Cosas veredes

Autor: Rafael Ángel Marañón   

 

 Por más que me esfuerzo, no logro concertar  las cosas que se dicen cuando las contrasto con la realidad. Los que son más justicieros son los que juzgan; como lo hacen por su vil escala de valores, desembocan indefectiblemente en la condena de los que son distintos, y la justificación o la “vista gorda” para los de su misma cofradía. Como eso es lo que emplean, deducen en su corazón que los demás actúan también así. Sé de personas malas (o buenas) que han fundado una comunidad “cristiana”, y se han hecho con cuentas millonarias y casas de súper lujo, así como avión privado y otros adminículos, que nada tienen que ver con su supuesto ministerio cristiano ni con su condición de pastor. Pero eso sí, critican al Vaticano.

Y conozco gente que ha metido la pata en algunos casos, y que mostrando arrepentimiento y aceptación de las consecuencias de sus actos, han sido perdonados y han recibido una nueva oportunidad. Y sé de otros que habiendo recibido todo lo mencionado, han caído de nuevo quizás a veces con mayor perversión. El ser humano es así, y no hay nada que hacer aparte de la policía y la cárcel, o su conversión a Jesucristo para hallar paz, perdón y amor en abundancia. 

Sé de clérigos de todas las confesiones que, por no decir más, son ejemplos deplorables del espíritu evangélico en muchas facetas de la vida, y conozco a gente que se da a sí misma para los demás con una entrega admirable. Conozco al director de la protestante Misión Urbana de Madrid, que se entrega totalmente a su labor, a pesar de que por algunos de sus mismos hermanos de fe es criticado o no suficientemente valorado. 

Sé de curas y monjas (esos tan criticados y despreciados a causa de su fe), que abandonándose a la misericordia de Dios, y olvidándose de ellos mismos, de sus familias y otras vertientes por donde dirigir sus vidas, las gastan alegre y generosamente trabajando en las leproserías, casas de acogida, escuelas, hospitales, etc., en los más remotos y miserables parajes de este planeta. Allí se entregan a curar cuerpos y almas, y a cuidar niños y viejos a los que nadie presta atención ni ayuda. Pues también son criticados. 

No hay obra bajo el sol que no sea criticada, y hasta escarnecida por otras personas que, haciendo alarde de justicieros y poseedores de toda la verdad y la razón, atacan de forma desaforada y negativa toda obra verdaderamente altruista. Un inspector que visitaba una leprosería, dijo al ver la tarea que hacia un monja curando enfermos con llagas terribles y hasta nauseabundas.- Yo no haría esto por nada del mundo.- dijo el hombre a la monja. .-ni yo tampoco, contestó esta.-

De ninguna manera, por dinero o por destacar, haría nadie una labor tan ingrata como esta. La monja lo hacía por su vocación cristiana, haciendo todo como para el Señor, siguiendo las directrices de Jesús y su apóstol Pablo: Y todo lo que hagáis, hacedlo de corazón, como para el Señor y no para los hombres;   (Colos. 3:23) Donde quiera que miréis, allí veréis a los que por amor a Cristo se han despojado de todo, y se han ido al lugar más extraño que imaginéis a servir a Dios y a Su Cristo en las criaturas que los necesitan.  

 

Luz del alma, luz divina,
faro, antorcha, estrella, sol...
Un hombre a tientas camina;
lleva a la espalda un farol.

 

Antonio Machado