Y no escuchamos la voz de Dios

Autor: Rafael Ángel Marañón  

 

 

No se si lo que voy a tratar lo he comentado alguna vez pero como dice el refrán tan conocido «nunca es mal año por mucho trigo», y voy a insistir. El profeta decía: Y me volvieron la cerviz, y no el rostro; y cuando los enseñaba desde temprano y sin cesar, no escucharon para recibir corrección. Jeremías 32:33) y tozudamente insistía en cada ocasión, para reprochar a los israelitas su baja calidad de relación con Dios que les había dado toda la prosperidad, y el prevalecer entre las naciones enemigas.

 

Tal como hoy se esta viendo con terrorífica velocidad, en aquel tiempo la calamidad empezó a enseñar su feo hocico y la destrucción se cernía ante ellos. Tal como hoy los cristianos, en aquellos tiempos también se pasaba por todas porque consideraban (como hoy), que las cosas de Dios no eran tan importantes, y que las prácticas de los paganos eran más gratas que servir a Dios.

 

Bueno, pues así estamos ¿Servir a Dios? Servimos a nuestras preferencias políticas, a nuestras perversiones morales, a nuestras inclinaciones más perversas, que nos hacen poner en tela de juicio cualquier mandamiento o consejo que vaya en oposición a lo políticamente correcto. ¿Cristianismo? Yo no lo veo ya, o por lo menos, apenas veo sus efectos. Todos hablan alegremente de crecimiento, y no se ve ni un joven en una misa u otro cualquier culto cristiano de días corrientes.  ¿Crecimiento cuando conforme se van muriendo los viejos, no son sustituidos por jóvenes fervientes y hasta atolondrados que se entreguen al misterio de Jesucristo?.

 

No hay en la juventud la alegría de hace años, porque Dios se ha puesto lejos de sus ojos, oscurecido en sus conciencias por el torbellino en que los hemos sumergido los padres en medio de la molicie y los «derechos» que no son derechos, sino vías abiertas a la insatisfacción y a la crápula. Son tantos los señuelos que se les ponen delante, que es enormemente difícil rechazarlos para los jóvenes llenos de arrogancia por su edad y las facilidades que se les ofrecen para la anarquía. Los mayores son los que con su mal ejemplo, dicen que los «educan».

 

¿Hay una imposición para votar cuando aun no están maduros? ¡Silencio! ¿Hay una legislación que permite matar impune y salvajemente a una persona vieja o joven? ¡Silencio! Unas pocas protestitas de nada y a seguir; son los tiempos, decimos. ¿Los crucifijos se quitan de las escuelas de una nación mayoritariamente cristiana? ¡Silencio! y ¿Qué le vamos a hacer? Yo creía que estas cosas harían vibrar a todos como un solo hombre, y salir a protestar de forma masiva y sin perder el respeto debido a la autoridad, hacerle saber que no estamos conformes. No veo yo esas riadas de gentes en protesta.

 

¿Cristianos? ¡Si usted lo dice! Quitarán de las escuelas el menor rastro de cristianismo, aun del más pasivo y tibio; y nadie saldrá a decir como los profetas desde temprano y sin cesar; ¡estamos dejando solo a Dios! y si Él se marcha de nuestras vidas, otros dioses vendrán a sustituirlo; y lo que ahora nos parece gravosa servidumbre a la piedad y al amor a Jesús se transformará, no en la Arcadia que creemos, sino en la más profunda esclavitud de zombis que ya no tendrán ni libertad ni prosperidad. La hemos vendido por el clásico y ya típico plato de lentejas; por eso decía el Señor por boca de su profeta: Guarda tus pies de andar descalzos, y tu garganta de la sed. Mas dijiste: No hay remedio en ninguna manera, porque a extraños he amado, y tras ellos he de ir. (Jeremías 2:25)

 

Ya está el mal aquí, y no se irá, porque hemos renegado de nuestro Dios y de su Cristo y nos hemos ido tras los baales de la discusión, la arrogancia del conocimiento, y los lazos sutiles del enemigo. Icabod. Estamos perdidos. El castigo y la corrección vendrán de parte de Dios, con solo dejarnos en los designios de nuestro malvado corazón. Ya nos hemos castigado nosotros mismos, cuando hemos renunciado a la dirección y protección de Dios. ¡A ver lo que hacemos solos!