Grito Cristiano

Autor: Rafael Ángel Marañón  

 

 

Estamos atravesando en todo el mundo una crisis de valores que no tiene precedentes en la historia. En Roma o en cualquier imperio posterior o anterior se hablaba de honor, de fuerza, de nobleza, de valentía, etc. Con todos sus vicios (contemplados desde mi punto de vista cristiano), por lo menos existía entre la corrupción propia de los sociedades humanas, unos valores parecidos a os ya mencionados.

 

Como es natural a nadie le gusta ser dominado por otro, y siempre ha habido la dicotomía de seguridad o libertad. Si ahora vivimos una democracia y oímos a unos decir que los otros son unos cínicos sinvergüenzas y viceversa, nos encontramos con que el ciudadano queda perplejo, porque si protesta, lo mejor que le puede pasar es que le digan llanamente: ponga una querella, o una denuncia. Es de risa. ¿Yo, voy a poner una denuncia a un jerarca del gobierno?

 

Ahora voy al grano; entre este estado de cosas, millones de cristianos se pavonean de su «fe»; y yo pregunto ¿Qué fe? No hablo de religión, ni de más o menos demostración de vida piadosa. El asunto está en que yo no tengo más fe que la de Jesucristo. Y si Él dice que no al aborto, y a toda la secuencia de atrocidades que se proponen, yo digo que no a todo eso. Y aunque la ley natural es concorde con la bendita doctrina de Jesús, yo digo, ante la duda que no existe, que la ley natural está equivocada. Jesús es la luz, Jesús es la vida, Jesús es el camino, y Jesús es la garantía de salvación de este infierno en el que todos hemos convertido la Tierra.

 

Si el Papa dice no al aborto, por ejemplo, yo lo aplaudo y me importa un comino lo que piensen los demás. Él se atiene a la doctrina de Jesús, y en ello permanece. Hagan los demás que se llaman creyentes  y seguidores de Jesús comohace él. Salgan al palenque de la sociedad, proclamen hasta desgañitarse, defendiendo esa verdad, y sean consecuentes con esa fe tan cacareada.

 

La Iglesia de Dios tiene que salir a defender, con paz y con justicia, la verdad de Dios. Nosotros los que creemos en Jesús y creemos a Jesús somos esa Iglesia de Dios. Si algunos dudan los trataremos de convencer, y si no que se marchen cuando quieran. No acepto que cuatro chiquilicuatros, por muy eruditos que sean, pretendan hacer proclamar a la Santa Iglesia de Dios, otra, cosa, que lo que el mismo divino Hijo de Dios, dejó dicho para una eternidad. Con Jesucristo no se discute. Se acepta o se deja, pero no hay nada que controvertir. Jesús es un ultimátum. ¿Quieres entrar? Entra; ¿Quieres irte?, vete.

 

Cada cual puede tener los pensamientos que quiera. Para eso tiene la libertad, y un cerebro que no se ha fabricado, sino que se lo ha encontrado bien encajado en su cráneo. Y un cuerpo, y un alma, y un espíritu, para que con esos instrumentos glorificar a su Señor y Creador. Eso creo, sí señor. Eso creo y lamento no ser más fiel a los hermosos mandatos del Dios del Universo, pero no puedo negar lo que a través de los ¿azares? he experimentado a lo largo de mi vida.

 

Sálvese, o piérdase el que quiera. Parece ser que eso es lo que sucederá con cada uno. Yo en cualquier circunstancia voy con Jesús, y que estalle el universo. Ese carpintero antiguo dio su vida por mí; por eso nada más, mi vida le pertenece. Bendito sea Él y Bendito el Padre Creador, que nos trae a nuestra percepción tantas maravillas, sin que nosotros hayamos hecho nada por merecerlo.

 

Y ahora digo a los cristianos: comportaos como tales. Fuera de odios mutuos o reproches, en lo que todos somos culpables. Salid al combate de la paz y la verdad, con obras dignas de arrepentimiento y de amor a Dios y al prójimo. Lo demás es fariseísmo, encogimiento, tibieza, arrogancia, y cobardía.

 

AMDG.