El planeta Tierra y sus gentes

Autor: Rafael Ángel Marañón 

 

 

               Llama la atención y es ya lugar común, sacar a colación por cualquier desastre natural el asunto tan controvertido como el famoso y sobado Cambio Climático. Y lo peor es que se tiene tanta arrogancia como para decir que este supuesto cambio climático es debido a la actividad humana. Por supuesto que la humanidad por una parte degrada algunas partes del planeta, así como por otro lado y paralelamente ha conseguido mejorar los entornos.

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La actividad volcánica, la adaptación de la naturaleza a la actividad humana, la ubicación humana en el planeta claro está que influye en él. Basta mirar las pequeñas pero maravillosas edificaciones de Bora Bora o el acueducto de Segovia. Si el Thal Mahal no se construye, el páramo en donde está ubicado sería un «hermoso páramo» por donde casi nadie pasaría. Los teleféricos y telecabinas se dice que afean las estaciones de esquí, pero pensemos que si no se pusieran, aquellas cimas serían un bonito espectáculo, pero las personas ¿qué de las personas?

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Unos dicen que vendrá un calentamiento monstruoso, y otros que un enfriamiento de los que se pude decir «tarde me lo fiáis», cuando hablan de que empezará dentro de veinte o treinta años. Ya de estas cosas hemos hablado, pero como siempre se dice, «Dios no castiga sino que tiene sus leyes y al vulnerarse, sobrevienen las consecuencias».

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Si se vulnera la ley de la gravedad y se tira un señor desde una torre de cien metros, lo que ocurre es que lo levantan hecho mantequilla. Y no es que la gravedad sea mala. Simplemente es. Es por eso que no llueve para arriba. Si se dejan de hacer centrales productoras de electricidad, no tendremos con que encender las iluminaciones de noche, ni los motores de día.  Es tremendo oír desde hace muchos años, que hay que procurar usar energías alternativas. Nadie sin embargo, pone sobre la mesa esa energía, porque los molinos de viento no mueven una locomotora o un transporte de 30.000 kilos. Es como decir la frase «entre todos podemos», claro está si todos nos ponemos de acuerdo; pero ¿nos pondremos de acuerdo?

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Entiendo que personas que jamás han leído un libro y que viven en lugares apartados, acepten el asunto tal y como se lo presentan ladinamente sin entrar en criticas, pero lo que me causa inquietud y veo venir la catástrofe, es que gentes sin ninguna clase de escrúpulos morales, que niegan abiertamente, no solo acepten, sino que promueven y pagan toda clase de despropósitos como el aborto, la promiscuidad, derechos que nadie les ha pedido y la intervención cada día más extendida y sinuosa, en las vidas personales de los que los han entronizado para tener esas libertades, y que estas se defiendan a capa y espada por parte de ellos.

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Consecuencias de estas actitudes, son el estado de paz vigilante y vigilada, dispuesta a estallar al menor chispazo, y el estado de inopia y desmoralización de la humanidad que ya está, como dice el poeta: para que no acertase la mano con la herida. Ante esta situación tan real, como que está delante de nuestros ojos y oídos, solo podemos echar mano de lo que nadie quiere hacer; convertirse a la verdad. Por lo tanto las consecuencias se pagarán y la expiación llegará antes o después, como consecuencia lógica a este estado de  pensamiento y hechos. El ser humano peca, y en sus actos trae sobre sí las consecuencias

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Jesucristo vino a pagar por todos nosotros los que aceptamos su sacrificio y resurrección, como nuestro sacrificio y resurrección. Él solo es el boleto que nos pedirán para morar eternamente en su esfera celestial, y los que queden apartados de la presencia de Dios, ya solo podrán lamentarse de haber tenido a su fácil alcance, esta ocasión tantas veces ofrecida y rechazada, y no tener marcha atrás.

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Tal vez, o con seguridad, muchos se mofen de estas palabras, pero no por eso dejan de ser efectivas y reales no solo en lo que llamamos la otra vida, sino en la terrenal donde todas las sabandijas del odio, el resentimiento y la desgracia interna los acosarán, junto con el miedo a perder o no ganar lo que los creyentes sinceros ya tienen como cierto; un estado de comunicación y unión con el Padre que les permite vivir, andar y dormir con todo sosiego, sabiendo que el que los llamó a su compañía celestial no les va a fallar, y los proveerá de los elementos necesarios para que todo lo dicho anteriormente sea una gozosa realidad.

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Un toquecito bíblico.          

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Debemos siempre dar gracias a Dios por vosotros, hermanos, como es digno, por cuanto vuestra fe va creciendo, y el amor de todos y cada uno de vosotros abunda para con los demás; tanto, que nosotros mismos nos gloriamos de vosotros en las iglesias de Dios, por vuestra paciencia y fe en todas vuestras persecuciones y tribulaciones que soportáis.

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Esto es demostración del justo juicio de Dios, para que seáis tenidos por dignos del reino de Dios, por el cual asimismo padecéis. Porque es justo delante de Dios pagar con tribulación a los que os atribulan, y a vosotros que sois atribulados, daros reposo con nosotros, cuando se manifieste el Señor Jesús desde el cielo con los ángeles de su poder, en llama de fuego, para dar retribución a los que no conocieron a Dios, ni obedecen al evangelio de nuestro Señor Jesucristo; los cuales sufrirán pena de eterna perdición, excluidos de la presencia del Señor y de la gloria de su poder, cuando venga en aquel día para ser glorificado en sus santos y ser admirado en todos los que creyeron (por cuanto nuestro testimonio ha sido creído entre vosotros).

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Por lo cual asimismo oramos siempre por vosotros, para que nuestro Dios os tenga por dignos de su llamamiento, y cumpla todo propósito de bondad y toda obra de fe con su poder, para que el nombre de nuestro Señor Jesucristo sea glorificado en vosotros, y vosotros en él, por la gracia de nuestro Dios y del Señor Jesucristo. (1Tesalonicenses 1: 3 al 12)

AMDG.