Dominio Propio

Autor: Rafael Ángel Marañón  

 

 

              No tengo por más que reconocer, que la vida cristiana es imposible sin la asistencia constante del Espíritu de Dios; no hay hombre que sin esa asistencia pueda vivir con gozo, esta vida maravillosa de la existencia cristiana muy lejos de los pensamientos y actos del mundo. Para vivir una vida espiritual y gozosa, hemos de ser espirituales y contemplar las cosas de la vida de la misma manera que el Padre en su infinita sabiduría.

 

Dice el apóstol Pedro: …vosotros también, poniendo toda diligencia por esto mismo, añadid a vuestra fe virtud; a la virtud, conocimiento; al conocimiento, dominio propio; al dominio propio, paciencia; a la paciencia, piedad; a la piedad, afecto fraternal; y al afecto fraternal, amor. Porque si estas cosas están en vosotros, y abundan, no os dejarán estar ociosos ni sin fruto en cuanto al conocimiento de nuestro Señor Jesucristo.  (2ª Pedro 1: 6). Es en este texto entero donde se propone una cadena sabiamente enlazada, para ir ascendiendo hasta una posición de piedad, sincera y eficaz. Uno de los eslabones es el dominio propio, solo posible en el Espíritu Santo. Y de ahí, ineluctablemente, el amor a los demás.

 

Este dominio es de enorme importancia para la vida de piedad, ya que si se practica de forma natural, mediante las buenas costumbres, se está preparado no solo para los asuntos de la vida cotidiana, sino también para cualquier tarea decisiva que se nos presente a lo largo de nuestros días, como dice alguien: la costumbre es una segunda naturaleza.

 

Mediante este autodominio, se puede ser puntual, serio, dominar la ira, ser amable cuando la conducta de otros merece una reprimenda, y sobre todo entender que, los que son impertinentes y necios, lo son por que al contrario de ti, no han recibido el Espíritu de paz y de visión, tal como Dios contempla las cosas.

 

Este autodominio, permite organizar toda la psiquis de tal manera, que podemos enfrentar tanto las cosas cotidianas como los eventos que de repente y con más gravedad se nos puedan presentar, adoptando una actitud sana e inteligente ante ellos. Y esta facultad del alma y del espíritu, no se consigue sin mirar a uno mismo y así, practicando continuamente, tenemos por delante de nosotros  y ante su mirada, al señor Jesús, en el conocimiento de que Él no nos fallará si nosotros ponemos suficiente interés y denuedo.

 

De esta forma, se consigue de forma natural, utilizando los recursos que Dios nos dio a todos con la acción del Espíritu Santo, un carácter cristiano que es pura inteligencia espiritual; de forma que nuestro convivir con los demás nos proporcionará una eficaz forma de trato, y un reconocimiento de nuestro carácter más o menos expreso por parte de todos. De esa forma ya es posible el testimonio poderoso, que incita a los demás a querer obtener estas cualidades y entrar en el bendito redil de nuestro Señor Jesucristo.

 

En los trabajos de evangelización, sin estas cualidades, poco se adelanta aparte de un movimiento efervescente, que muere tan pronto como acaba la emotividad. Se imponen pues, las facultades espirituales que mencionan los apóstoles: Porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio. Y con este bagaje, ya es posible enfrentar todo lo que suceda, porque entenderemos que ya estamos en la voluntad de Dios y todo lo que hacemos será de su agrado.

 

 

La zorra y el busto

Dijo la Zorra al Busto,

Después de olerlo:

«Tu cabeza es hermosa,

Pero sin seso»


Como éste hay muchos,

Que aunque parecen hombres,

Sólo son bustos.



Samaniego