Yo también amo a Obama

Autor: Rafael Ángel Marañón 

 

 

Es que si no lo amo, y lo digo, me van a linchar mis amigos y mis correspondientes. Ha surgido la adicción a Obama, como surgió la de Kennedy. En fin… cuando a la gente le da por algo… La cosa económica está por los suelos y como si nada, la confianza de las gentes en sus gobiernos está muy fría, si ya no congelada, y la bravuconería política encanta a las masas.

 

Las gentes votan a determinados mandatarios, porque así creen que hacen algo libremente, aunque en realidad lo hacen por el clima deletéreo provocado, y por la desinformación flagrante que nos envuelve. Reflexión es la misma que un hincha de un equipo de fútbol. Este quiere que gane su equipo aunque sea comprando al arbitro si este se deja o con penaltis injustos. Es que su equipo gane juegue bien o mal.

 

Tenemos todos los ingredientes, para que del caos resultante emerja una figura, sin escrúpulos morales, que ponga orden en esto. Ese orden no puede ser democrático, sino que nos acercará al súper control que Orwel preconizaba y anunciaba para el futuro, que creo que ya es hoy.

 

Los Estados Unidos son fuertes, decía Rubén en uno de sus poemas a Teodoro Rooselvert;  esa misma fuerza mantenía un precario orden en el mundo que, a pesar de las protestas pacifistas, es un mundo de rencores, desconfianzas y odios incontrolados. ¿De que paz están hablando los pacifistas que son los mayores engendradores de guerras?

 

La gente ya no obra por principios morales que las mismas autoridades, en multitud de casos, han dejado de lado para conseguir poder y dominio asegurado para años. La utopía siniestra de Orwell, ya casi es una realidad. Solo el cristianismo a pesar de lo descafeinado que se encuentra, y no despojado de tantas divisiones, y mixtificaciones, resiste aun más que por la voluntad de sus gentes, porque es un programa de Dios, y eso no lo va a cambiar nadie.

 

Obama dice… Obama cree… Obama hará… Obama igualará… Obama cambiará todo… etc.  Obama hará o tendrá que hacer (tanto da), lo que tenga que hacer cuando se encuentre con la situación en sus manos. ¿Cree Obama que Irán cambiará sus designios, porque él sea el presidente USA?  ¿Cree que si saca las tropas de Irak se resuelven los problemas? ¿Algo así como el diálogo con los terroristas?

 

No sé si estas personas que claman bondades son muy inteligentes hasta un punto al que yo no puedo alcanzar, pero hasta ahora, no he recogido ninguna novedad agradable de las promesas que se hacen en los mítines y declaraciones. Solo desencanto y frustración, que por otra parte ya se anunciaba por los pocos que se detenían en reflexionar sobre hechos  y sana información, lo que está sucediendo.

 

Una acomodad y enviciada Europa, reino de la corrupción, y una ONU que acoge a un porcentaje elevadísimo de Estados, que no practican ni la democracia ni el respeto mutuo. ¿Con esos mimbres me hablan del cesto de la «legalidad»? ¿Con arrogantes, ridículos, pero peligrosos estúpidos que está elevados a la más elevada magistratura por los medios más indignos, que ellos llaman legítimos, y por las enfervorizadas masas que creen a pies juntillas las píldoras doradas pero huecas, que se les sirve como placebo para sus males?

 

El Pueblo ¿quién es el pueblo? ¿Los que siguen al que está en la cumbre? ¿Los demás, opositores, no son el Pueblo también? ¿El pueblo son los alborotadores, amenazantes y tumultuosos, mientras los que pacífica y escrupulosamente respetuosos se muestran por millares no son el pueblo? Claro está esos no rompen escaparates ni tiran piedras sobre la policía que, al fin y al cabo no solo son el pueblo, sino trabajadores como todos los que presumen de ello.

 

Ya tenemos a Obama; Dios lo dirija con éxito en su labor. Lo deseo de todo corazón. No obstante tal como Jeremías y los demás profetas, yo no veo en mi horizonte «profético», nada más que desventuras para el mundo. Por ahora regirá el atractivo de la novedad, la expectación del «cambio» que no sabemos, o quizás lo sabemos demasiado, será catastrófico.

 

Espero de corazón equivocarme.

 

Rafael Marañón

 
AMDG