Algo sobre los frutos del Espíritu.

Autor: Rafael Ángel Marañón  

 

 

Es realmente insólito si no fuera consuetudinario,  como se extravían las personas, cuanto más «saben» de las cosas de la religión. De la raíz de la persona de Cristo, solo debe salir un árbol de la misma naturaleza. No puede dar árbol malo fruto malo, sino que el árbol bueno es seguro que cada temporada dará buen fruto. Del que esta enraizado en Cristo, solo pueden salir ramas buenas y frutos buenos. Y los frutos del Espíritu de Cristo, que Él nos dejó para acompañarnos a los suyos cada momento, ya nos los dejó muy asequibles y claros el apóstol Pablo: Mas el fruto del Espíritu es amor, paciencia, gozo, benignidad, bondad, fe,  mansedumbre, templanza; paz, contra tales cosas no hay ley.

 Pero los que son de Cristo han crucificado la carne con sus pasiones y deseos.

Si vivimos por el Espíritu, andemos también por el Espíritu. (Gálatas 5: 23 al 26).

.A veces me duelo de que tenga que ser un pagano (no es despectivo) los que nos dan lecciones maravillosas a los que profesamos o lo decimos, la fe de Cristo. Un japonés asentado en México, decía entre otras muchas cosas: si una cartera o cualquier objeto se encuentra,  ese objeto es de alguien. Con eso daba a entender el principio de propiedad, como propiedad es un miembro cualquiera de nuestro cuerpo, una cualidad, o un defecto de nuestras personas. Es algo nuestro e inalienable.  

Todo tiene su propietario; así decía Pablo apóstol a los suyos: Así que, ninguno se gloríe en los hombres; porque todo es vuestro: sea Pablo, sea Apolo, sea Cefas, (Pedro) sea el mundo, sea la vida, sea la muerte, sea lo presente, sea lo por venir, todo es vuestro, y vosotros de Cristo, y Cristo de Dios. Al final termina por decir que todo es de Dios; y es natural porque todo ha sido creado por Él y para Él. 

Alguien haciéndose eco de los que Dios podría decirnos decía algo como: ¡a ver! ¿Cuál de los diez mandamientos no habéis entendido? ¡No matarás! es claro, y comprende el que nadie te mate a ti. No irás detrás de dioses ajenos, porque al fin de cuentas esos dioses en vez de liberarte como prometen, lo que hacen es esclavizarte sin retorno. Y así todos y cada uno de las ordenanzas de Jesús, que han sido superadores en la aplicación y el Espíritu a las enseñanzas primitivas; Él no modificó, sino resumió todo, condensándolo, y a la vez expandiéndolo en un solo mandamiento que dio explícitamente: Que os améis los unos a los otros; es decir ¡El AMOR! 

Con razón decía alguien ¡Ama y haz lo que quieras! ¿Cómo va una persona que ama a otra a causarle ningún mal? Todo lo que anhela el que ama, es hacer al objeto de su amor de los mayores bienes posibles; y si no puede, por lo menos se los desea. Eso es, resumiendo, todo: Así que, todas las cosas que queráis que los hombres hagan con vosotros, así también haced vosotros con ellos; porque esto es la ley y los profetas. (Mateo 7:12). No hace falta mucha teología ni filosofía, para entender este sencillo y a la vez majestuoso mandamiento de Jesús.

Nadie que ama hace daño a que ama. Si nosotros somos capaces de amar a todos en Jesucristo, los frutos se dejan ver enseguida sin asomo de duda. Son claros y determinantes en el devenir de la humanidad. Es claro que cada mandamiento prohibitivo es también una prohibición a que se proceda mal contigo, como a ti se te prohíbe proceder mal con los demás.

Son los bellos mandamientos

Que lo mismo que te obligan   

También a ti  de violentos

Te defienden y te abrigan.

R Marañón