Posición Cristiana

Autor: Rafael Ángel Marañón  

 

Hola Alfonso: todo eso que dices está bien, y yo me uno a tus dudas sobre ciertas cosas; también muchas veces soy hombre de perplejidades ¿y quien no? Unas las podemos despejar y otras están en nosotros, porque nuestra naturaleza humana es indagadora, y queremos resolver en un momento y por nuestro caletre todos los misterios del Universo, cosa que no se logrará jamás. Ya decía alguien que «nada es más profundo que el corazón humano»; y mira que cerca lo tenemos cada uno. 

Vamos directamente a la cuestión. Como tú no ves lo que hay en una galaxia, puedes pensar si no fueras culto, que aquello es una luz compuesta de muchos puntitos, y así es como cree más de la mitad de la humanidad ¿Tendremos que esperar a que todos comprendan la magnitud de estas maravillas para saber que son miríadas incontables de estrellas, planetas, etc.? Eso es lo que podemos computar, porque nadie más que el Creador sabe, la magnitud tan exuberante de lo que haya detrás de esos signos visibles  y claros,  fruto de una inteligencia inimaginable.

 

Desde nuestra pequeñez, nosotros lo llamamos Dios, que al fin y al cabo es una palabra que no es exactamente un sustantivo. Pero algo tenemos que decir para mencionarlo y así lo hacemos nombre propio. Otros le llaman Eterno, y otros nombres que solo tratan de identificar para todos al «Indefinible», otro adjetivo.  Aunque algunos le dan gran importancia al nombre propio y es asunto de estudiar atentamente, vamos a pasar a lo que realmente te interesa. Tanto las distintas observancias del cristianismo, como los que luchan denodadamente por destruirlo, reconocen (unos para odiarlo y otros para adorarlo como Supremo), que Jesús de Nazaret es alguien que ejemplarizó con su vida, y pronunció las palabras más consoladoras, lógicas, y prometedoras, que se hayan pronunciado jamás.

 

Que hay antecedentes parciales de su doctrina, no cabe duda; son doctrinas antiguas adaptadas a su tiempo; estas veían natural la esclavitud, la venganza y la tortura, por mencionarte algunos signos de su filosofía de la vida, y que caducan con el cambio de los tiempos. La de Jesús, es hoy tan fresca y lozana como cuando el vivió con nosotros en este planeta. No es el hombre hecho Dios, como se hace en todas las religiones, sino el Dios hecho hombre, y consustancial con su Padre Eterno.

 

Ciertamente hay (yo lo contrasto muchas veces al día), gentes que cuando oyen hablar de Jesús, arremeten amargamente contra el Vaticano o contra otras observancias, y no te niego que algunas veces pueden tener razón o al menos «sus razones». Hace poco tuve ocasión de ver como estrafalarios sacerdotes hacían unos cultos que de ninguna manera podrían ser, no ya aprobados por la Iglesia Católica, sino por el contrario, condenados. En el campo protestante y evangélico, han surgido las llamadas sectas, que andan por ahí con abusos terribles, y machacando literalmente a sus parroquianos o llamados «fieles».

 

Es natural que tú pidas absoluta pureza en la conducta de los que pregonan las virtudes de Jesucristo, y su validez para la salvación de este  infierno en el que todos, ricos y pobres, estamos sumergidos hasta la boca. Y ya no te quiero hablar de la eternidad. Eso es cosa de mucha más gravedad De sobra comprendes que eso no es posible, aunque sea altamente deseable y meta de la condición e identidad de la Iglesia Cristiana.

 

Si observas atentamente la historia de los apóstoles, elegidos por el mismo Jesús, verás que tenían exactamente la misma forma de reaccionar y pensar del hombre natural, a pesar de lo mucho y ardientemente que amaban a Jesús. Solo después del derramamiento del Espíritu Santo, empezaron a comprender los designios de Jesús y su perfecta comunión e identidad con su Padre Celestial.

 

Tú te conoces, y sabes las inclinaciones de tu temperamento y de tu naturaleza; sabes, como yo, que somos tendentes a las cosas que no sospecharíamos de nosotros en determinadas situaciones, por lo que exigir de otros una pureza que solo se obtiene bajo el dominio del Espíritu de Cristo, es pedir y juzgar a los demás como no quisiésemos que se nos juzgara y menos, condenaran a nosotros. Pero sí, hay una justicia operante que a su tiempo se manifestará.

 

Dios, es Dios de amor y de paciencia; Él conoce nuestra flaqueza, por lo que su juicio no tiene nada que ver con el que nosotros hacemos. Así que ya sabes que te puedes documentar y que puedes obtener, mediante la entrega a Cristo, la sabiduría para discernir las acciones de los hombres y la nuestras propias. Es la referencia infalible. Y la vida eterna.

 

Un saludo en Cristo.

 

Rafael.