Utopías sin base

Autor: Rafael Ángel Marañón   

 

Veamos y ponderemos: he leído un último trabajo de Casaldáliga, y me parece de lo más razonable así al pronto; y estimable y digna de aplaudir y alabar. Que una persona se preocupe por la humanidad es estupendo, aunque el caso es que no aporta nada más que unas soluciones, que si es un hombre avisado sabrá que son imposibles. Siempre que como él, alguien denuncia la situación del mundo con cifras estremecedoras y propuestas angelicales, me parece que si es cristiano o asimilado es profundamente miope.

A fuerza de alargar la mirada, se le ha escapado lo cercano y lo obvio. El ser humano es así y no hay manera de que cambie. Cuando yo era muy joven soñaba con la conversión total del planeta, por lo que a mis enfebrecidos ojos sería la solución final en bueno. Mis sueños eran tan ingenuos como irrealizables, aunque por ello mismo me pude dar cuenta desde muy joven, del estercolero moral en que vivimos. Que sea algo corriente, no le quita su repugnante entidad.

Que eso entre en el trabajo de un consagrado, es llamativo sobremanera. El optimismo de Jesús sobre el amor del Padre y el suyo propio, que proporciona una maravillosa salvación, pasa antes por su profundo pesimismo: y no tenía necesidad de que nadie le diese testimonio del hombre, pues él sabía lo que había en el hombre. (Juan 2:25). La perversidad del hombre es un hecho. Su persecución y limitación precaria es cosa de la policía del que dirán, o una conversión a Cristo  genuina y operante. Si fuéramos buenos y no permitiéramos estas depravaciones, Cristo no hubiese tenido que morir.

La primera opción no parece viable. Teniendo en cuenta como somos, no hay para muchos elementos de optimismo. La segunda opción tampoco, porque el mismo Jesús dijo que los que dieran con el camino y la puerta que es Él serían pocos. Y si Él lo dice… En serio, y bien en serio, que se puede contradecir aun a Malthus; solo es necesario y además posible que los grandes dirigentes y los controladores del mundo quieran. Si no le harán al susodicho Malthus una estatua en cada plaza, después de haber hecho que más de la mitad de la humanidad, padezca aun las más horribles vicisitudes morales y materiales. Y posiblemente se la hagan tal como va el asunto del aborto y la liquidación de gentes mediante el hambre y las guerras locales.

Pensar a estas alturas que las alianzas y los esfuerzos comunes, que al poco tiempo se quedan olvidados o muertos, pueden resolver los problemas de la tierra (y me refiero a TODOS los problemas), es como poco una ingenuidad. Cierto que es una hermosa ingenuidad, pero con eso no arreglamos nada. Una conversión masiva, que ni siquiera era contemplada por nuestro Señor, no es la perspectiva que tenemos delante de nosotros. Podemos extender el anuncio del evangelio de la Gracia de Dios hasta los límites más lejanos; la conversión masiva está en manos del Señor.

Sociológicamente podemos militar en cualquier movimiento; cristianamente creo que nos debemos concentrar en nuestras posibilidades, y dar gracias a Dios de que otros también se sensibilicen en el asunto, y se puedan paliar las consecuencias de esta depravación reinante. Ningún pecado por nefando que sea iguala al que estamos cometiendo contra los pobres del mundo.

Creemos que la esclavitud extrema parece haberse eliminado. Yo creo que aun existe y peor aun, porque antes los esclavos eran alimentados para que trabajaran, pero ahora se les deja abandonados como si no fueran de nuestra misma naturaleza, creada para todos. Como siempre tendremos que esperar de la misericordia de Dios. Y el que no quiera no se queje posteriormente. Ha elegido. ¿No somos libres?