Que tan lejos estamos

Autor: Rafael Ángel Marañón 

 

 

                  Cuando somos poseídos enteramente por el Espíritu, es tanta la pasión que experimentamos por el Señor, que no concebimos otra clase de atención que no esté envuelta en el amor de Dios. Cualquier cosa nos parece intrascendente, si no está relacionada con la comunicación y conocimiento cercano de Dios Es cierto que no nos puede comprender mucha gente, porque es también cierto lo que Jesús dijo: porque estrecha es la puerta, y angosto el camino que lleva a la vida, y pocos son los que la hallan. (Mateo 7:14). ¿No nos estremecemos un poco siquiera, con la palabra «pocos»?

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Algunos dicen que atravesar esa puerta comporta los más duros sacrificios y yo creo sinceramente que no, y de ello doy gracias a Dios; de que sea tan bueno conmigo y que me trate tan regaladamente. Cuando el Espíritu se adueña de nosotros, somos criaturas nuevas creadas en justicia y santidad de la verdad. Los llamados «adelantos modernos», por los que tanto nos esforzamos, nos resultan frivolidades, pero contemplamos con lástima las barbaridades que se hacen para obtenerlas. 

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Nuestras vidas, con sus pequeños problemas, se nos antojan lo más malo o bueno que nos puede pasar. La persona que adquiere sabiduría espiritual, tiene la capacidad de concentrarse en medio de las cosas de la vida, en una altura desde que puede contemplar la banalidad en la que nos movemos. Se dice de ellos que «están en la luna» porque precisamente viven en otra dimensión distinta. La dimensión de Dios. Y eso no es posible explicarlo. La vida sigue y los mismos problemas nos rodean, pero en modo alguno perdemos el contacto con Dios, porque todo lo contemplamos en relación con Él y su Palabra; Cristo.

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La experiencia espiritual, que no es ilusión de la mente o los sentidos, se constituye en un motivo para sentirse muy cerca de Dios y por tanto, las demás cosas adquieren una dimensión minúscula y secundaria. Es lo que pasa con el parroquiano que acude a cualquier templo motivado por algo infinitamente superior, y le da importancia solo a los objetos y a las manipulaciones del encargado de la limpieza, en vez de darse cuenta de que su presencia allí está empujada a otra esfera..

              El espiritual se concentra sobre lo que es su pasión y meta, y se descuidan de las cosas torpes y banales en las que tantos hombres, vacíos y ramplones, se ocupan con la inconsciencia e inconsistencia que les permiten en la ignorancia de la trascendencia de sus vidas, y su destino eterno que les llega como a todos más pronto que tarde. Por tanto, nosotros también, teniendo en derredor nuestro tan grande nube de testigos, despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante,  puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, el cual por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de Dios. (Hebreos 12:1,2). 

La gente se esfuerza en apurar la vida, porque intuye su duración y valor efímeros. Sus pequeños anhelos, sus miedos, envidias y rencores, les dan motivos en que ocuparse, para poder olvidar la vanidad de sus vidas. Su visión general de la vida se resume en una sola frase: «Comer y beber, porque hemos de morir». Triste visión, y triste soledad entender que estamos solos y que nadie se preocupa por nosotros. Es decir, que el poder que creó el universo, se le llame como se le quiera llamar (yo lo reconozco Dios), ha hecho las cosas como a voleo, y sin pensar en las consecuencias de lo que hacía y hace. Esto pasaba en el antiguo pueblo de Dios y el profeta Elías tuvo que amonestarlos vivamente: ¿Hasta cuándo claudicaréis vosotros entre dos pensamientos? Si Yahvé es Dios, seguidle… (1 Reyes 18:21).

 

San Pablo aun siendo hombre que sufría y se angustiaba por la situación de las iglesias decía: pero una cosa hago: olvidándome de lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús. (Filipenses 3:13,14).  El espiritual produce obras espirituales, de forma que podríamos calificar de natural y casi automática. Todas las vacilaciones y dudas, nos llevan a un estado peor que el del incrédulo porque, no se puede servir a dos señores. (Lucas 16:13).

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El Espíritu impulsa los pensamientos y las acciones; el cristiano solo ha de dejarse llevar por la acción de Dios Padre, y la presencia de Cristo que dijo en su tiempo: enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. (Mateo28:20).

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Bien pues; divina esperanza. Aguardemos al Señor cada minuto de cada día, y no nos importe lo que puedan pensar otros. Ni juzguemos, ni nos encojamos por que nos juzguen. Tenemos el mejor juez, el mejor testigo, y el mejor fiscal. Eso es la Justicia de Dios, hecha nuestra en Jesucristo.

 

ESPERANZA MELANCÓLICA


Con presteza imparable van pasando
Y atropellan veloces nuestros días,
Y en comparsa macabra desfilando,
Las pasadas tristezas y alegrías.

Todo es falso y banal, todo es basura
De los años su paso consumiendo
Y la sórdida guerra cruel y oscura
Ya la muerte tozuda va venciendo.

¿Qué nos queda de aquellos menesteres?
¿Qué fin tiene la intrépida utopía?
¡Todo queda en tristeza, apuro y llanto!

Tú, celeste promesa, nunca mueres,
Y nos traes la certeza de un gran día,
Al cumplirse tu pacto, puro y santo.

Alegre, alzo mi canto;
Bendigo la promesa del Creador
Y en Él disipo todo mi temor.