Un hombre de honor

Autor: Rafael Ángel Marañón 

 

 

               Doy fe de que quiero ejercer en todo momento, la mayor objetividad posible cuando escribo. Eso no me lo puede quitar nadie. Con errores o sin ellos, yo escribo para gente que busca y ama la verdad. He leído la noticia de un prohombre, presidente  de Uruguay, que por razones de conciencia, se niega a dar paso libre a la repugnante y criminal fechoría del aborto. Como no quiero entrar en política sino lo sucinto, no amplío el comentario sobre este hecho concreto. Alabo (esto sí) a un señor que contra toda presión, toda influencia, arriesgando su carrera, despojándose de amigos y de temores, ha dicho no a esta carrera por ver quien es más vil, y más desafiante de las leyes de Dios y de la naturaleza.

 

Un poemilla de Machado decía: «una de las dos Españas, ha de helarte el corazón». A mí me lo hielan las dos. España ya no es nadie, ni es referencia para nada. Creo que, como Babilonia y el imperio Azteca, etc. morirá de su propia lepra. Los políticos ya no miran lo que es bueno o malo para el pueblo, sino lo que gana votos de una sociedad más cerril y atrasada que nunca, a pesar de tantos adelantos técnico y tantas universidades y medios de comunicación.

 

Argumentos sobran para rechazar tan vil medida contra unos seres indefensos. No quiero pensar si yo hubiese sido abortado. Soy un universo… y el que me lee también. Un universo de vida, de relaciones, de aspiración eterna; de pensamientos, anhelos, y sujeto de derechos y de respeto como los demás. Todo eso se hubiese malogrado si mi madre, en vez de traerme a la vida y amamantarme con sus, para mí, casi divinos pechos, criarme y aconsejarme, se hubiera deshecho de mí por causas que ya ni me atrevo a mencionar ni calificar; Dios lo hará en su debido momento.

 

Mis hermanos y yo, éramos casi sujetos de adoración por parte de ella. Bella entra las bellas se fundió con sus cuatro hijos varones, y esa entrega llevada hasta el último suspiro, ha sido la mayor aproximación que he tenido a Dios mismo. Ella, mi madre, sé que me está esperando; no con vergüenza ni miedo, sino con gozo porque otra vez tendrá a sus «angelitos» entre sus brazos. Solo la puedo comparar con la estatua de La Pietá del escultor Miguel Ángel, en donde se expresan el drama de una amante y santa madre y el hijo divino exánime y destrozado por los mismos que Él quiere salvar. Este último, el hombre que más ha hecho por mí; y también el mensaje de Dios para toda una humanidad, que se revuelca en su propio estiércol como los cerdos en una charca de lodo caliente.

 

Mi madre fue feliz, y tuvo un esposo que la amó, y ellos dos dieron al mundo sus frutos de hombres honrados y útiles. Disfrutó como otras, o más que otras, de su vida conyugal y todo eso en un tiempo en que todo había que hacerlo a pulso, cuando no existían esos aparatos domésticos que «tanto tiempo hacen ganar», a quienes no han dejado nacer a sus hijos por causa de la comodidad y el lujo. Se le llenaban los ojos de gloria cuando nos contemplaba alrededor de su mesa compuesta con tanto amor y tanta ternura. Para ella y mi padre, nosotros éramos el deleite de sus ojos. ¡Benditos padres míos! No pasasteis en vano por la vida terrenal.

 

¡Bien! por el presidente de Uruguay, y bien por todas las personas que de verdad respetan la vida humana como sagrada e inviolable. Estén como estén Dios ayudará a todos los que a Él invocan. Veo a muchos promotores de ideas que públicamente, ponen un cartel que dice «no matarás» como referencia bíblica y cristiana, cuando ellos no hacen el menor movimiento para denunciar y oponerse con el mismo denuedo, al sacrificio de niños inocentes despedazados en el seno materno, que había de darle calor y vida, y que solo le ha proporcionado la fría muerte del descuartizamiento.

 

Los cristianos estamos más comprometidos con Cristo, que con las apetencias de una población que quizás no nos votará (¡ay, la democracia de los números!) Porque encanallada, solo piensa en la cervecita y en «los dineros» a conseguir con el hermoso negocio de la vida de unos hambrientos, una mujeres vendidas a la lujuria de los inescrupulosos, y a unos niños que tenían derecho a vivir, y que por unos motivos más que perversos, han sido por sus padres «simplemente eliminados de la vida»

 

Que Dios nos valga, y su infinita misericordia nos dé esperanzas, porque de nuestras acciones no se puede esperar perdón alguno. Y a aquellos que por cualquier circunstancia se han visto en esa tesitura de eliminar a sus propios hijos, darles aun la posibilidad de acogerse a la justicia y misericordia de Dios, y presentarse ante Él reconociéndose culpables, sin justificaciones, ni argumentos que Él conoce sobradamente

 

Quiero dar el consuelo final de una Esperanza en la bondad de Dios, y en la posibilidad de, cómo el presidente de Uruguay (que no me interesa nada más de él), decir no a lo que todos sabemos que es una injuria horrenda a Dios en las personitas palpitantes de sus hijitos asesinados alevosamente, por causa del odio a lo bueno y a la petulante comodidad en que quieren todos vivir. Una abundancia que no es ni será segura, pues todos los humanos, sin Dios, nos debatimos en una inseguridad y un ansia, que solo calman totalmente los que confían y dejan caer toda su vida en manos del Eterno.

 

Un toquecillo bíblico.

 

Encomienda a Yahvé tu camino, Y confía en él; y él hará.  (Salmo 37:5)   

AMDG.