Manifestaciones y procesiones

Autor: Rafael Ángel Marañón  

 

 

La procesión de las Angustias, se echó a perder por causa del tiempo. Dios sabrá. El caso es que estas manifestaciones de religiosidad de un pueblo que ama sus cosas, es un derecho tan indiscutible como el de los salvajes que enseguida se enfrentan a la policía, lanzando piedras a los que al fin y al cabo son sus colegas, que están en la policía por vocación de defender a la sociedad.

 

Y si alguien quiere discutir, podemos decir que por que son trabajadores que se ganan la vida muy decentemente en estos menesteres, por cierto imprescindibles. En tal grado que hasta en los enjambres de animalillos como las abejas, hormigas etc., siempre hay individuos que se ocupan de la defensa y el orden en las colectividades.

 

Lanzarle injurias y ataques directos y violentos a nuestra propia policía, a la que gustosamente acudimos mientras estamos en un apuro es, de todo punto, vituperable y rechazable. ¿A quien si no acudimos cuando estamos en apuros? Y ellos nos atienden, porque es su obligación grata para nosotros, mientras buscamos amparo, y a veces muy desagradable para ellos cuando tienen que detener a alguien, y más si han de emplear la violencia.

 

Si hay alguno al que se le calienta la sangre, a causa de la insolencia y pertinacia de algunos, también es de comprender (no justificar), porque muchos de ellos acaban lesionados, lo cual no debe agradarles mucho ni a ellos ni a sus familias. Porque tienen familias que están con el alma en un hilo, hasta que les ven llegar sanos a casa.

 

Piedras lanzadas violentamente, tirachinas lanzando bolas o trozos de hierro, mobiliario urbano destrozado, insultos, enfrentamientos, daños a simples vecinos que tienen la desgracia de que el tumulto sea en sus aledaños; todo ello, tan lamentable, no se produce en las procesiones con cantos y música, o demostraciones, manifestaciones cívicas, a las que no dudan encabezar las mismas autoridades.

 

Algo muy diferente es, cuando hay alguna manifestación (algunas impresionantemente masivas relacionadas con la religión cristiana), que en otra clase de ideología y de colectivos, sería prácticamente explosiva. En el caso de las manifestaciones cristianas de cualquier clase, la paz y el amor va acompañando toda acumulación de gente.

 

Es probable que no gusten a muchos, así como las demás no gusten a otros, pero se llevan a cabo sin alborotar el espacio público, dando así a los ciudadanos constatación de que son fiables. Las manifestaciones de barbarie solo indican que son gentes altaneras estridentes y de poca cultura, por lo que nunca podrán tener de sus conciudadanos el respeto que merece cualquier manifestación jubilosa y panegirista, o reivindicativa y airada.

 

Todos tienen sitio, porque hay sitio para todos (Ghandi), y todos tienen sus querencias que deben ser respetadas al máximo. Se puede admitir indiferencia y hasta desprecio (no se debe, pero ocurre), pero nada de violencia en palabras gestos o cualquier forma ofensiva. La Iglesia dice que no al preservativo o a otros medios, porque en la doctrina de Jesús está así establecido, y ella no hace otra cosa que oponerse a lo que va contra su fe y sus convicciones.

 

Es algo que está obligada a defender, aun a costa de su propia existencia, si eso fuera posible. Solo se trata de eso. Si dice otra cosa, ya esta en contra de sí misma. Habría traicionado a su fundador: Todo reino dividido contra sí mismo, es asolado; y una casa dividida contra sí misma, cae. (Lucas 11:17). Y eso lo saben muy bien no solo los católicos (para que no se diga), sino cualquier congregación o denominación que se tenga por cristiana.

 

Lo que hay es eso, y no caben retóricas ni casuísticas. Y si alguien está enredando con sus propias teologías no cuente conmigo, aunque me llamen fanático y extremista. La luna es la luna, y la tierra es la tierra. No hay nada más que discutir.

 

 

 

 

 

 

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