El enemigo dentro

Autor: Rafael Ángel Marañón  

 

 

Tengo por cierto, que en todas las comunidades en los que viven mujeres y hombres, ha de haber extremos de una y otra tendencia. Por una parte los «trogloditas» que pretenden tener razón en todo y que desearían, según se desprende de sus declaraciones y proclamaciones, el establecimiento de una teocracia como en la antigüedad. Los esfuerzos de los enemigos del cristianismo prefieren paradójicamente a los mencionados mejor que los más liberales.

A estos últimos se les ve venir, ya sean enjundiosos jesuitas, o simples teologuillos que traslucen todos, una pátina de filocomunistas y masonería que promueven la confusión, y en el caso de La Iglesia Católica en España, se la somete por estos a una operación de acoso y derribo. No soy quien para acusar o defender a nadie, pues no tengo autoridad ni conocimientos necesarios; a mi me convencen los que hablan verdad y no especiosidades y lugares comunes, repitiendo, investigando, y dando al viento las lacras de cualquier comunión cristiana.

Observo un grave error en las iglesias no católicas en España, y es que creen que con la destrucción de esta confesión, por lo demás mayoritaria y única, y que constituye un obstáculo para el desarrollo de la anarquía y el debilitamiento de todo rastro de cristianismo, ellos van a tener franquicia para desarrollarse en el magma que quede, después de esta supuesta y deseada desaparición de la Iglesia Católica.

Creo que ya derribado el gran valladar, los demás, que son endebles versiones de un añejo protestantismo contestatario de los abusos de los jerarcas antiguos, serán definitivamente barridos, puesto que en muchos, demasiados casos, son anticatólicos por rencores, y creyentes por llevar la contraria. No defiendo el orden constituido al que encuentro demasiadas brechas, pero la alternativa no me parece mejor.

Así pues, sin entrar en detalles que no sé manejar, entiendo que o se hace una catarsis ejemplar y por supervivencia; se está a las sendas antiguas y establecidas, o caeremos todos en la contradicción y seremos barridos del horizonte espiritual y del pensamiento de la vida social. La perspectiva de un ghetto cristiano estaría bien para los primeros discípulos rústicos y sin el Espíritu Santo en ellos, pero una vez está Él aquí no hay más remedio que elegir morir al mundo, y dejando de lado tantas versiones y teologías como surgen igual que setas en el muladar del mundo, hagamos como decía el profeta. Así dijo Yahvé: Paraos en los caminos, y mirad, y preguntad por las sendas antiguas, cuál sea el buen camino, y andad por él, y hallaréis descanso para vuestra alma. Mas dijeron: No andaremos. (Jeremías 6:16)

En la ortodoxia protestante o anglicana hay una putrefacción galopante, y errores gruesos que no voy a enumerar. Para eso ya no hay ningún remedio. Solo el catolicismo resiste encastrado en la Escritura y la Tradición, por lo que a efectos de los enemigos de la influencia cristiana en la sociedad, queda «sola ante el peligro». Una vez que este muro sea traspasado, lo demás se vendrá abajo como maderos carcomidos de las termitas. Si algo quedara serían unos grupúsculos aislados, que tendrán que pedir permiso hasta para nombrar a Jesucristo.

Nunca un profeta fue escuchado en su tiempo, pero después todos comprendieron que él tenía razón y ellos no, porque ellos iban tras sus baales y los profetas permanecían en la verdadera revelación. Y desde luego estos profetas sabemos por la Escritura y la historia que fueron perseguidos contradichos y hasta muertos por los que, amparándose en la interpretación que justificara o mitigara su responsabilidad de pecadores perdidos, apelaban de forma apóstata a las Santas Escrituras y a su propio mezquino interés inmediato, dejando el temor de Dios aparcado y olvidado.

AMDG