Que todos conozcan a Jesucristo

Autor: Rafael Ángel Marañón 

 

 

                   Son noticia todos los días gentes que hacen mercadería de la religión, cosa detestable en cualquier forma de creencia. También en el cristianismo se producen estos abusos y muchos aprovechados sin conciencia, adulan a las gentes para engañarlas y enriquecerse ilícitamente a costa de ellas.

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Es por ello dice La Escritura, unas palabras del apóstol Pablo, que ya en su tiempo detectaba dolorosamente estas actitudes y formas de proceder, de muchos que hacían negocio con la religión y se decían a sí mismos cristianos. ¿Como es posible que esto suceda con algo tan delicado y sublime como es la fe cristiana?

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Dios tiene infinitos recursos, y su poder hace que hasta los más viles procedimientos de evangelización, le sirvan a Él para la difusión del Evangelio Por eso decía aunque amargamente el buen apóstol:... algunos, a la verdad, predican a Cristo por envidia y contienda; pero otros de buena voluntad. (Filipenses 1:15 al 18). La evangelización tiene un componente naturalmente «proselitista»… id y haced discípulos… y otro muy principal, que es hacer conocer a las gentes la realidad de la misericordia de Dios, y presentar a Cristo como redentor y nuestro verdadero amigo, que tiene poder para cambiar nuestras vidas si somos capaces de entregárselas.

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No ponderaremos la responsabilidad de estos abusadores; como todos, ellos tendrán su juicio. No nos ocupemos de ello; solo lo menos posible, y sin caer en la tentación de juzgar. Eso es cosa de Dios; expongamos claramente la verdad de nuestra fe, con entusiasmo y sin arrogancia y… El que tenga oídos para oír, oiga. (Mateo 13:9). Lo dijo Jesús; Él no violentaba la voluntad de nadie. Hacía su oferta de perdón y salvación, y dejaba que cada uno fuera lleno del Espíritu para ir a él. La proclamación del Evangelio es nuestra parte; los resultados son cosa de Dios.

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No despreciemos ni vejemos a los que por no tener la iluminación del Espíritu Santo, no quieren ni pueden aceptar el Evangelio. Por cuanto los designios de la carne son enemistad contra Dios; porque no se sujetan a la ley de Dios, ni tampoco pueden. (Romanos 8:7). Si no hay llamamiento, vocación, iluminación y unción para el que nos oye, todo esfuerzo es vano. Nosotros debemos predicar con todas nuestras fuerzas y capacidades, y lo demás depende solo de Dios.  Solo Él puede y sabe abrir los corazones a la verdad. Para que todo sea para su gloria, y no para agradar a nuestra vanidad.

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Resentirse contra el que no puede, es inmadurez y no comprender lo que significa nuestra misión de heraldos de Jesucristo, ya que… el hombre natural no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para él son locura, y no las puede entender, porque se han de discernir espiritualmente.  (1ª Corintios 2:14). Esa es la ley de la aceptación del Evangelio.

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Con franqueza amigable y humilde, hagamos la obra de Dios con nuestras palabras y con nuestras personas. Lo demás se nos dará en su tiempo y sazón. Cumplamos con lo que nos corresponde y dejemos lo demás en manos de Dios.