Religión e ideologías

Autor: Rafael Ángel Marañón  

 

 

 Decía Gonzalo Fernández de la Mora en su libro El Crepúsculo de las Ideologías, que estas periclitaban rápidamente en la actualidad. Tenía razón a mi juicio, si se refería a las ideologías clásicas; si se refería a que el ser humano podía prescindir de una ideología particular, no daba en el blanco. La religión, es una ideología cuando se aplica a un supuesto bien social, y siempre está sujeta a la aberraciones que el ser humano imprime en todo cuanto toca. De ahí la inmensa variedad del pensamiento religioso.

Ahora emergen nuevas formas de pensar, que no son sino variantes o síntesis de las que ya fracasaron de tal manera, que los valores y las formas de vida de las gentes fluctúan desde la antigua idea de redención de los hombres mediante la coerción y la imposición, a una síntesis en donde, como es natural, “cada cabra se va a su monte ideológico” para ampararse en la masa critica en donde se forma un partido político.

Y como nosotros nos ocupamos de la religión con mayúscula, entendemos que las ideas acrisoladas, cimentadas y afirmadas en la doctrina de Cristo, están hoy día más que nunca de actualidad rabiosa. Los desvíos contra naturaleza son cada vez más clamorosos, de manera que el relativismo moral se asienta sobre el libre albedrío inexistente y en el libre examen, que no son otra cosa que el clásico cada uno haga lo que le parezca y, “nadie está en posesión de la verdad”; con lo cual extorsionamos ultrajamos a la verdad, y nos entregamos a los instintos y a la conveniencia inmediata. Los resultados no pueden ser peores.

En la antigüedad los imperios mantenían un orden, que daba a generaciones enteras una sensación de estabilidad y seguridad a pesar del atraso técnico que producía tanta mortalidad y también tanto vasallaje, tanto espiritual como físico y social. Hoy son los mismos perros con distintos collares. Y nosotros, los cristianos, si no somos sal y levadura de esta sociedad tan poco espiritual, no estamos haciendo lo que debemos, y somos como el siervo que escondió el talento de su señor.

De manera que el Evangelio es «dynamis», es decir fuerza y poder de Dios, pero si en nuestras manos se convierte en una ideología más, es semejante a una potente máquina que al faltarle la electricidad queda estática e inútil mientras no se enchufe a su fuente de energía, con la que sí podrá ser enormemente eficaz y productiva. Los hombres gozarán de una esperanza de resurrección, y la muerte ha quedado vencida por la resurrección de Jesucristo.

La ONU ha venido a ocupar el lugar de la moral y la justicia, transformando el bien en una reunión en donde las decisiones se toman por países demócratas y por dictaduras terribles, todos en unión para imponer intereses espurios, pero bien presentados a las masas. La ONU pretende hacerse la indispensable para la lucha contra el hambre, y la solución oculta, pero hecha manifiesta para los que conocen, es eliminar seres humanos que no producen y que solo son clientes y feudatarios de ellos. El aborto, la inseminación artificial, la eutanasia, y sobre todo, la eliminación del criterio de cada persona por lo políticamente correcto, son los frutos de la Babel en que se ha trocado la humanidad.

¿Dónde está la fuerza (dynamis) del Evangelio, en semejante caldo de cultivo? Solo en la decidida defensa recia y humilde de la familia, la educación de los hijos, y la transmisión de valores, que anulen o contengan esta riada de despropósitos revestidos de generosidad, justicia y de filantropía, cuando no son nada más que extravíos humanos. Toca pues a los que aman y siguen a Jesús, que lo hagan de veras sin temer a nadie, (1ª Pedro 3:12) porque el Señor nos procurará la defensa oportuna. Entremos en la voluntad de Dios de una vez por todas, y el mundo se transformará como en otros muy lejanos tiempos de los mártires y padres de la Iglesia Universal.

AMDG