Águilas sin plumas

Autor: Rafael Ángel Marañón  

 

 

Me asombra sobremanera que gentes como Barth, Ayala, Kung, águilas del pensamiento, genios de la teología y la sociología, en donde te zambulles como en un mar que solo tiene oleaje duro y oscuro, y por otro lado no es mar extenso, puesto que se navega solo por las orillas y casi sin tener en cuenta el asunto divino y el propósito soberano de Dios, sino que desembocan lamentablemente en relacionar su visión de la humanidad y el destino del hombre, a la lógica de hombres y de sus pensamientos, ignorando lo que dijo el Señor en la frase del profeta: Como son más altos los cielos que la tierra, así son mis caminos más altos que vuestros caminos, y mis pensamientos más que vuestros pensamientos. Isaías 55:9).

 

Ese interés de definir, cuando se trata de las cosas de Dios, es un tanto petulante y fuera de razón. Si La Revelación del Evangelio de Jesucristo tiene esencia divina, es necedad tratar de meterlo (sin siquiera calzador) en el cerebro de los hombres. La primera pregunta que surge no es la de la Elección o la Gracia,  y ni siquiera la salvación. Porque los hombres solo quieren saber si La Revelación es verdadera, auténtica, y de inspiración divina.

 

Se sigue que si es así, no es necesario, y sí  hermoso y conveniente tratar los misterios de Dios desde el punto de vista de Dios y no de nuestra razón. Nuestra fe está basada en la revelación, aunque nuestra razón pueda cascar la nuez que se nos ofrece como a seres superiores, siempre en consonancia con lo que muy explícitamente consideran las Escrituras.

 

Afortunadamente para mí, no soy teólogo; gracias doy al Señor de que no me haya puesto una carga así sobre mis hombros. Pero cuando considero las razones de algunos de ellos hombres sabios y abarrotados de información, tan a ras de la comprensión humana, y deduciendo por lo que esta razón les guía, se equivocan casi siempre. No hay nada más que mirar sus teorías y ver que no hay forma de casarlas. Y todas no pueden ser verdad. Ya en decenas de siglos hubo muchos que también discutieron, y dieron forma de sus pensamientos a los pensamientos de Dios. Ahora la historia se repite como no puede ser menos.

 

Yo no trato ni mucho menos de quitar mérito a estos sabios, pero cuando leí hace años un libro de Hans Kung EL JUDAÍSMO, lo empecé con verdadero entusiasmo y me asombré de los conocimientos que este hombre derramaba, pero cuando llegó a la aplicación de estos conocimientos a la esfera real y física de las naciones me derrumbé, porque sus ideas eran tan ramplonas y vagas, aparte de utópicas al ignorar las depravación humana (recuerden a Jean Calvin), que me costó trabajo trasegar y volver a sus postulados y escritos anteriores. Así con Barth, y sobre todo con Schopenhauer al que dejé por imposible cuando dijo que: la mujer es un animal de pelo largo, patas cortas, y nula inteligencia. Para eso, cualquier machista militante me basta.

 

Hay una forma variable de entender las cosas de la doctrina, siendo a mi parecer bastante simples, pero a los hombres nos gusta complicarnos. En el caso de las iglesias evangélicas existe una gran contradicción, debido en parte porque al no tener referencia común, unos modifican La Biblia, y otros ignoran quien se la proporcionó. De esta forma vemos a los llamados arminianos (semipelagianos) que poco menos que adoran a Charles Spurgeon, llamado el príncipe del púlpito, cuando este predicador era claramente calvinista.

 

Y surgen las doctrinas del evangelio de la prosperidad; otros hacen depender la salvación del esfuerzo humano, y tantas clases de artificios que repiten las notorias herejías del pasado, como arrianos, donatistas,  nestorianos, pelagianos, paulicistas, etc. Hay una lista enorme de las herejías más conocidas. Ahora también despuntan los gnósticos convertida su deriva en moda intelectual.

 

En el fondo lo que se busca es un cristianismo cómodo, y dependiendo exageradamente de lo que se ha dado en llamar libre albedrío. Libertad, libre albedrío, mundo en paz, y la frase más graciosa si no fuera tan triste el repetirla “entre todos podemos” o “si todos ponemos de nuestra parte, el mundo lo haremos diferente.” ¿Quién es todos? Y así andamos por milenios, dando al hombre el protagonismo del que no se desprendió desde el primer libro de la Biblia (Génesis). Pero Dios, tampoco se despojó nunca de su soberanía.

 

Solo Cristo prescindiendo de filosofías tan abundantes entonces como ahora se despojó de todas y se concentró en hacer y divulgar cual era la buena voluntad de Dios agradable y perfecta. (Romanos 12: 2). Su redención no fue voluntad nuestra,  ni lo es, ni lo será. Solo el llamamiento celestial y la acción del Espíritu, llevará al hombre a su destino eterno, en Gracia y en Misericordia. Continuará

AMDG.