Marta y María

Autor: Rafael Ángel Marañón 

 

 

Cuanto tiempo perdía María la hermana de Lázaro mientras escuchaba a Jesús! Marta su hermana la reprendió y pidió al Señor que la reconviniera él también. Porque según su razonamiento, su hermana se estaba parada escuchando a Jesús mientras que ella se tenía que ocupar de todo en la casa para obsequiar a Jesús.

 

Esto pasa ahora y ha pasado siempre. Hay mucho movimiento y, dicho sea con generosidad, es porque se quiere agasajar al maestro.  Jesús dio a la reconvención, un carácter distinto del que esperaba la industriosa y eficiente Marta, por amor a su amigo y Señor: Pero Marta se preocupaba con muchos quehaceres, y acercándose, dijo: Señor, ¿no te da cuidado que mi hermana me deje servir sola? Dile, pues, que me ayude. Respondiendo Jesús, le dijo: Marta, Marta, afanada y turbada estás con muchas cosas. Pero sólo una cosa es necesaria; y María ha escogido la buena parte, la cual no le será quitada.    (Lucas 10:40, 41, 42).

 

Grandes palabras que nos dicen que, no es tanto lo que hacemos en pro del movimiento y la expansión, como el de escuchar atentamente al Maestro. Escuchemos a Jesús, que sin duda no dejaremos de tener ventajas sin cuento: vosotros también, poniendo toda diligencia por esto mismo, añadid a vuestra fe virtud; a la virtud, conocimiento; al conocimiento, dominio propio; al dominio propio, paciencia; a la paciencia, piedad; a la piedad, afecto fraternal; y al afecto fraternal, amor. Porque si estas cosas están en vosotros, y abundan, no os dejarán estar ociosos ni sin fruto en cuanto al conocimiento de nuestro Señor Jesucristo. (2ª Pedro 1: 5 al 8). Solo la perfecta comunión con el Señor, ya es un grado de cristiano suficiente, que dará su fruto solo con permanecer así en todo momento.

Jesús cuando hablaba d los frutos no hacía tanto hincapié en lo que se pudiera hacer como en permanecer en Él. Claro que los envió para que hicieran discípulos y predicaran el evangelio en todo el mundo, pero el fin principal lo expresó en las siguientes palabras: Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer. (Juan 12:24). En Él todo; separados de Él nada. Todo trajín y toda agitación, no vale para nada sin estar en Él y con Él.

 

No hay nada superior a la entrega seria, ingenua, y jovial del hombre a Dios. En ella queda relevado de todo esfuerzo que ya no es tal, sino gozosa y continua experiencia divina. Todo queda ya en manos del Padre; el creyente se encuentra como un niño que duerme tranquilo, sabiendo que su padre está siempre a su lado y que vela por él.

 

Solamente Cristo padeció en su más cruda realidad, la repulsa del Padre y la maldición que  nosotros correspondían. Todos estábamos bajo la ira de Dios, pero solo en Él la descargó con todo rigor. Imaginemos (si podemos) a aquel hombre justo, bueno, delicado, y con todas las mejores atributos y virtudes; amante del Padre como nadie ha sido ni será, y sin embargo padeció la maldición de Dios, su Padre que le amaba como nunca ser humano podrá imaginar, para que nosotros fuéramos salvos de la separación eterna de Dios: Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados. (Isaías 53:5). Eso es amor y somos unos necios en no valorarlo debidamente, o por lo menos por aproximación, debido a nuestra natural flaqueza humana.

 

Jesús no dijo solo unas bonitas palabras al fin de su vida, sino que exhaló una queja humilde y plena de aceptación, a pesar de parecer ser un velado reproche: Entonces Jesús, clamando a gran voz, dijo: Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu. Y habiendo dicho esto, expiró. (Lucas 23:46).

 

Cristo por sus padecimientos, nos acercó a Dios del que estábamos separados, y su sangre es eficaz mediadora entre Dios y los hombres. Ella rompió el velo que nos separaba del Lugar Santísimo, y nos trajo bendición eterna. Despreciar estos sacrificios, la muerte y padecimientos de tal Redentor equivale a la separación consciente de Dios por una eternidad. No caigamos en semejante torpeza, ni tengamos nada de este mundo por más importante, que este misterio profundo y trascendente.

 

No hay que hacer tantas cábalas sobre los perdidos. Hay que mirar la gloria de Dios de la que seremos participantes, así como ahora somos también participantes de los padecimientos de Cristo: gozaos por cuanto sois participantes de los padecimientos de Cristo, para que también en la revelación de su gloria os gocéis con gran alegría. (1ª Pedro 4:13). Todos los hombres y mujeres de Dios tuvieron por dicha sufrir por Cristo y, desde luego, estamos muy lejos del sentir y el pensar de aquellas bravas y piadosas personas.

 

Nadie desprecie esta oportunidad única, ni tome a chanza los esfuerzos cristianos en pro de la paz y la concordia de los hombres; estos esfuerzos espacialmente van dirigidos a la salvación de aquellos a los que se pueda persuadir de volverse a Cristo, arrepentirse de su perdida vida y pensamientos: Deje el impío su camino, y el hombre inicuo sus pensamientos, y vuélvase a Yahvé, el cual tendrá de él misericordia, y al Dios nuestro, el cual será amplio en perdonar.

 

 

 

El zorro y el hurón

 

Contaba un zorro altanero

A un zorrino, la chiripa,  

De tragarse un pollo entero,

Aunque sufriera su tripa    

 

Y él le dijo: no presumas;  

Para eso no hay medicina   

-. Tiene que «excretar» las plumas.

Quien se traga la gallina.-

 

Así sucede con muchos

En sus vicios y extravíos

Que se quejan ya flacuchos,

Cuando expían sus desvíos.

R.M.B

Iriarte