Amé a mi esposa

Toda persona tiene derecho a ser libre

Autor: Rafael Ángel Marañón 

 

 

            Amé a mi esposa desde que la conocí. Me pareció, y sigue pareciéndome, un ser excepcional. Cuando me jubilé, mi intención era cuidarla y convivir más tiempo con ella. Tenía una lesión de espalda que no podía curar, y era bastante peligrosa a causa de que cualquier movimiento que le afectara mal, podía dejarla inválida desde la cintura a los pies.

Dediqué tanta solicitud y celo para protegerla, que creo que, si bien al principio le agradó, al final mi oposición a que hiciera ciertos pequeños esfuerzos la molestó. Hizo que nuestra estupenda unión, en vez de perfeccionarse y acrecentarse, sufriera por ello. Al final, comprendí que tenía que abandonar la inquietud y el esfuerzo para ayudarla. Ella, y sólo ella, tenía que comprender, vigilar, y asumir su dolencia.

A partir de aquel entonces, ya no hubo por mi parte más reproches a cuenta de sus movimientos. Ella se sintió más liberada de mis riñas, por muy cariñosas que fueran, y yo también de fiscalizar continuamente sus pequeños excesos. Ahora somos los dos más libres, y reposamos de nuestros afanes mutuos de guardarnos el uno al otro. Y al fin, será lo que Dios quiera.

¡Cuántos consejos dieron a Job sus amigos! Todos, mirados aisladamente, aparentan ser la suprema altura de la sabiduría, y mucho más consistentes que las razones y argumentos de éste. Cuando se contempla en el conjunto del libro el designio de Dios, o alcanzamos a ver el argumento total de la obra, por decirlo así, comprendemos de inmediato que los amigos tan sabios, hubieran hecho mejor permaneciendo callados como al principio de su visita.

Eran excelentes teólogos y utilizaban una casuística demoledora, que más pretendía machacar a Job, que consolarle. Pero ante el breve argumento de Dios quedaron, a pesar de su celo, convictos de ignorancia e insensatez Porque lo insensato de Dios es más sabio que los hombres, y lo débil de Dios es más fuerte que los hombres. (1ª Corintios 1:25). Ellos no conocían el propósito de Dios y, por tanto, toda su sabiduría era vana y, a lo sumo, para mejor y distinta ocasión. Eran como bestias mudas delante de Dios (Salmo 73:22).

Si estos hombres, plenos de sabiduría y conocimiento, fueron hallados falsos e inoportunos... ¿por qué nos atrevemos nosotros a argumentar tanto sobre lo que sucede, sea bueno o malo? Todo sirve a Dios. Todo está a su servicio, y para ser usado como Él quiere. Dios lo ha dispuesto así. ¿A qué discutir y disputar, cuando tan fácil es abandonar toda petulancia, y dejar al Hacedor realizar su obra a su manera? ¡Ay del que pleitea con su Hacedor! (Isaías 45:9, 18, 19).

Todo esfuerzo hecho con nuestro juicio y arbitrio humano es pecaminoso, porque lleva en sí mismo la obra de Babel. Hacerse un nombre y llegar con su conocimiento propio a la cúspide del Cielo. Pablo apóstol llama a esto «obras de la carne», y no son del agrado de Dios. En cambio si estás en su onda y referencia para todo lo que haces será para ti como dijo el Señor a Josué: porque entonces harás prosperar tu camino, y todo te saldrá bien. (Josué 1:8). No que salga como nos parece a nosotros, sino que estando en el camino de Dios todo saldrá según su voluntad, es decir, bien. Simple y sencillamente bien.

AMDG.