Respuesta 3ra Epístola

Autor: Rafael Ángel Marañón 

 

 

               Hola de nuevo, amigo mío; sigo con lo anterior y acabo. Esto me servirá para todos lo que en su tesitura, me escriban o me soliciten que me defina. El cristiano que ha nacido de nuevo, lleva en sí y es llevado por Jesucristo. Todo lo que el cristiano hace, ha de realizarlo con el Espíritu de aquel que dio su vida por nosotros. Mayormente de los creyentes. (1Timoteo 4:10).

.

El cristiano es hombre nuevo nacido de nuevo y, por tanto, muerto al mundo y resucitado para Cristo, ama todo de la misma forma que Jesús la ama; de forma totalmente desinteresada. Porque las ama, aunque no depende de ellas. El viejo hombre que nos llevaba a la perdición, y que fue crucificado juntamente con Cristo ya lo hemos despojado y vencido; el nuevo murió y asimismo fue resucitado con Él: sabiendo esto, que nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con él, para que el cuerpo del pecado sea destruido, a fin de que no sirvamos más al pecado. (Romanos 6:6).

.

El desengaño de la vida, que solo ofrece algo que nunca da, y que si se obtiene, son más bien preocupaciones y no gozos en su posesión; el miedo a perder lo obtenido, es peor que la frustración de no poderlo tener. Por ello el ser del cristiano no es tener más o menos, porque casi siempre (en ellos) esa situación suele ser más aleatoria que fija y, por tanto, está en manos del que todo lo posee y del que todo puede dar o quitar. Nuestra misma vida terrenal, puede ser cortada de un minuto para otro.

.

Así que, o por virtud o por necesidad, todos y más los cristianos, tienen que desarrollar una resignación ante las frustraciones de la vida. Los cristianos (dejo de lado a los que no son), por que reconocemos que no somos capaces de de llegar a renunciar a las cosas por nuestro propio poder humano.

.

Nuestra condición de pecadores, heredada como lo demás de nuestros primeros padres nos lo impide, y no solo eso sino que por el contrario nos lleva a lo que nos ordena el apóstol: Esto, pues, digo y requiero en el Señor: que ya no andéis como los otros gentiles, que andan en la vanidad de su mente, teniendo el entendimiento entenebrecido, ajenos de la vida de Dios por la ignorancia que en ellos hay, por la dureza de su corazón; los cuales, después que perdieron toda sensibilidad, se entregaron a la lascivia para cometer con avidez toda clase de impureza. Mas vosotros no habéis aprendido así a Cristo… (Efesios 4:17 al 20).

.

Nosotros hemos aprendido, de la vida de Jesús y de la acción del Espíritu Santo en nuestras vidas, que solo el desprendimiento de las cosas es nos puede mantener en la esfera que nos pertenece; las cosas y las gentes a fin de cuentas se irán (si antes no desaparecemos nosotros)

 

Todos los hombres se esfuerzan y retuercen en un tornado de decepciones y solicitaciones que no les dan paz nunca ni satisfacción sino vanidad de vanidades pasajeras y tantas veces fastidiosas.  El desprendimiento es el que lleva a la serenidad. Lo demás es agitarse sin objetivo alguno.

 

.

La cruz es la clave de nuestra posición. Morimos al mundo, pero llevando la cruz de Cristo, que es lo que nos hace mansos, humildes, y comprensivos para con las flaquezas de nuestros prójimos. Porque conocemos muy bien las nuestras ¿Juzgó Jesús a nadie? ¡No! Pues nosotros tampoco. Si Él, que tenía todo el derecho no quiso ¿con que derecho nos creemos que podemos juzgar nosotros?

.

Pero no podemos remediar que nuestras actitudes y nuestra forma de vivir, nuestra posición respecto a la vida, pueda resultar acusatoria para muchos. No acusamos, pero no podemos dejar de vivir a nuestra manera cristiana porque a otros les moleste.

.

Ciertamente debemos de ser lo más discretos que nos sea posible, pero no podemos ocultar lo que debemos mostrar a un mundo que tanta pesadumbre depara a tantas criaturas, enredadas en codicias, y en tantos otros que no tienen ni ropa con la que cubrirse.

.

Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí. (Gálatas 2:20).

 

AMDG.