Ser Iglesia.

Epístola

Autor: Rafael Ángel Marañón  

 

 

Amigo Fernando: Nada de molestia porque yo te escribo muy frecuentemente y tú me aguantas. Tus disquisiciones, aunque algo dispersas tienen su razón y yo te respondo, esperando que lo que diga te sea de utilidad. Yo no quiero hacer proselitismo, por lo que cuando hablo de Iglesia Cristiana quiero decir eso mismo. Apologistas tiene la Iglesia, y ellos lo hacen con mejor fundamente que yo que solo soy un aficionado, aunque tampoco un bigardo de los muchos que se mueven por estos asuntos. Allá cada uno.

 

Me dices que tienes fe en Jesucristo, y que crees en Dios realmente. Bueno, ya eres Iglesia. Digo yo. ¿Qué no te agradan algunas cosas que existen en la Iglesia? Pues ya te dirijo a La Escritura, de la que si algo me reprochan es de que hago demasiado uso de ella; pero es que ella expresa alguno conceptos mucho mejor que yo: Y el mismo Dios de paz os santifique por completo; y todo vuestro ser, espíritu, alma y cuerpo, sea guardado irreprensible para la venida de nuestro Señor Jesucristo. (1ª Tes. 5:23)

 

Y si bien salen a la luz clérigos egoístas o arbitrarios en alguna ocasión, también hay muchos que se lo trabajan a fondo, y si alguno ha visto frustrada su vocación, otros permanecen en el frente a pesar de que alguna que otra decepción le llegue, como es normal en personas que piensan. Dejan casas, familias y se van al quinto pino a trabajar por los demás. Naturalmente lo que hacen es fruto de su vocación y su obediencia a Cristo, y no al revés. No creo que a nadie le guste limpiar heridas de leproso y muchas cosas más, por el solo gusto de hacerlo.

 

Nuestra perfección es falsa, porque somos humanos y tenemos casi todos los mismos impulsos primarios. Por tanto, tenemos que echar mano de la perfección de Cristo. Y en Él somos ya perfectos, porque el que hace a Cristo nido en su corazón ya goza de su perfección; porque adonde va el automóvil va el conductor y al contrario. Es por eso tan repugnante el orgullo y la petulancia, como si tuviéramos algo que no se nos haya dado de afuera. Nadie se ha fabricado los ojos o los riñones, etc.

 

Solo que por causa de la corrupción el hombre tiene que estar en continua vigilancia, porque el enemigo nos puede enganchar por el juego, el tabaco, la bebida, el sexo indiscriminado etc. ¿para que te voy a enumerar los numerosas estímulos que se nos hacen, desde tantas lacras como padece el mundo. Odio, agresividad… ¿para qué si ya lo sabes? A nosotros se nos dice claramente (en la perfección de Cristo): Así que, todos los que somos perfectos, esto mismo sintamos; y si otra cosa sentís, esto también os lo revelará Dios. (Filipenses 3:15).

 

Abramos nuestros ojos a Cristo, y no pongamos como justificante del desprecio que padece, el mal comportamiento de otros. Como juzgues serás juzgado, y con la misma medida que midamos seremos medidos. Más nos vale (aunque sea por si acaso hacerlo, como dice Jesús). Nuestra desidia o aborrecimiento, de las cosas espirituales, es temeraria. Cuando se conoce en intríngulis de algunas cuestiones, se comprueba que están mejor hechas que lo que nosotros podríamos hacer con nuestra ignorancia y agresividad, que no es otra cosa en muchos casos que insensatez.

 

Tú, juventud más joven, si de más alta cumbre
la voluntad te llega, irás a tu aventura
despierta y transparente a la divina lumbre:
como el diamante clara, como el diamante pura.

Antonio Machado

 

AMDG