Formación

Autor: Rafael Ángel Marañón  

 

Soy persona a la que agrada ver y conocer, por lo que he deambulado por infinidad de formas de pensamiento. Hay algo que me llama la atención de lo que se escribe sobre la autorrealización, el autodominio inteligencia emocional, y otras fórmulas o medios para conseguir la paz espiritual. Todos son útiles para llegar a una mejor formación de la persona pero no son definitivos medios de felicidad espiritual ni de paz, como la cristiana. No me refiero a la llamada religión que el apóstol Pablo llamaba solo, fe. 

Y realmente estoy persuadido de que tenía razón aparte de lo espiritual. En la vida práctica las formulas estudiadas ha sido puestas por obra por distintas clases de personas, con lo que realmente han mejorado, pero que carecen de alcance espiritual y devienen en parcelas de conocimiento práctico que vienen bien a falta de otra cosa. Para libros de edificación son superiores los Proverbios bíblicos, o el Cohelet, etc.

 

Cuando se busca la significación y la excelencia, hay un camino mucho mejor. San Pablo nos hablaba de los dones de lenguas, de milagros, de liderazgo, y muchos más. Todos son parte de la actividad del cuerpo de Cristo. No obstante, enseguida de enumerar los dones, nos dice y señala los que él llama un camino “mucho más excelente”. Todos conocemos la relación de maravillas provenientes del amor cristiano. Del auténtico amor.

 

Es sorprendente el predicamento que tienen entre las masas los libros de novedades políticas y de personajes famosos, etc., Es lo que busca y atiende la mayoría de la gente. Y no solo los que están en las orillas o apartados de la vida de piedad, o que tengan contacto más o menos esporádico con La Iglesia, sino entre muchos componentes de ella. Eso es lo que llamamos la introducción del mundo en La Iglesia. Y sin embargo la decisión de Dios es clara con respecto a como debemos producirnos: Porque esta es la voluntad de Dios: que haciendo bien, hagáis callar la ignorancia de los hombres insensatos; (1ª Pedro 2:15) Eso es camino cierto.

 

Algunos, desde dentro, apremian a desprenderse de los que también desde dentro están intentando minar la unidad cristiana, mediante la introducción de “novedades” simpáticas para la gente, y desde luego dan pábulo a que  se rumoree que hay división dentro de ella. El Papa es criticado (por ejemplo) porque los sacerdotes son célibes, o las mujeres no son sacerdotisas. La mayoría de las iglesias evangélicas o protestantes tampoco admiten pastoras en su seno. Otras ya lo hacen. Eso es cosa de ellos; y para todos no provocar escándalos infamando lo que hacen los demás, como hacen entre sí los políticos insolidarios en su jactancia.

 

Las razones no las puedo discernir porque me siento lejos de ellas, y no quiero ser como tantos que se constituyen en perfectos interpretes de las Escrituras, y creen saber la voluntad de Dios, cuando esta es perfectamente comprensible para cualquiera que sepa leer: Dad gracias en todo, porque esta es la voluntad de Dios para con vosotros en Cristo Jesús. (1ª Tes. 5:18). Por tanto, todo cuanto ocurre es voluntad de Dios, porque a Él no se le escapa ni el más minúsculo átomo, ni la más enrevesada situación. Estamos revolcándonos en nuestros pecados, y queremos que Dios dé su aprobación a nuestros extravíos.

 

En el mundo de los incrédulos todo es una muestra de orgullo, y de pretensión de que nuestras propias leyes y nuestras propios designios nos van a solucionar las cosas, siendo así que estamos sentados en un barril de pólvora que la más pequeña chispa puede hacer estallar. La gente está muy segura en sus teorías sobre la vida, pero cuando llega una crisis como la actual, una “guerrita” como la de Serbia, etc., o las que se avecinan, es cuando preguntan por Dios. ¿Ahora si? ¿Para injuriarle si no nos complace? No nos damos cuenta de que al menor apagón del suministro de luz o de agua, nos ponemos nerviosos sin pensar siquiera de cuan frágil es el bienestar del que disfrutamos.

 

Me atengo a mi maestro, el Cristo de Dios, y me va muy bien; si alguien desea seguir confiando en el hombre, que es lo mismo que agarrarse a una caña rajada, que siempre lastima la mano que la empuña… ¡que lo haga! Yo escribo lo que creo, y cada cual dé cuenta de sí mismo. Nadie pida cuentas, pues por el contrario ya se las pedirán a él. Esta humanidad, injusta, rebelde, y pagada  de sí misma a pesar de las atrocidades que comete día por día, no puede “irse de rositas” ante tanto atropello y tanta injusticia: Está establecido que los hombres mueran una sola vez y después de esto, el juicio.

 

Que Dios, tenga misericordia de nuestra vana arrogancia.