Estoy desfasado

Autor: Rafael Ángel Marañón 

 

 

¡Estás desfasado! Esta es la frase que algunos de los jóvenes no cristianos me dedican cuando les hablo del matrimonio y temas relacionados. Y es cierto, y lo reconozco paladinamente, que estoy desfasado. Porque no sé si yo soy el loco, o son locos todos los demás. Porque realmente el mundo está descompuesto.

 

Palabras como honor, hidalguía, sinceridad, hombría de bien, castidad y otras tantas de este estilo están fuera de lugar en los entornos en que tengo que desenvolverme. Seguramente los padres que no pueden detener la avalancha, han sido desbordados y parece que son de la opinión de los jóvenes en estos temas de matrimonio. Ya han dicho que sí a todo y la ley dice que cuando tienen edad de emancipación ya pueden hacer lo que les plazca sin que se les pueda enfrentar oposición alguna.

 

Los padres aceptan (otros animan), a los jóvenes con estas nuevas premisas de vida y todos a vivir tranquilamente. Si el chico destruye una propiedad no pasa nada; si el padre tiene bienes paga y si no, el perjudicado ha de aguantarse de los desacatos que cometen los jóvenes desde la adolescencia.

 

Las chicas son muy conscientes de que son «propietarias» de sus cuerpos y hacen lo que les parece. En caso de crisis (preñez, abandono, etc.), se hacen practicar el aborto respaldado por sus padres, y aquí no ha pasado nada. De ahí que las chicas más maduras y con mejores valores personales y sociales, no encuentren hombres que se comprometan con ellas, y si lo encuentra por la causa que sea no es unión para siempre, sino que si hay problemas molestos se acude al divorcio y a otra cosa.

 

¿Los niños? Bueno, los niños son considerados por muchos casi como mascotas. No digo que no se les ame por parte de los padres, aunque de manera muy peculiar, pero estas costumbres hacen de muchos de ellos seres desgraciados, que en su tiempo obrarán igual que sus padres porque han sido enseñados en la escuela del oportunismo, del egoísmo, y del sálvese el que pueda. Se dice que así se  construye una mejor sociedad, aunque sea notorio que por los resultados es claramente un disparate mayor.

 

Si hablamos de la antigüedad, La Biblia dice a los varones (y por extensión a las mujeres: Bebe el agua de tu misma cisterna; y los raudales de tu propio pozo. ¿Se derramarán tus fuentes por las calles, y tus corrientes de aguas por las plazas? Sean para ti solo, y no para los extraños contigo. Sea bendito tu manantial, y alégrate con la mujer de tu juventud, como cierva amada y graciosa gacela. Sus caricias te satisfagan en todo tiempo, y en su amor recréate siempre. (Proverbios 5:15 al 19).

 

Y es que en aquellos tiempos la vida no se estiraba tanto y no había farolas en las calles ni luz eléctrica en las casas. Casi era el amanecer el día y descansar la noche. No había discotecas ni esos siniestros lugares de placer perverso y el chico cuando salía de la adolescencia ya tenía su prometida y ellas su prometido. Si eran pobres, los amigos, parientes, padres, etc. les hacían su casita y sus enseres que solían ser cantarera, cama con colchón de paja, y una chimenea con su leñera para los días fríos o para cocinar.

 

Había leyes contra el adulterio y el robo, y se podía vivir para aquellos tiempos con una razonable felicidad dentro de las dificultades propias de aquellas épocas. Honra a tu padre y a tu madre, como Yahvé tu Dios te ha mandado, para que sean prolongados tus días, y para que te vaya bien sobre la tierra que Yahvé tu Dios te da. (Deuteronomio 5:16) Mandamiento que garantizaba el respeto a los padres, la aceptación de su autoridad y vida familiar, y continuar el estilo de vida pacífico que ellos habían llevado. No se contemplaba que un padre fuera llevado a ningún lugar donde acabara sus días, porque los numerosos hijos tenían buen cuidado en cuidarlos ya que ellos también tendrían ese trato final.

 

La Santa Escritura habla también de las trasgresiones, y es por ello que aunque atrevido, añado seguidamente un toque bíblico:

(Proverbios 3:23 al 27) Las artimañas de la mujer perversa.

 
Porque el marido no está en casa;
Se ha ido a un largo viaje.

La bolsa de dinero llevó en su mano;
 El día señalado volverá a su casa.

Lo rindió con la suavidad de sus muchas palabras,
Le obligó con la zalamería de sus labios.

Al punto se marchó tras ella,
Como va el buey al degolladero,
Y como el necio a las prisiones para ser castigado;

Como el ave que se apresura a la red,
Y no sabe que es contra su vida,
Hasta que la saeta traspasa su corazón.

.(Proverbios 3:23 al 27) 

 AMDG