Profecías y seriedad

Autor: Rafael Ángel Marañón  

 

 

Siento un enorme respeto por las personas, en todas las denominaciones, que se dedican a escudriñar señales y a interpretar las profecías bíblicas en relación con la venida cierta del Señor. Es una disciplina que ahora tiene gran predicamento entre los católicos, como hace muchos años la tuvo y parece que la tiene entre los protestantes, evangélicos, y otras clases de denominaciones.

Si las señales son las que vemos en un mundo entregado a la molicie y a la despreocupación por los pobres y países en la miseria, les diré que esto son tortas y pan pintado comparado con la gran tribulación que Jesús predijo antes de su venida. He leído, hasta cansarme, mil y una versiones de lo que exactamente sucederá. Los doctores difieren. Y es cierto que el Apocalipsis es REVELACIÓN y no galimatías o enigma. Es un misterio divino, que se hará presente cuando el Padre en su soberano poder y sabiduría lo disponga.

Ya supimos por la historia, por lo demás bastante contradictoria y rústica, lo que precedió durante distintos evos al hundimiento de los imperios babilónico, persa, griego, romano, alemán, etc., y las horrorosas consecuencias que produjeron en una enorme cantidad de población en sus tiempos. Todo eso, solo son señales. Me encanta que se den apariciones que, de ser ciertas, pueden ser manifestaciones divinas; o al ser dudosas o falsas solo es mixtificación humana. Lo que sí hay que pedir, es seriedad, porque no se trata de sucesos comunes, sino que en estas cosas se haya involucrada la honra y veracidad de Dios.

Jugar a forzar apariciones y otros prodigios con el fin de mantener y acrecentar la fe de las gentes, es a mi juicio, deleznable. Una sola falsificación o desviación, puede dar al traste con la fe de muchos, y la incredulidad o burla de las gentes y de las autoridades, que más bien se paran en que no haya revueltas ni desorden civil. La Iglesia debe ser rigurosa; así como el uno es antes que el dos, la Iglesia es de Jesucristo y, por tanto, depositaria de su verdad y de su honor. Cualquier iglesia que se llame a si misma cristiana.

Lo que estamos contemplando es para espantarse, porque hasta en Youtube están ya apareciendo las aberraciones y el despilfarro de la credibilidad del cristianismo, por manos no ya de los enemigos conocidos, sino por los mismos que deberían sacrificar sus tendencias y pensamientos más o menos originales en pro de la unidad de la Iglesia Cristiana. Mal servicio estamos haciendo a Jesucristo con estas barbaridades que ya, a fuerza de repetirse, aparecen ante el gran público, como la cruda corroboración de sus más repugnantes opiniones sobre la Iglesia Cristiana.

No obstante hay que guardar las normas de la verdad, y no dejarse influir por la subjetividad o por el voluntarismo. No hay nada malo en equivocarse, y un estado de sugestión no puede ser tomado como una realidad. Es por ello que en todo este asunto y adyacentes o concomitantes, se tienen que tomar todas las precauciones y poner en marcha lo que se dado en llamar «el abogado del diablo»; hay que poner atenta y escrupulosamente bajo todos los prismas, cualquier asomo de revelación; un engaño en cualquier disciplina de la vida puede dejarse pasar, pero no de la Iglesia de Jesús el Cristo de Dios, que ha de ser por definición, la pura verdad sin mezcla alguna de mentira.



DE SOLEDADES

Señales son del juicio
Ver que todos los perdemos
Unos por carta de más
Otros por carta de menos.

Lope de Vega.