Catedráticos

Autor: Rafael Ángel Marañón  

 

 

                    Si alguien en materia de religión tiene o no razón, es algo que se tiene que dilucidar en otro lugar de mucha más grandeza y majestad. Lo que si es cierto que la religión en vez de ser como en los primeros tiempos la convicción de la resurrección de Jesucristo, y sus grandiosas consecuencias en los hombres, se ha convertido en un tema para discutir y para que cada uno se constituya en catedrático, y erogue unas teorías  originales.

 

Olvidamos que alguien dijo: Hermanos míos, no os hagáis maestros muchos de vosotros, sabiendo que recibiremos mayor condenación. (Santiago 3:1). Y alguno me puede decir con toda razón: pues tú no paras y tendrá parte de razón. Pero hay una diferencia abismal entre ambas menciones; porque yo no trato de fijar ni erogar doctrina que se salga de lo que la Iglesia de Jesucristo ha establecido como interpretación fidedigna de las palabras y los hechos de Jesús.

 

Por otra parte, tampoco trato de establecer algo inamovible y de mi propio caletre, sino que sigo en la aplicación diaria de la doctrina de Jesús, confiando en que la acción del Espíritu Santo complete esos esfuerzos por lo demás muy gratos; porque Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer, por su buena voluntad. (Filipenses 2:13). Por tanto me limito a hacer lo que creo bueno para todos, y me encomiendo a la misericordia y acierto del Espíritu de Cristo, que Él prometió a los suyos.

 

Pero este trabajo está destinado a dejar constancia y apremiar a los discípulos o simpatizantes, en la cautela que han de tener a la hora de elegir «maestros» en estas cosas del Espíritu. Hay muchos y como dice Pablo: No que haya otro, sino que hay algunos que os perturban y quieren pervertir el evangelio de Cristo. (Gálatas 1:7) Así que vemos que estas aberraciones y perverso uso de las Escrituras, eran ya empleados en los prístinos tiempos, y recién resucitado el MAESTRO de maestros; la temeridad del hombre solo tiene parangón con su arrogancia.

 

                 El afán moderno de hacer intervenir la «razón humana en los asuntos divinos, cuando demostradísimo está que es mal camino, hace que este filosofador siglo presente, usando los amplios medios de comunicación se haya ido detrás de los Baales, y cada cual se haga para sí y su propio provecho doctrinas extrañas que ya denunciaba en su tiempo el buen apóstol. (Hebreos 13:9).

 

                 Y es ahora, cuando se suele usar de las palabras de Dios en construir enormes imperios sectarios, que juegan con la buena fe y las supersticiones de las gentes; todo para la prosperidad inicua de muchos que no son debidamente denunciados por los verdaderos seguidores de Cristo. Cualquier otra clase de evangelio sea anatema, porque desvirtuando las palabras de Jesús y los hechos de los antiguos, puestos en evidencia para que sirvieran de lección a las sucesivas generaciones, se han erigido en enemigos de la cruz de Cristo o la usan ilegítimamente para medrar.