Dientes de marfil

Autor: Rafael Ángel Marañón  

 

 

He recordado una cancioncilla que hablaba de algo así: tengo que hacerme un rosario con tus dientes de marfil. Creo que el cantante es A. Molina. Y aunque parezca raro me puso a pensar relacionándolo con las llamadas nuevas interpretaciones bíblicas tan abundantes hoy. Ya anteriormente comenté que hay tantos «interpretes», como lectores tiene la Biblia. Por bien o por mal, hay pocos que lean el santo libro; los que lo leen lo hacen poco y parcialmente.

 

Puede ser que eso sea una ventaja, y que no andaban tan descaminada la Iglesia  antigua cuando tan celosos eran de que no hubiera demasiados «interpretes», y por ello prohibían la lectura de la Biblia. Vino la imprenta y se hicieron millones de Biblias, y con ellas, millares de lectores sacaron miles de conclusiones. El resultado está a la vista, porque el panorama  cristiano es un prado de margaritas religiosas, que ha surgido del llamado «libre examen».

 

Que a mí me parezca bien lo el libre examen, no tiene que ver con el desgraciado uso que se hace de tal posibilidad que, en nuestra libertad, podemos practicar disciplinadamente con criterios y ayuda de los que nos precedieron. Puede que la lectura nos saque de muchas dudas y puede (y así es), que lo que haga es enredarnos más aun en nuestras dudas y cabezonerías o los intereses y, sobre todo, en nuestra jactancia de inteligentes y definidores.

 

Del «libre examen», han surgido incontables herejías que han hecho mucho daño a la Iglesia de Jesucristo. Es terrible cuando oye uno a alguien dar su interpretación literal, de algún pasaje totalmente descontextualizado y expelido con toda rotundidad. Es por eso, que empiezo mi escrito con la famosa coplilla que se entiende hasta por los más romos que no pretende quitar los dientes a su amada, para hacerse un rosario. ¡Pobre amada desdentada! pero es lo que dice la copla. La lírica, hace que todos comprendan el sentido hiperbólico de ella. Los menos líricos dirían que eso es lo que dice, y eso es lo que es.

 

Es por eso, que los más ignaros no interpretan bien las Escrituras porque, entre otras cosas, no tienen la preparación requerida para penetrar en los misterios sagrados, y entran en liza como un elefante en una tienda de loza. Tienen que ir al rector de su congregación, que sí ha hecho su personal y a veces hasta correcta interpretación (que lo dudo), que si es seria y está bien hecha, no tiene por menos que coincidir con lo que ya está escrito y adecuadamente interpretado; hasta los pormenores, llegando al límite y recurriendo a las fuentes fidedignas, y al consenso de hombres sabios que han sido y son en cada época.

 

La responsabilidad del que predica es terrible, porque puede ser que la gente le crea, y si está profundamente errado, toda la congregación va irremisiblemente tras de él. Y no podemos hacer oídos sordos a estas cosas, porque como a Jesús, le pueden decir al tipo de la nueva doctrina que se quiere hacer rey. Y en estos casos, es prácticamente así. Menciono a Jesús, porque uno de los martirios (y no el menor que padeció) era la incapacidad de sus discípulos en comprender sus palabras espirituales, haciendo una grosera versión de sus frases. (ya no hablo de fariseos saduceos etc.).

 

Es por ello que les hablaba de las aves del campo, o de los lirios y otras muchas parábolas, para que todos entendieran y otros no. Al criterio moderno, y ya con alguna instrucción (tampoco tanta) estas parábolas pueden aparecer como innecesarias, por entenderse bien; siempre claro está, si se dicen de otra manera o estilo. Los críticos deben darse cuenta de que en aquél tiempo, Jesús hablaba a gentes rústicas, que vivían en una cultura plena de hipérboles o exageraciones orientales y semitas.

 

En otra ocasión hablaremos más sobre esto, porque no veo bien me salen muchos gazapos semánticos.

 

En cualquier conocimiento,

Esté siempre el hombre atento,

Pues le puede suceder

Que le de de su comer,

A quien le roba la mente,

Y además también le afrente.

 

Hay quien tiene la patente

Sobre el sentir de la gente,

Y les piden un presente

Al pobre ingenuo, inocente.

 

             Viva siempre libre el hombre

Solo atado a su conciencia,

Manéjese con prudencia

De los que en su incompetencia

Se hagan de su alma un nombre.

 

Al bueno han de conocer

Por su humildad y respeto

Quede con Cristo ya quieto,

Y lo sepa agradecer.

 

Rafael Marañón

 

AMDG