Brenda; Comentario 2º.

Autor: Rafael Ángel Marañón   

 

Es desde luego un gravísimo error fundar nuestra sana fe en buenas costumbres, o en ritualismo o en otras motivaciones, a las que les damos más valor que a la hermandad sincera y al cumplimiento recto de las ordenanzas de Dios. Estas no solo son para buenas obras, sino el buen camino para andar seguros y en paz hasta la redención del premio adquirido.  

Es terrible pensar y contemplar con que descaro y desentendimiento de las cosas del espíritu, se conducen neciamente tantos y tantos que a sí mismos se denominan creyentes y que amainan, como los pavos al primer ruido, su hermoso plumaje de «cristianos». 

El testimonio de Brenda, hace ver con claridad como  marcha por la vida una mujer consagrada, que no critica la conducta de los demás, sino que se limita como hoy se  dice a ser «ella misma». Ese es el testimonio querido por Dios, y no el   espurio que en tantas partes se practica. No somos  críticos por criticar. Bastante tenemos con poder  controlar para Dios nuestra propia naturaleza. Ese es, o debe ser nuestro principal trabajo. 

Pero también es justo que señalemos a todos, incluyéndonos también a nosotros mismos, que la vida cristiana se debe diferenciar en porte, actitudes, y en costumbres de todos los demás. Las palabras levadura y sal tienen un significado tan dinámico, que una de las ideas más importante que se ha de enseñar en la praxis cristiana es el significado para el creyente.    

Si no existe diferencia con las de las gentes mundanas a las que chocan, son mal testimonio y por ello desagradan tan profundamente a nuestro Señor. Estos descuidos, demuestran una indiferencia por realizar  en sí mismo y ante todos, lo que le agrada a Él. Ser cristiano de verdad, es una carrera muy dura y difícil, si no se está continuamente en sintonía con Cristo en cada paso de la vida.  

Es también por otra parte, algo maravilloso que produce una paz inigualable, si se está muy atento a la dirección y autoridad de Dios nuestro Padre. En La Biblia nada está escrito ociosamente, al   desgaire, o por reñir para darnos mala vida. No pretende nunca La Escritura estar machaconamente condicionándonos, para darnos la sensación de que nada podemos hacer bien.  

Es camino seguro y luz para nuestro andar delante de Dios como a Él le agrada. Y ¿no deseamos agradar a Dios? Todo se ha puesto en ella cuidadosamente por el Espíritu Santo, para nuestra justa amonestación y conducción, por el camino de la auténtica  felicidad que el mundo no puede dar porque no la tiene; él mismo es enemigo de nuestra paz, y nuestra dicha esperanzada en las firmes promesas del Señor. Todo movimiento o pensamiento tendente a desvirtuar su integridad, es pernicioso. 

Normalmente seremos contemplados por todos con irrisión, y pareceremos ridículos ante todos, pero ese ridículo, si no es buscado artificialmente, es el que da testimonio de nuestra fidelidad. No es porfiando con unas y otras denominaciones, como llegaremos a testimoniar La Verdad. 

Es también el «estricto» (sí, ha entendido bien,  estricto) cumplimiento de las mas gruesas o las mas tenues disposiciones de Dios para nuestras vidas como se ha de hacer. También ridículo pareció a Micol, la hija de Saúl y esposa de David, el que este danzara delante del Arca de Dios, pero eso le costó vivir en adelante como viuda perpetua. No hay nada dentro de La Escritura que desagrade a Dios, si se hace con sincero corazón y sencillo sentimiento.  

David en cambio, se alborozaba feliz con aquellas danzas que ante muchos incluyendo a su mujer Micol parecían «ridículas», pero que  ante Dios, eran tan agradables. (2 Samuel: 6). Por eso David era, como bien dice La Escritura, un varón según el corazón de Dios.

AMDG