Decoro, por favor

Autor: Rafael Ángel Marañón  

 

 

Hay algo que mi padre repetía insistentemente, y que a veces nos aburría a los jóvenes que, naturalmente, estábamos dispuestos a perpetrar las más estrafalarias locuras. Él decía siempre que nunca nos metiésemos en política, que era toda mentira, y eso hicimos los más, sin comprender el alcance de aquellas recomendaciones paternas. Lógicamente como hijos obedientes  vivimos y trabajamos duro (todos lo hacían en aquel tiempo) y nunca nos metimos en política.

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Ahora, en mis escritos algunos me dicen, con la mejor buena fe, que no escriba de política. El caso es que la política es cosa de asuntos ciudadanos, y el Evangelio está muy entroncado con la «res social», o sea entrar en asuntos religiosos que no sean solo místicos, sino comprometidos con lo social, aunque así resultan necesariamente como rozando la «res publica». Es decir la cosa pública o política. Decir que hay hambre en el mundo, y que los cristianos son avanzadilla en paliar en lo que alcanzan sus posibilidades no es hacer política, sino constatar un hecho innegable.

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Otra cosa importante que decía mi buen, buenísimo, padre, era la palabra decoro. Ahora, suenan contradictoriamente las palabras ética y moral. Y ahí andamos, sacando punta a lo que es claro y palpitante. Ahora, un voto de diferencia, puede determinar si se aprueba la condena de muerte o no, por poner un ejemplo entre muchos posibles. Pero... ¿Quién ha inventado eso?

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¿A que clarividente cabeza se le ha ocurrido estos despropósitos, como si los números fueran los que decidieran, por una sola persona entre cientos, hacer bueno lo que e malo y al contrario? Ahí no entramos en moral o ética, y ni siquiera en política; ahí entramos en la palabra decoro. Y no es decoroso, el galimatías en que se encuentra la sociedad actual. Hay una colosal falta de responsabilidad y de decoro.

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La sociedad a pesar de la crisis económica llena los estadios y las discotecas y también todos los lugares indecentes y secretos (no se vayan a enterar), para cualquiera que quiera tener ante sus  semejantes un ardite de consideración a su conducta. Es por eso por lo que según dice La Biblia (perdón por citarla), que los hombres no tienen en cuenta a Dios y al Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo. Y esperan que la cosa marche bien.

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Están entregados a sus propias fuerzas, que solo producen despropósitos y locuras. No se trata de gobernantes, en lo que yo no entro. Es la sociedad, las gentes, que así quieren vivir, ajenos a la vida de Dios por la ignorancia que en ellos hay; por la dureza de su corazón. Así se entronizan ellos mismo a reinar por sus fuerzas y recursos y violan la naturaleza y los principios más nobles y vitales de la Creación.

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Yo creo modestamente, que en todos los aspectos de la vida, en la conducta de las chicas y en la de los chicos, debe haber el debido decoro, principalmente en las chicas porque ello es consustancial con su condición femenina.

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No se trata de machismo ni otras tonterías inventadas por intereses espurios; es una constatación de que no es lo mismo una chica con sus delicadezas y reservas femeninas, que los chicos que siempre hemos sido más rudos, más ignorantes en asuntos de relación, en donde ellas siempre nos han llevado millas y millas de distancia.

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Decoro pues ya que no quieren ejercer moral lógica y lo de la ética es cosa relativa a cada costumbre de las naciones. Jesucristo es el decoro y la delicadeza por antonomasia. Seguirle a Él, es seguridad de que se  hace lo que se debe, en orden a una armonía del hombre con el hombre y de todos con la naturaleza.

 

AMDG