Relativismo «moderno» Rafael Ángel Marañón

Muy estimado señor: Ya he borrado su dirección. No tema por su privacidad. Me dice usted que le aclare sus dudas, y no creo ser mal pensado si creo que realmente lo que desea es que me clarifique en cuanto a mi pensamiento u opinión sobre ellas. Quiere ubicarme en su casillero personal. A mi me hubiese gustado otra forma de escribirme más pacífica y menos beligerante. Yo no soy importante.

Verá usted; yo tengo mis convicciones sobre muchas cosas; en otras no me considero suficientemente preparado para contestarle sobre ellas (hay mucha gente preparada que sí puede), pero sí puedo darle un bosquejo en este espacio en el que, si se quiere, se pueden escribir unos cuantos libros sobre las abundantes materias que pone delante de mí. Condensar siempre sale mal, pero lo intentaré generalizando al máximo.

Todo lo que le produce dudas, es consecuencia del relativismo que se ha instaurado como doctrina moderna de pensamiento; no tan moderna, pues en Atenas hace milenios ya se trabajaba con semejante método y los resultados fueron nefastos para ella. Dioses de todos los colores y tendencias de todas las formas de pensamiento. Ya se decía, que los atenienses solo querían oír cosas nuevas para discutirlas en el areópago. Era una especie de diversión, sobre todo para las clases dirigentes, ricas y ociosas.

Me hace una lista de males, de mafia, masonería, de prostitución, de disgregación de las familias, de la falta de respeto por las opiniones de los demás, del orgullo de pertenecer a un grupo, oligarquía, capitalismo, materialismo de las más distintas versiones y tendencias; de tantas cosas como se derivan del relativismo. El materialismo dialéctico prevalece hoy (es decir lo que tú dices es tan válido que lo que yo digo), porque todo es relativo y depende del cristal con que se mire. Eso no es cierto. Sí existen, cosas buenas y malas.

Usted me dice que es cristiano, pero que no cree en algunos misterios que le propone La Iglesia cristiana ¿que puedo yo hacer? No hay quien crea en lo que no cree, y la fe es un don de Dios. Si todo lo que debemos saber lo tenemos que pasar por el cedazo de nuestros conocimientos vamos mal, porque nadie posee íntegramente la ciencia y el saber. De modo que hay que aplicar la fe, y no es tan difícil en el caso de Jesús, porque se trata solo de lo que es verdaderamente bueno y hermoso para el ser humano.

El Jesús histórico, es tan cierto como Napoleón o Lincoln, por lo que usted, si quiere y le parece, puede aceptarlo y seguirle si cree en lo que Él dijo e hizo; o puede dejarse llevar por el pensamiento y praxis moderna, que traen unos valores que ya no se pueden llamar valores, porque no son sino opiniones o embrollo de noticias y teorías, que en pocos días ya se han abandonado para entronizar otras nuevas y más perversas que irán al mismo destino.

Usted me habla de las cosas indeseables que ocurren en el interior de La Iglesia (estribillo y lugar común entre incrédulos, que confunden la «gimnasia con la magnesia»), y yo solo puedo decirle que de los males que suceden, nadie es responsable sino el que los hace; y no es cuestión de que se aireen estos capítulos tan sombríos y censurables; cuando alguien pide perdón y hace propósito de enmienda, no se le puede negar la oportunidad. No hablemos de misericordia, cuando tan proclives somos nosotros a negarla.

La misma Iglesia Católica, en lo que usted habla de La Inquisición, ha pedido perdón por ese error tan terrible. Los calvinistas también, así como los luteranos, como todos los que se proclaman cristianos, así como la Iglesia Ortodoxa por su silencio ante el comunismo y los rigores estalinistas; y es de alabar porque en «otros espacios de pensamiento» con sus terribles consecuencias, aún no he visto ni siquiera una excusa. Todo está bien, aunque sea aún más detestable de lo que pueda imaginarse.

Cantillo para confusos

Mi mujer me dijo a mí

Como te la has componío

Pa perder el calcetín

Con el zapato ponío.

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