellados sus derechos, me mantendré frío y diré para mí que lo que se siembra se recoge. Y cuando su ruina y pobreza se acentúen a causa de esos doctrinarios y violentos impositores de su verdad, invitaré a los exiliados que no pusieron su empeño en impedir que eso sucediera a café y bizcochos en mi casa, y les desearé que otra vez vuelvan a su país y gozar de democracia y libertad que, naturalmente, derrocharán si la obtienen de nuevo.

 

Cuando observe como los cristianos reciben persecución por tratar de imponer una forma de cristianismo peculiar y dogmática, me reiré de como las gentes son capaces, como decía Machado, de descornarse por la idea... o creencia. No serán mártires sino orgullosos palurdos.

 

Cuando vea como el Islam, que (dicen) es religión de paz y de concordia y seguidora fiel de Dios Creador, y es manipulado para la guerra y para la muerte, me acordaré de lo que dijo Marx. “La religión es el opio del pueblo”. Y tendré que darle la razón. El Islam es algo muy serio que no se puede manipular por los que lo hacen, ni los que apoyan a los doctrinarios fanáticos (que no fieles) están en la voluntad de Alá. Se llevarán una sorpresa mayúscula después de su muerte que adjetivan como de martirio. Eso no es lo que Dios quiere. Ya se lo dirán donde no hay apelación.

 

Nadie busca la paz. Quieren paz, siempre que las cosas marchen como ellos quieren; si no, guerra sin cuartel y prescindiendo de todo lo que no sea la consecución de ese objetivo a toda costa. Y eso ya sabemos lo que eso significa. Es como en la guerra española cuando los requetés decían: cueste lo que cueste. No se tienen en cuenta las directrices de Dios y así van las cosas en un mundo de odio y de mentira, de ambición y de absoluta carencia de escrúpulos, cosa inevitable si se desea obtener el poder. ¡Gracias! Me gustaría bajarme de este tren que solo lleva a la perdición.

 

Me siento, como un pollito en manos de un gato. No tengo confianza en la humanidad y es por eso que soy cristiano. Crítico, pero siempre cristiano, con los mismos puntos de vista del Cristo de la Revelación. Pienso lo mismo que el evangelista que dijo que Él (el Cristo ) no quería testimonio del hombre ,porque Él sabia lo que había en el hombre. Yo a mis muchos años y tras larga vida tratando de conocer y comprender a los demás con la mayor buena fe, me doy cuenta de lo que hay en el hombre porque sé lo que hay en mí.

 

Solo la asistencia del Espíritu me permite estar en la onda de Dios y trabajar por la paz, pacificando primero mi espíritu ya que solo veo antagonismo y mentira. Solo sé de lo que ocurre en la sociedad, porque lo necesito para mi trabajo. Nada vale la pena si no se hace para Dios, y los hombres no hacemos nada para Dios, sino para nuestra vanidad.

 

Rafael Marañón  2005

 

 AMDG