Palabras y hechos

Autor: Rafael Ángel Marañón  

 

 

Se admira por todos, la integridad y el bien hacer. Se les exige a los políticos y a otros grandes responsables, pero lo que se envidia y se respeta es el enriquecimiento monstruoso y al falto de escrúpulos y moral para conseguirlo; « ¡ese sí que es un tío listo! ».

.Todo el mundo protesta contra la corrupción cuando no puede practicarla de forma segura, masiva y rápida, pero todos quisieran poder hacer lo mismo, porque lo harían de tener la ocasión propicia. ¡El amor, la solidaridad! Bonitas palabras. ¡Que bien nos hacen quedar ante todos!

.El afán de las cosas materiales, el lujo insultante y la exhibición indecente de riqueza y derroche, no es tan solo cuestión de manejar dinero que siempre se ha hecho. El dinero es muy buen servidor pero muy mal amo, y engendra con su maligno poder, unos afanes que conspiran contra la estabilidad mental y espiritual de cualquier persona.

Porque contra Dios, hay detrás de este sistema una presencia real que impulsa irresistiblemente a los hombres apartados de Dios, y todos corren sin advertirlo y dolorosamente, en la búsqueda ansiosa de éxito, del reconocimiento social, del dinero y del poder. Robando, trabajando en jornadas agotadoras y degradantes para el espíritu y la mente equilibradas; prostituyéndose de muchas maneras. Todo para ganar más, consumir más, derrochar más.

Ya no importa para triunfar quien, ni cuantos, quedan en la cuneta. La forma de pensar ya no es solamente que «yo tengo que triunfar» es que «los demás tienen que fracasar», pues si no, el triunfo ya no sería completo. Cada uno es el único que se importa a sí mismo: lo demás no importa, sean cosas, animales u otros hombres. Se hace un discurso moral, se publica algo con fotos impresionantes, y a los dos días no ha pasado nada. Otras atrocidades sustituirán a las anteriores, y ya está la humanidad vacunada contra la sensibilidad.

Por una parte, vemos como este satánico sistema, tan insidiosamente extendido, a veces bajo sutiles razones, produce una incapacidad de muchos para obtener lo mínimo para su subsistencia, y por la otra los que no tienen escrúpulos ni barreras morales o se burlan de la policía y de la ley, gozan de increíbles oportunidades para enriquecerse sin límites. Y aun con la ley en la mano, el sistema perverso permite estas aberraciones que tanto denostaban los antiguos. (Nehemías 5:15).

      Cuentan de un sabio que un día,

      Tan pobre y mísero estaba,

Que solo se sustentaba,

De unas hierbas que cogía.

 

¿Habrá otro entre sí decía,

Más triste y pobre que yo?

 

Y cuando el rostro volvió,

Hallo la respuesta, viendo

Que otro sabio iba cogiendo

Las hierbas que él arrojó.

 

Pierre Calderón de le Bateau.


AMDG