Lo que debe hacer la Iglesia cristiana

Autor: Rafael Ángel Marañón  

 

 

He leído como de pasada, una frase que según los medios dijo la srª. ministra de no sé que gabinete pues soy poco político: “La Iglesia solo debe decir lo que es pecado.”  O sea la Iglesia tiene que hacer lo que diga la señora ministra. Sin embargo los parciales del Gobierno, dicen que es la Iglesia la que se mete en política. Y de forma acre la critican continuamente.

 

La Iglesia cristiana tiene que predicar porque ese es el mandato que tiene de Jesucristo, y no solo tocante a la doctrina interna y a la relación con otras iglesias, sino precisamente a la sociedad. San Pablo decía: porque me es impuesta necesidad; y ¡ay de mí si no anunciare el evangelio! (1ª Corintios 9:16) Porque el mismo repite en otro lugar que para eso está puesto. Y el Mismo Jesús dijo claramente: Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura. (Marcos 16:15)

 

Es pues necesario que la Iglesia predique a Jesús, y trate de decir y hacer lo que le mandó su fundador. Como es natural, esa predicación comporta una doctrina moral que es inamovible, a pesar de que tantos se agitan tratando de moverla en la dirección que les conviene o simplemente les parece. La única manera de callar a la Iglesia es destruirla y oprimirla, ya que al estar compuesta por personas, estas pueden ser movidas por distintos acosos, motivaciones o amenazas.

 

Esto puede hacerse y se ha hecho en muchos lugares, restringiendo la actividad de la Iglesia y siempre pretendiendo que su acción se limite al interior de un templo o cosa parecida. Es decir, que se convierta en ghetto cuando entre de todo lo que la Iglesia tiene de grandeza, una es la Universalidad de su mensaje, que no mira blancos, negros, cobrizos, o azul con pintas. En Cristo somos todos iguales, y eso no lo mueve nadie.

 

Los mismos llamados Derechos Humanos, (obra de hombres) insisten principalmente en la grandeza,  especificidad, y dignidad de la raza humana. Que eso sea factible o no, es secundario; la Iglesia lo cree y lo practica en cualquier lugar y observancia. Si hay fallos no es cosa de la Iglesia, sino de los hombres, y a estos nos juzgará Dios si no cumplimos el cometido que se nos ha asignado.

 

Por supuesto que hay que respetar la opinión de cualquiera, y más si es ministra del Gobierno de mi nación. Pero la Constitución me permite discrepar de ella, y el mayor respeto personal, decirle que está puesta en el lugar de responsabilidad y honor que ocupa, precisamente porque el pueblo español la ha puesto, por mediación de unas autoridades que ha elegido para que busquen su bienestar y no molestias. Para esto último están los enemigos.

 

Y con el derecho que me da el ser un ciudadano como ella, y con todo respeto a una autoridad que acato, le digo que la Iglesia tiene por crimen y cosa contra naturaleza, matar a cualquiera bajo ningún pretexto. Si así no fuera, la Iglesia estaría placidamente sentada sin contradicciones ni ataques. La Iglesia es fundación de Jesucristo y con defectos y todo, es la depositaria del tesoro de la Revelación. Lo predica y procura lo que es voluntad de Dios: que todos los hombres se salven y vengan a conocimiento de la verdad.

 

Dios ama a sus criaturas, pero nosotros parecemos empeñados en ser desgraciados y así vienen las disputas, las guerras, casas divididas, aldeas, ciudades, naciones, la mentira, y el manejo de los hombres, instalado en direcciones que les llevan indefectiblemente al enfrentamiento y a la guerra. Y al final de los desastres viene infaliblemente la frase estúpida y superflua: ¿como hemos podido llegar a esto? Pues empezando por estas cosas. La templanza, es virtud que evita muchos enfrentamientos.

 

La Iglesia solo puede hablar de paz, que es lo que le ha enseñado su divino maestro y fundador. Podemos discutir sobre muchas cosas, (hasta entre nosotros) pero el núcleo de la cuestión está en la Revelación de Dios en Jesucristo y eso es lo que hay que decir: Lo que os digo en tinieblas, decidlo en la luz; y lo que oís al oído, proclamadlo desde las azoteas. (Mateo 10:27) Y diciéndolo Jesús, es de obligado cumplimiento. La Iglesia solo tiene que obedecer.

 

 

 

Los tres ladrones

 

Época fue de grandes redenciones:

El mundo de dolor estaba henchido

Y en el Gólgota, en sombras convertido;

Se hallaban en sus cruces tres ladrones.

 

A un lado, en espantosas contorsiones

Se encontraba un ratero empedernido

Y en el otro un ratero arrepentido,

Y en medio, un robador de corazones.

 

De luto se cubrió la vasta esfera

Gestas, el malo, se retuerce y gime;

Dimas, el bueno, en su dolor espera.

 

Y el otro, el de la luenga cabellera;

que sufre, que perdona, y que redime

se robó al fin, la humanidad entera

 

Enrique Álvarez Henao

AMDG