Metidos en Honduras

Autor: Rafael Ángel Marañón  

 

Hoy mismo se ha recibido la noticia de que en Honduras se está gestando una batalla para ver si se imponen los criterios constitucionales, o los de los que pretenden hacer de cada cuestión, un plebiscito que mezclan con otros asuntos que sí interesan a las gentes, para imponerlo. 

No soy muy aficionado a la política porque veo lo que está sucediendo, y desde la atalaya de mis años contemplo la descomposición de la sociedad mundial; la dejadez lleva al descuido, el descuido a la indiferencia, y esta lleva a la desintegración galopante de la sociedad. Ignoro los pensamientos de los políticos, pero no estoy en absoluto de acuerdo con lo que hacen. 

Que alguien me diga que es católico, protestante, o evangélico, y pase por el aro de la “modernidad” y del interés de partido, aceptando y llevando por delante un programa que contempla el aborto y la eutanasia, la educación, y los principios y valores no cristianos para poder competir con los adversarios políticos es algo que nunca comprenderé, sino en el supuesto de que estos políticos “cristianos” y los que les votan no sean tan cristianos como se dicen. 

Yo no puedo en nombre de ninguna razón práctica, apoyar con mi ínfimo voto a unas formaciones políticas que no se atengan a la doctrina cristiana, no ya católicas o evangélicas (aunque toda iglesia que sea cristiana, es evangélica y universal… o debe serlo) sino de cualquier persona o grupo que se llame a sí mismo cristiano. 

Yo entiendo que para contrarrestar la influencia de los adversarios, la formación política que lleva en su programa una impronta cristiana y por el bien común ha de pasar por estas cosas, pero yo no estoy comprometido con ello y, por tanto, no les votaré. El rey Acab, era un excelente político y trapicheaba con los paganos de su alrededor. Políticamente era, como Salomón, un hombre práctico y políticamente un fuera de serie, pero eso no agradaba a Dios. 

Y es que si las cosas no se hacen con la intención de agradar a Dios, los adversarios, que no tienen ningún escrúpulo, harán lo que se les antoje y eso será siempre un aguijón para la formación política que no lleve las cosas de Dios por delante de sus programas. Si se echa fuera a Dios por estrategias políticas, no puede extrañar que Él se desentienda de la causa y los adversarios prevalecerán. Los políticos cristianos, si son católicos, tienen que ir con el ministerio del Papa, y si no, con el ideario de sus propias asambleas.  

 Decir las cosas como son no atrae simpatías, pero no es ese el objetivo del que sintiéndose cristiano contempla las cosas como están. Y aquí se puede encajar el dicho de una publicación periódica; “Las cosas como son, no como están”. La causa de Jesucristo está siendo traicionada por los mismos que deberían sostenerla a todo trance. Los resultados se verán cuando todos tengamos que echarnos las manos a la cabeza.

AMDG