Vamos a entendernos

Autor: Rafael Ángel Marañón  

 

 

Un buen hermano veterano y fiel nos decía: es desconcertante comprobar que hay algunos cristianos profesantes, que no entienden o desconocen totalmente Las Escrituras. Lo poco que saben son fábulas, y cosas que satisfacen su abulia o su rencor contra otros, obra de hombres y nada más. Para colmo, se enfadan si no estamos de acuerdo”. Así añadía también el poeta: 

”Si les hacen una ofensa,

Aunque la echen en olvido

Vivan siempre prevenidos:

Pues ciertamente sucede,

Que hablará muy mal de ustedes,

Aquel que los ha ofendido”. (J. Hernandez.  “Martín Fierro”). 

Así le dijo un israelita a Moisés, cuando le reprochó el que pelearan entre sí: ¿Quién te ha puesto a ti por príncipe y juez sobre nosotros? Y en seguida, acompañando la invectiva, el reproche avieso. ¿Piensas matarme como mataste al egipcio? (Éxodo 2:14). Cuando Cristo perdonó a la pecadora le dijo: yo tampoco te condeno; vete... y no peques más. (Juan 8:11). La última parte del versículo se trata de ocultar por algunos, como si no estuviese en el contexto de lo que Jesús dijo.  

Ahora le dirían a Jesús que estaba  bien que perdonara, pero que; ¿quién era Él para inmiscuirse, en si podía pecar o no aquella mujer más adelante? El que perdona una, puede perdonar muchas más. Nicodemo, Zaqueo, Simón, la samaritana del pozo, y tantos otros pudieron hablar con Jesús. Pero ellos se convirtieron a él, y  Él nunca se desvió un ápice de su enseñanza y su misión.  

¿Fundamentalista quizás? ¿Acaso era hereje o cismático? ¿Tal vez puritano? De todo le acusaron unos por extremista, y otros por que reprochaban que hablara con todos ricos y pobres buenos y malos. El mensaje que recibía constantemente de todos y sobre todo de los que estaban en autoridad era: “vas demasiado lejos, maestro”… “Está fuera de sí”… “En nombre de Belcebú hace este esos prodigios”. En fin, toda clase de descalificaciones. Nosotros no podemos aspirar a ser mejor tratados. Él comía y enseñaba con los más pobres y variados personajes y lugares. Siempre actuó como judío, y nadie pudo argüirle de pecado.  

Ahora se ha desatado contradicción contra la Iglesia de Dios, y solo mediante la firmeza y la entrega entera a Cristo, es como se puede parar y hacer retroceder, a este agresivo fenómeno. No pongamos muestra confianza en gobiernos o vicisitudes humanas. Solo Dios puede (complaciéndose en nuestro andar) guardar a la verdadera Iglesia de sus enemigos y contradictores. 

Porque Jesús quería que las cosas se hicieran solo como Dios ordenaba, antes y después: Así pues lo que yo hablo, lo hablo como el Padre me lo ha dicho. (Juan 12:50). Jesús nunca hizo alguna cosa que no fuera la voluntad de su Padre Celestial en todo momento. Es un claro ejemplo para nosotros.  

Cuando vemos en la actualidad la entrega de la humanidad al hedonismo, y a la más perversa forma de comportamiento en todos los habitantes del llamado Occidente Cristiano; cuando vemos que en una España, que se suponía cristiana, se hacen legales el matrimonio y la adopción de niños por homosexuales.  ¿Qué quieren que pensemos? 

Cuando se habla de que en Alemania, casi dos millones de personas se han dado de baja oficialmente, de la Iglesia luterana alemana; cuando se miran los cientos de cadáveres producidos por el terrorismo, con la indiferencia, cuando no con la complacencia, de algunos llamados cristianos, tenemos que decir: ¡amigos, hermanos clérigos o laicos! “esto marcha fatal”. “No es esto, no es esto”, que decía Ortega y Gasset antes de la guerra civil española. Y efectivamente, no es esto lo que quiere el Señor. 

Empezamos por dejar que se pasaran pequeñas cosas, y al fin hemos dejado que pasen todas las más tremendas aberraciones sociales, y el más bajo nivel moral. La pobreza de muchas criaturas nos da en la cara con su estado, que solo los idealismos optimistas pregonan que se puede corregir, aunque sin contar con que cambie el corazón de los hombres y se entreguen a Dios. Las experiencias históricas hablan o, mejor dicho, gritan la verdad… y esta, es que no. 

La gente quiere creer en algo que les libere de sus esclavitudes y necesidad. Una historia mal contada, de lo bien que lo van a pasar los pobres en el ultratumba, no convence a nadie y no es de recibo. Ellos saben que podrían comer, con solo los restos de la comida que tiran los occidentales. Y por lo menos eso quieren: “primun vivere deinde filosofare”; primero vivir, y después filosofar.  

Tampoco la apatía y la negativa a prepararse, para trabajar en bien de sus países por parte de ellos es digna de justificar. Es un fenómeno que hemos visto en África y en muchas partes del mundo, en donde los mismos nacionales de cualquier país, se matan de forma frenética entre sí. A pesar de ello creemos que hay para todos, con algo de buena voluntad por parte de todos. Queremos decir TODOS, y no otra cosa. 

Los cristianos tenemos razón de tal peso, como nadie puede tener, porque estamos en Dios, pero nuestras obras no terminan de acreditar nuestra militancia. Pueden calificarme de negativo y hasta de desmesurado, pero la realidad es que el mensaje de Jesús está por los suelos frecuentemente, y no sola y precisamente pisoteado por los incrédulos o enemigos, sino por nosotros mismos. Si no miramos arriba y no al ombligo, estamos haciendo flaco favor al Evangelio. 

Si somos sinceros, como es nuestra vocación y nuestro estandarte, tenemos forzosamente que admitir estas invectivas anteriores, como una admonición severa que nos despierte del sueño en el que vivimos los cristianos. Si no es así ya nos podemos dar por rechazados y reprendidos, porque hemos dejado de ser luz. Y dijo Jesús: … Si la luz que hay en ti es tinieblas ¿Qué serán las mismas tinieblas? (Mateo 6:23). 

¡Ya sé, ya sé! que hay cristianos muy buenos. Conozco a miles, pero no extiendo mis críticas contra todos, sino con los que están comprendidos en los descuidos de la fe. Quede eso claro en evitación de erróneas interpretaciones. No puedo decir cada vez que escribo en general… menos Pepe, Juan, Francisco, etc.  Cuando de gente mala sé que hay también gente buena, y cuando hablo de gente buena, ya sé que hay gente mala.