Complejo psicológico del cristiano

Autor: Rafael Ángel Marañón  

 

 

Hay un complejo psicológico muy extendido, y sumergido en el interior de los cristianos. Es la constatación de nuestra debilidad, cuando emprendemos algo que el Señor nos ha encomendado. Nos sentimos débiles y a veces temerosos, y es natural que así sea porque lo que emprendemos a veces, es como librar un combate por nuestra cuenta y riesgo. Esto es un error que pasa factura de desánimos y de fracasos, aunque sea hecha con todo esfuerzo y con todos los medios; y hasta con aparente éxito mundano.  

El que emprende una obra de Dios tiene que constatar su flaqueza, aunque a la vez, tiene que darse cuenta de que Dios le encarga algo que puede hacer; si Él lo manda y no es asunto de nuestra vanidad o voluntad propia, Dios se encarga de que se haga a su sabor. Aquí ya no se trata de triunfo o fracaso, porque lo que es de Dios y para Dios no puede fracasar si se hace conforme a su voluntad. Sencillamente, es imposible. 

Nada puede ser fracaso si la obra emprendida agrada a Dios; a Él solo le agrada lo que procede de Él mismo, y recogido con puro corazón y subordinación completa a su voluntad. Agradar a Dios es más importante que cualquier otra obra, por muy meritoria que sea y por muchos medios y esfuerzo que se ponga.  

Solo hay que ser fieles al llamado, y permanecer siempre en humildad y amor por la obra, porque esta es de Dios. Lo que hacemos los hombres y mujeres, sin tener en cuenta nada más que nuestras fuerzas y voluntad, está inevitablemente abocado al fracaso ya que, lo que no agrada a Dios ¿para qué hacerlo? En cambio, agradándole, es de gran estima por el Padre cualquier obrita por modesta que nos parezca. 

A los que hacen la voluntad de Dios, como María lo hizo, nada le puede resultar mal ya que es cosa divina y nada de Dios puede fracasar.  Aunque los resultados nos parezcan pequeños en relación con nuestro esfuerzo y entusiasmo no lo son para el Señor.   Podemos, al ser modestos y humildes, tener miedo de fracasar al emprender la obra. El Señor sabe lo que valen nuestros esfuerzos y amor por su obra, y eso es lo que importa en definitiva.  

La Gloria es de Dios, y cuando se la entregamos completamente, es como le damos contentamiento y como Él la bendice. Y al final de todo, lo que hacemos es poder participar de esa gloria que le hemos reconocido. María dijo que era esclava del Señor, y así se comportó toda su vida. Es así que recibió Gloria del Padre por su maravillosa y total entrega, en este mundo y en la Vida Eterna. Nosotros solo tenemos que imitarla, y veremos como al final de todo la tendremos a nuestro lado de forma maternal y visible en la Vida junto a Cristo y el Padre. 

Allí en esa otra esfera divina conviviremos por la eternidad con aquellos hombres y mujeres de Dios; aquellos profetas y profetisas, aquellos reyes piadosos, los santos mártires, libres de tribulación y de espantos. Allí se verá la grandeza de la justicia de Dios y su maravillosa obra, y viviremos siempre en la luz y en la alegría.

No tengas miedo creyente;

De lo que piense la gente;

Centra en el Señor tu mente;

Y haz tu obra consecuente.  

Rafael Marañón

 

AMDG