El árbol de la salud
Autor: Rafael Ángel Marañón
Eva despreciando (como hoy se hace continuamente) la soberanía del Dios Creador de todo, nos puso en un brete a toda la humanidad. Esta fue en Adán expulsada de la presencia de Dios en sus caminos, y por tanto entregada a su propia forma de ver las cosas. Así que solo había una solución para este estado; que alguien nivelara y soportara por todos, la ira merecida de Dios. Cristo lo hizo; su muerte y resurrección, avalan nuestra muerte y nuestra resurrección. (1ª Corintios 15:14).
La venida de Cristo al mundo indica por su pasión, muerte, y resurrección, que la humanidad necesitaba ya urgentemente liberación del reino del enemigo del hombre; el diablo. Esta venida, es signo de que era muy mala la situación del hombre ante Dios; ante su impotencia para salvarse por si solo, Dios proveyó del medio para que se realizase esa redención, mediante la entrega de Jesucristo su amado hijo. (Hebreos 9:12)
Este hecho, revela claramente que la situación de la humanidad pretendiendo salir de la protección y soberanía de Dios, era terriblemente mala y ningún esfuerzo (como vemos hoy) podía dar una humanidad armónica y bien avenida, que se respetase a sí misma en los demás, y que prosperase con respeto a la Creación. Esto vemos hoy día que no ocurre; solo la entrega confiada a las ordenanzas de Dios y las palabras de Jesucristo, pueden hacer de la humanidad un reino de paz y de prosperidad para todos.
Había que restituir el árbol de la vida, y este solo podía provenir (como el primero) de la mano de Dios, y un segundo Adán de la misma fuente divina. Solo la provisión de Dios puede sacar a esta doliente humanidad de las lacras y dolores, miedos y crueldades, y tanta podredumbre en que se desenvuelve tan malamente. El árbol de la ciencia del bien y del mal, del que ahora seguimos comiendo, solo puede ser contrarrestado por una vuelta de la humanidad a su prístino origen, es decir, a la dependencia absoluta de la criatura a su Hacedor y Valedor.
El ser humano corrompido, no está en condiciones de quitarse la máscara y presentarse ante Dios, penitente y sabedor de su maldad, por lo cual la iniciativa tuvo que partir de solamente Dios, y esta iniciativa amorosa tuvo que ser despreciada por una humanidad culpable. Ese desprecio demostró la situación real de los hombres, la paciencia de Dios, y probó su impotencia para el bien y la verdad y su inclinación a la envidia y otras muchas maldades. No de otro modo se explica, el que Jesucristo tuviera que venir y pasar por el Calvario.
Bendito pecado que nos trajo tal redentor.
En medio de la basura y la pobreza
Viniste a trabajar, Señor del Cielo;
En forma humana y sólida firmeza,
Pues solo tu calor derrite el hielo
De nuestra soledad, nuestra tristeza.
AMDG