Ecumenismo urgente

Autor: Rafael Ángel Marañón 

 

 

Estimados amigos: Agradezco la confianza que tenéis en mis conocimientos… pero no soy teólogo, ni militante de ningún movimiento que no sea el de la fidelidad a Cristo nuestro Salvador y Señor. Casi estoy ufano por esta valoración con que me distinguís, por lo que me permito haceros unas disquisiciones. El hecho de que dos que están en distintos lados de esta cuestión la planteéis, es la buena señal de que es posible el respeto entre dos concepciones distintas de praxis y teología, y en que de veras buscáis esa concordancia en vuestras ideas. 

Hay un movimiento ecuménico en los corazones cristianos, que casi aparece como una disgregación de la cristiandad. Estos asuntos son muy, pero que muy delicados de exponer y menos por mí que nadie soy. Las distintas denominaciones u observancias se van dando cuenta, aunque muy lentamente, de que la unidad no solo es lo que puede librarnos de la avalancha de la incredulidad y del desastre consiguiente, sino que en realidad los hombres y mujeres de bien, se han percatado de los (aparentes) prejuicios y atavismos de unos y otros. 

En el interior de cada observancia, hay movimientos que responden a una insatisfacción que el mismo Papa ya ha detectado y denunciado en la Iglesia Católica. Él mismo, está haciendo sin cesar una labor de conversión en el interior de la Iglesia; en otras vertientes del cristianismo se encuentra esa misma inquietud. Y es que todos tenemos una tremenda responsabilidad. No es cosa de discusión, por discutir ociosamente para ver quien se sale con la suya. Es cosa muy grave, pues a veces se manejan cosas santísimas; y esto en un cristiano… tiene su trascendencia... mucha trascendencia. 

Se está clamando por la concentración de todos en un solo Cristo, que es proclamado centro de cualquier comunidad tal y como la palabra de Dios prescribe, y es un anhelo que habita en todos los corazones. El escándalo de la separación, lejos de ser algo deseable se está convirtiendo en el peor obstáculo de la evangelización: vuestras condenas y hostilidades, llenan de miedo, de duda, y de odio el corazón de vuestros hermanos. (Ghandi) 

 Ahora (por ejemplo), en la confesión anglicana se está produciendo una separación que es indeseable, por no decir más. Unos creen que la adaptación a las costumbres, y la  evolución del pensamiento religioso, obligan a cambiar lo que el tiempo y la tradición han conservado; otros, por el contrario, se niegan a cambiar. Entre tanto existen, soterradas, muchas opiniones intermedias que desde luego, aunque lo parezca, no son tampoco ejemplarizantes. Así que, todos los que somos perfectos, esto mismo sintamos; y si otra cosa sentís, esto también os lo revelará Dios. Pero en aquello a que hemos llegado, sigamos una misma regla, sintamos una misma cosa. Hermanos, sed imitadores de mí, y mirad a los que así se conducen según el ejemplo que tenéis en nosotros. (Filipenses 3:15,16,17)

Es realmente duro para la mente que trata de contemplar sin prejuicio estos movimientos, concertar la centralidad de Jesucristo con la disgregación del cristianismo en donde reside la verdad de Dios, y en donde las diferencias de las cosas discutibles… o no, han abierto un abismo muy difícil de discernir y digerir por los de afuera. Y esto no solo se dan en la separación de algunas iglesias de La iglesia Católica, sino entre estas mismas confesiones. ¿Tú quién eres, que juzgas al criado ajeno? Para su propio señor está en pie, o cae; pero estará firme, porque poderoso es el Señor para hacerle estar firme. (Romanos 14:4).

 El movimiento ecuménico que preconiza La Escritura, no es llevado  cabo ni por un solo movimiento y si algo surge se condena de inmediato. Parece que otros que también creen en Dios y en su Cristo enviado, no son capaces de aparcar o destruir viejos atavismos históricos, y tratar de salvar la fe mediante convenios (no hablo de concesiones), y lanzar al cristianismo donde se merece estar, que es a la vanguardia de cualquier ideología o creencia. Ser luz, y sal de la tierra. 

Porque es la voz de Dios, que solo procura y realiza, hasta donde permiten los responsables humanos, lo mejor que el hombre lleva dentro de sí; la mayor dinámica de solidaridad y pacífica convivencia en libertad. Es simplemente ser hijos del Creador, que tantos bienes desparrama por la tierra y la humanidad entera. Tú guardarás en completa paz a aquel cuyo pensamiento en ti persevera; porque en ti ha confiado. (Isaías 26:3). 

 Lanzarse a la cara unos y otros, los viejos azares, ya es repetitivo y carece de fundamento. Hay que empezar de nuevo a redefinir lo que es discrepancia de procedimientos, y lo que es básico en todas las comunidades verdaderamente cristianas. Y avanzar a partir de ahí. Yo pues, preso en el Señor, os ruego que andéis como es digno de la vocación con que fuisteis llamados, con toda humildad y mansedumbre, soportándoos con paciencia los unos a los otros en amor,) solícitos en guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz; un cuerpo, y un Espíritu, como fuisteis también llamados en una misma esperanza de vuestra vocación; un Señor, una fe, un bautismo, un Dios y Padre de todos, el cual es sobre todos, y por todos, y en todos. (Efesios 4:1 al 6). Hay que realizarlo sin prisas y sin forzar, pero la unidad deseada por Jesús entre los suyos hay que, por lo menos, buscarla. Si no podemos ser aliados, al menos seamos beligerantes, unidos contra el monstruo de la incredulidad que tanto hace sufrir a hombres y mujeres.

Es comprensible que muchos no quieran ni hablar de esto, porque teman ser fagocitados, pero eso no es lo que el auténtico ecumenismo propugna. Es diálogo, hermandad, (aunque sea separada), y unión y beligerancia común, y deseablemente fortalecida por la unanimidad de esta tal unión ante el corrosivo descreimiento, que está destruyendo moralmente sociedades enteras. …solícitos en guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz; (Efesios 4:3).

Haced pues amigos míos lo que queráis y quedaos si queréis cada uno con vuestra opinión, pero si mis torpes (y tal vez atolondradas palabras) hacen alguna mella en vuestro espíritu, solo digo lo que Pablo dijo en ocasión semejante, aunque desde luego guardando las enormes distancias: Si alguno se cree profeta, o espiritual, reconozca que lo que os escribo son mandamientos del Señor. (1ª Corintios 14:37). 

Es el Señor el que nos demanda la unidad, y la obediencia a ese requerimiento es lo que hay atender, aunque nos cueste tanto anularnos a nosotros mismos, y darle la supremacía debida a Dios y a Su Cristo. A nuestro Cristo. Por lo demás, siempre estoy dispuesto a ser objetado o refutado, por quien sabe más que yo y tiene más Espíritu que yo.