Una de mis perplejidades

Autor: Rafael Ángel Marañón   

 

No deis lo santo a los perros,

ni echéis vuestras perlas delante de los cerdos,

no sea que las pisoteen,

y se vuelvan y os despedacen.

(Mateo 7:6)

 

Como yo soy «muy listillo», siempre pensé que Jesús o el relator de esta frase que encabeza este comentario se habían pasado, porque era algo muy cruel y me parecía demasiado extremista esa actitud. ¡«Y es que soy tan bueno»! Ya veis, amigos y hermanos, bastante mejor que Jesús. ¡Hay que ser borrico! Mi «buenismo», me llevaba a rechazar de alguna manera este texto. Y durante años ha sido así

 

Después me di cuenta de que me estaba pasando yo, y desmesuradamente, en mi independencia de pensamiento. Siempre he encontrado mucha oposición y más agresividad en mis correspondientes o en mis interlocutores, cuando hablaba de las cosas relativas a la piedad. Cosa asaz buena, porque daba testimonio de que las palabras que son de Dios, no casaban con el pensamiento humano pecador y rebelde.

 

Y me dije, que la razón (como siempre) la tenía el texto con que abro este trabajo, pero que no debería mencionarlo porque sería algo así como una falta contra la sensibilidad de mis interlocutores; todo para llegar a la conclusión de que algo que la Biblia dice no debe ser ocultado, y que cada texto de La Palabra es por sí solo operante por el Espíritu Santo de Dios.

 

Como son impresiones mías, puede que en estas cosas yo ande muy equivocado y que las cosas deban ser de otro modo más matizado de cómo yo pienso, pero de alguna manera he de compartirlo con mis hermanos y con el que, no siéndolo espiritualmente, es simpatizante u opositor que siempre tienen algo que decir.

 

Y este algo que decir, unas veces es por objeciones racionalistas que se hacen, y otras por rechazo frontal a todo lo que tenga que ver con la vida de Dios, manifestándose de una forma agresiva y hasta insultante y vacía de contenido, siendo sus argumentos lamentables y sustituida la racionalidad por palabrería y muletillas fuera de contexto y de lo más atrabiliario.

 

Ya me he caído de la higuera (con qué dificultad, Dios mío), y ya me he puesto a hablar de estas cosas, porque quiero que todos comprendan mis actitudes que a veces pudieran ser erróneas, y más resultado de mis querencias o pensamientos que de la Palabra de Dios. Y otras porque se ajustan a lo escrito y enseñado por personas más informadas que yo, aunque le verdad desnuda es la regla que informa mis pensamientos y mis palabras.

 

Así pues, creo que las personas (por las que siento un gran respeto) que no gusten de mis escritos, me digan claramente que no necesitan de mis comentarios y que no les envíe, y que no exprese mis convicciones de lo que tengo sagrada obligación. Lo primero es fácil porque cada uno de los discrepantes o no deseosos de recibir mis mensajes de paz, pueden decirme que los borre o que no les hable de estas materias. Lo segundo es facilísimo porque con no abrir mis blog o página ya están despachados.

 

Como dice San Pablo: Pues, ¿busco ahora el favor de los hombres, o el de Dios? ¿O trato de agradar a los hombres? Pues si todavía agradara a los hombres, no sería siervo de Cristo. (Gálatas 1:10) Estas palabras, resumen toda la acción de cada cristiano que testimonia a Jesucristo. Buscar la honra de Dios, ensalzándole y pregonando la buena nueva de salvación de los hombres a toda criatura. (Marcos 16:15)

 

Agradar a los hombres, es ir a su paso y pensamiento, que chocan naturalmente con la voluntad de Dios, y eso no es lícito a un cristiano verdadero. Agradar a Dios es guardar y proclamar su voz de llamamiento generoso, por medio de Jesucristo, a gozar de camaradería con Él y dar oportunidad a los hombres que, como antes he dicho, siempre corremos hacia nuestros errados pensamientos; como dice la Escritura: por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios, (Romanos 3:23)

 

Rafael Marañón

 

AMDG