El fin viene; viene el fin

Autor: Rafael Ángel Marañón  

 

La contradicción, es la naturaleza del ser humano. Solo actuamos de impronta y no meditamos lo que hacemos. Después de hecho pretendemos justificar las decisiones que hemos tomado, sin examinar ni comprobar la verdad del hecho que valoramos desmedidamente a favor o en contra. 

Somos así y esto no hay quien lo cambie. Hasta las más contrastadas personas en sus convicciones, no están exentas de estos prejuicios. Al hincha de fútbol (por ejemplo)  lo que le importa que jugando bien o mal su equipo, gane aun haciendo trampas y con manifiesta injusticia. Se trata de que gane como sea.

 

De esta manera se actúa en política, en religión o en cualquier aspecto de la vida humana. Las valoraciones se hacen sin meditar, y después reconocemos el perjuicio y el sufrimiento que han padecido los sujetos a esos juicios y esas acciones, fruto de la improvisación y la precipitación. Y así se originan las guerras. Las llamadas a l concordia solo encuentra reticencias y animosidad.

 

Llevo muchos años tratando de discernir algo de bueno en las riñas religiosas. Un amigo me preguntaba porqué los chiítas eran enemigos de los sunnitas, siendo ambos musulmanes. Al explicarle algo de lo poco que yo conozco, se preguntó si esto no es lo mismo que las enemistades entre cristianos. Y yo le dije que tal vez era lo mismo, con la diferencia de que Jesús dijo que fuéramos uno, y que nos amaramos unos a otros como Él nos ama. San Pablo decía claramente: y en aquello a que habéis llegado permaneced; y sed todos de un mismo sentir y de un mismo parecer. Y Pedro apóstol: sed todos de un mismo sentir, compasivos, amándoos fraternalmente, misericordiosos, amigables;

 

Esto como es lógico, no le ganaba muchas simpatías entre los critianos peleadores y polemistas. Estos se entregaban a defender a capa y espada sus opiniones, sin tener en cuenta ni la misericordia y el amor. Tal como Jesús tachaba a los fariseos, que hacían toda suerte de ayunos y ritualismos y olvidaban lo principal. !!Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque diezmáis la menta y el eneldo y el comino, y dejáis lo más importante de la ley: la justicia, la misericordia y la fe. Esto era necesario hacer, sin dejar de hacer aquello.

 

Esto de «ellos y nosotros» es lamentable por no decir más, y repugna a cualquier persona de buena voluntad que quiere acercarse a las cosas de Dios. La gestión que del Evangelio de Jesucristo hacen algunas diferentes comuniones, repele más que atrae a muchas personas cansadas de tonterías, y que buscan una cosa seria para, con fundamento, adherirse a la comunión cristiana.

 

De cualquier forma los trabajos en ese sentido los harán, si quieren, los que tienen autoridad para esa empresa. Porque tratar de luchar con molinos de viento como Don Quijote de la Mancha, es una locura que a mí me ha poseído por mucho tiempo. Ya se me ha pasado. Estamos contemplando como Europa y América están debatiéndose en su propio vómito, e hipotecando a las generaciones venideras cuando nadie creía que el derrumbe (aun no superado), se iba a producir con estas trágicas (para algunos) consecuencias.

 

¿Dónde está la soberbia y la seguridad, cuando hoy salen a la palestra del desastre tantas «vacas sagradas» y tantos gigantes financieros, industriales y políticos? ¿Dónde las teorías de uno y otro signo? ¿Donde la seguridad de que el hombre y sus experimentos científicos y sociales, iban a llevarnos a la Arcadia feliz y a la Edad de Oro por la que tanto han suspirado algunos? !!Cómo ha quedado sola la ciudad populosa! La grande entre las naciones se ha vuelto como viuda. La señora de provincias ha sido hecha tributaria. (Lamentaciones 1:1).

 

Cuando se adora al becerro de oro, o al propio sentimiento de enemistad contra Dios o contra el prójimo por su distinta forma  de pensar, no hay otra salida que el desastre. Si alguien quiere pagar el diezmo… que lo haga. Si alguien quiere dar palmadas… que lo haga. Si alguien quiere desechar el vino o la carne… que lo haga. Así podemos seguir, hasta agotar este trabajo. Uno hace diferencia entre día y día; otro juzga iguales todos los días. Cada uno esté plenamente convencido en su propia mente. Romanos 14:5).

 

Estas enemistades nos llevarán a la catástrofe, y este pensamiento pagano que nace de la incredulidad inducida, a la destrucción, como ya he escrito y seguiré escribiendo. Y el que desprecie a su hermano aunque esté equivocado, sufrirá como dijo Jesús… Porque con el juicio con que juzgáis, seréis juzgados, y con la medida con que medís, os será medido. (Mateo 7:2). Y es lo seguro que cada uno de nosotros dará a Dios cuenta de sí. Romanos 14:12). Tú, que me lees, sabe y convéncete que todo ha de ser traído a la luz, para que la justicia de Dios se muestre en todo su esplendor. Delante de Él, se acaban los listillos.

 

Delante del Trono Divino, no habrá más verdad que la del todopoderoso y sabio Dios, por lo que nuestros argumentos y bondades serán eclipsados totalmente por el juez justo, soberano e insobornable. Yo me someto a su voluntad y comprensión, porque esta empatía sin fisuras, es algo que no he obtenido en este mundo en toda mi vida, y si acaso de muy pocos. Por eso me someto a la misericordia de Dios, y desprecio olímpicamente el juicio de los hombres.

 

Seguiré predicando a Cristo y su evangelio de perdón de pecados, y dormiré como se duerme un niño acunado por su madre. Dios es tierno y amante, y a Él me entrego. Paso de disputas y de enjuiciar a nadie. Eso se verá delante del Eterno. Si estoy equivocado, Él sabe lo que hay dentro del corazón de cada uno. A él me remito, y en Él busco mi refugio. No hay otro cobijo de tejas para abajo. Si te vale mi experiencia, no busques más; entrégate a Cristo.

AMDG.