La Gracia de Dios. 3ª parte

Autor: Rafael Ángel Marañón  

 

 

Una de las características principalísimas para nuestro andar en la Gracia de Dios es la de que estamos seguros de nuestra vida eterna en compañía de los que nos precedieron. Yendo más cerca, de los padres, los amigos, los hijos y todos los que por la providencia de Dios fueron llamados antes que nosotros.

 

Nuestros muchos y grandes pecados nos hacen estar en continua congoja, porque hasta el más infame bribón, tiene su moral propia que le molesta por poca conciencia que tenga. Si hace el mal, sabe que lo está haciendo, y si lo hace por venganza o para lucrarse por ejemplo, sabe que a él no le agradaría que se lo hicieran. Hasta a veces sienten lástima de aquel a quien han estafado o robado.

 

Vas pues, repleto de cargas y fechorías angustiosas y de mayor carga para ti, acudes a Cristo y le dices: me estás llamando porque veo que mi trascendencia tras la muerte no me da tranquilidad. Sé que una acción lleva consigo una reacción, y esto solo en el plano natural. ¿Que será el eterno?

 

Yo no creo;  me contestas a esta invitación. ¿En que no crees? ¿En los ritos, en las predicaciones que consideras, como hombre inteligente, por el que te tienes, que son hechas farisaicamente? ¿En los muchos hipócritas que hay en las iglesias? ¿En los sucesos pasados o en que la doctrina cristiana no te deja hacer las burradas que se nos ocurren a todos? Y ten en cuenta que la Iglesia cristiana, fiel a la dirección de las palabras de Jesucristo no te obliga. Se limita a decirte lo que tú sabes que anda mal en ti, o que no sabes, por negligencia o por malos sentimientos hacia ella.

 

¿Tal vez estás convencido de que a pesar de tu maldad y de las injusticias que has perpetrado, te sientes mejor persona que ellos? ¿De veras que eres tan bueno? ¿Nunca has roto un plato?  ¿Nunca has pensado mal? ¿Nunca te has puesto hecho una furia contra tal o contra cual? ¿Nunca te has portado cobarde o ladinamente en tu trato con los demás? Tú eres persona como otra, y no eres ni mejor ni peor que otros. Todos somos pecadores y todos hemos sido destituidos de la gloria de Dios. Decía el apóstol Pablo. Estamos en estado de quiebra hasta que llegue la hora de ajustar cuentas. ¿Qué no crees en el juicio? Bueno, eso es cosa tuya. En la muerte sí, claro.

 

Si por razones que son tuyas, (has sido hecho libre) pero te han atraído cosas que sabes que no son buenas, y has ejercido esa libertad para hacerlas, estás tan fuera de juego como el que comete un pecadito de esos de los que tanto nos reímos. Al Banquete celestial se va o limpio o sucio. Si limpio entras; sucio aunque sea una pequeña manchita (y tenemos manchas gordas de sobra) no entras.

 

A una boda no se va si no se tiene gusto en ir, y si no está uno trajeado para no desentonar con el resto de las personas. Prefieres perderte por no parecerte a los hipócritas eres bastante inconsecuente porque en cuándo tu entres en una iglesia o asamblea de cristianos allí van contigo tus defectos y tus hipocresías. Decía Machado el poeta: El hombre sólo es rico en hipocresía. En sus diez mil disfraces para engañar confía; y con la doble llave que guarda su mansión para la ajena hace ganzúa de ladrón. Y este hombre había meditado bien lo que decía

 

Así por tanto amigo mío tú estás como yo en off side, es decir fuera del juego y ya no se puede hacer ninguna jugada. El arbitro ha parado el partido, y cuando en el gozo celestial tu estés fuera, solo ese remordimiento y la ocasión perdida, te hará comprobar lo ciertas que son las palabras de Jesús cuando dice: allí será el llanto y el crujir de dientes… el gusano que roe… el lamento continuo… el fuego que nunca se apaga… el sentirte fuera cuando otros que hicieron su revocación de sus pecados se encuentren en el banquete y tú, que eres más listo, estás fuera por toda una eternidad.

 

Déjate ya de las tonterías, dichas superficialmente. Deja lo de  Pedro Botero con su tridente y sus calderas. Ya eres mayorcito. Cuando Jesús habla del fuego que nunca se apaga es el remordimiento a lo que se refiere principalmente. No entro en teologías. Pero vamos con otra realidad. Tu te crees más justo que el clérigo que cae en las tentaciones que todos tenemos, en el que es homosexual, en el que se debate para conservarse limpio para el servicio que ha elegido porque, claro está, como tú no tienes las obligaciones de él, no eres tan malo como ese o aquel que señalas y juzgas con ira y rencor.

 

Son seres humanos falibles que luchan contra una situación dura, y que como tú ven injusticias, y obedecen en asuntos con los que están en discrepancia por humildad y por ser fieles a su ministerio, que llevan tal vez mal como nosotros las cosas nuestras, los que no somos obispos, curas, o pastores, o cristianos de a pie, nos sentimos mejor que ellos. Te digo algo interesante. Cuando nos presentamos como pecadores, sin más justificación de lo que hicimos  que la confianza en la misericordia de Dios, por muchos y gruesos que sean tus malos hechos o pensamientos, esa misericordia (si vas a por ella de corazón) la vas a encontrar sin duda. Serás perdonado de todo mal, y quedas justificado por el sacrificio de Cristo, que sufrió la cruz que nosotros merecemos por nuestras fechorías y maldades.

 

No pienses que vas a decir en secreto al Señor cuando te acerque de una vez por todas, algunas de tus justificaciones o bondades o hechos buenos que como los malos todos hacemos más o menos. Nada, y digo nada, vale un ardite ante la presencia inmensa de Dios luminosa y penetrante.

 

Solo puedes decir sencillamente: tal como soy me presento a ti, Dios, si es que existes. No tengo nada que me exima del castigo que merezco, sino solo tu amor y tu misericordia, que ya he adquirido por la muerte y resurrección de Jesucristo. Aquí estoy culpable hasta la médula ¿Qué harás conmigo? Y Dios Padre, como el padre del hijo pródigo te abrazará, te lavará de tu mugre espiritual, te vestirá de su justicia como traje de fiesta y hará banquete, porque como dijo Jesús: hay más alegría en el Cielo por un pecador que se arrepiente, que por cien justos que no lo necesitan… y ¿quien no lo necesita?