Vicente Ferrer

Autor: Rafael Ángel Marañón  

 

 

Todo el mundo sabe ahora lo que hacía Vicente Ferrer en la India; yo no sé mucho más. Me basta saber de lo que es capaz un alma que se mueve por los parámetros del amor de Dios, y no por un puro humanismo. Ciertamente quería transformar esta sociedad corrupta y colmenera, en una nueva sociedad humanista; tal como Dios la desea. Eso es lo que enseña Jesús, por lo que Ferrer, desde su llamada y vocación (irresistible) y haciendo lo que quería y para lo que era enviado, ha sido un hombre grandemente amado, y enormemente feliz, en medio de los más profundos pozos de pobreza y marginalidad de los suburbios de la India.  

Pobreza sobre pobreza, en medio de la más descomunal miseria; su misión era evangelizar, pero también sintió dentro de sí la gigantesca, inmensa, compasión de Cristo por los males humanos, y así cumplió el mandato del Cristo. Jesús les dijo: No tienen necesidad de irse; dadles vosotros de comer. (Mateo 14:16) Él evangelizaba así, y así lo hacía Ferrer. Esa era su manera de actuar, como en otros es otra distinta; para que se cumpliera y derramara la multiforme sabiduría de Dios en su Iglesia. Como Dios usa a sus criaturas, es cosa de Él y de nadie más. 

Siempre dependió de la Providencia de Dios, y en tantos años de contrastes entre la pobreza y la penuria, se puso en ochenta y muchos años de vida fructífera y emocionante. Tuvo el valor de seguir a su maestro, y así vivió. Sus obras le acompañan ante el trono de Dios. En estos ejemplos, es cuando se hace evidente lo que Dios puede hacer en una persona que le reconoce y que le ama. Unos a la verdad, lo conciben de una forma y otros de otra. Es importante tenerlo presente tal como La Revelación lo describe, pero más aun es hacerlo efectivo en nuestros corazones, para que se cumpla en todos los que trabajan en su servicio: Sed  pues, imitadores de Dios como hijos amados. (Efesios 5:1).

Así es, que la Iglesia Cristiana ha fundado y sostenido numerosas escuelas, leproserías, hospitales, casas de reparto de comidas para pobres, y tantas otras obras que ya mencioné en otros trabajos anteriores. La Iglesia de Dios, cuando anda por los caminos rectos, es la obra más maravillosa de los hombres que están empapados del amor a Dios y del deseo de ser útiles a la humanidad.  

Solo si nos fijamos en las caídas y defectos, que en el campo de la sociedad toda obra soporta en el plano humano, es cuando caemos en la tentación de constituirnos en jueces y no en actores de pleno empleo en esta obra de Dios, a través de los que eligen servirle en las personas de sus semejantes. 

Vicente Ferrer, es el ejemplo de lo que se puede hacer si se aplica uno a cumplir con el mandamiento de Cristo, y no a la crítica de lo que ya está sobradamente contrastado. Toda moneda tiene su cara y su cruz, y así es en toda obra humana, por lo que insistir en machacar sobre el hierro frío de los defectos, y no en el caliente de la obra (en su conjunto), de tantos hombres de Dios, seres humanos como todos los mortales, que se esfuerzan en domeñar las fuerzas satánicas del desprecio, la discriminación, y el odio entre hermanos, todos criaturas de Dios. No Hay obra más titánica, ni más meritoria, que la de dominarse a sí mismo por el amor a Cristo que así lo hizo. No he querido profundizar más en su vida y posición religiosa. Eso es otra cosa, y Dios sabrá.