¿Porqué escribimos?

Autor: Rafael Ángel Marañón 

 

 

Tanto si se escriben libros, artículos, poemas, y tantas otras maneras distintas de emitir ideas, nos podemos preguntar, y creo que deberíamos, cual es el motivo o propósito por lo que escribimos. Improvisando y por encima como de costumbre, podemos ponderar algunos de ellos. 

Por que nos guste

Porque sintamos la necesidad de dar a conocer nuestras formas de ver la realidad

Por que el oficio nuestro es escribir

Porque tratamos de defender ideas o grupos de ideas.

Porque necesitemos un medio de expresión, para liberar a nuestra alma de algunos pesos o algunas perplejidades.

 

La manera cristiana de escribir, no se puede basar en que los demás vean lo mucho que sabemos nosotros y que inteligentes somos. La manera cristiana de escribir, tiene como primordial objeto presentar por escrito ante el mundo, y proclamar una clase de noticia que todos los hombres anhelan conocer y creer; y es la de que el Padre Creador ama a sus criaturas.

 

Esta noticia, de principio, no tiene nada que ver con normas ni reglamentar la vida de los hombres. Es lo que se llama el Evangelio de la libertad; porque solo busca liberar a los hombres de las ataduras  y el miedo que nos sujetan a todos, ricos y pobres, sanos y enfermos, buenos o menos buenos. Ese es el prístino Evangelio: En aquel día pediréis en mi nombre; y no os digo que yo rogaré al Padre por vosotros, pues el Padre mismo os ama, porque vosotros me habéis amado, y habéis creído que yo he salido de Dios. (Juan 16:26,27). Así de simple.

 

Pedir… ¿pedir qué? Pedir todo lo que anhelamos, y que nos beneficie no de forma egoísta, sino que sea bien de toda criatura de Dios. Ya el solo hecho de pedir supone un reconocimiento de alguien superior a todo y a todos, que es el único que con su poder puede dar a nuestra vida motivación y propósito. Lo demás, doctrina y palabra, es fuente de sabiduría, para andar correctamente delante de ese poder tan sublime y poderoso que llamamos Dios.

 

Eso, y no otra cosa, vino a enseñarnos Jesús que, como salido del Padre y participando en nuestra naturaleza humana, conocía bien lo que somos y ha sido toda la estirpe humana desde el principio: y no tenía necesidad de que nadie le diese testimonio del hombre, pues él sabía lo que había en el hombre.  (Juan 2:25).

 

¿Porqué escribimos? decía al principio; porque los que podemos manejar el lenguaje de mejor o peor manera, tenemos la necesidad y la obligación de usar de esas posibilidades para dar a conocer, a quien quiera oír, la majestad del Evangelio, aunque sea solo con torpes palabras y escasa ciencia. El Evangelio, ha de ser proclamado por todos y cada uno de los cristianos de cualquier latitud. Hay que liberar al ser humano, y entrar en la tarea de Dios: Mi Padre hasta ahora trabaja, y yo trabajo. (Juan 5:17). ¿Porqué nosotros no?

 

Escribir para dar a conocer lo inteligentes y sagaces que somos, lo vastos que son nuestros conocimientos, tener un nombre exitoso, es en suma una vanidad. Los talentos, pocos o muchos, hay que emplearlos en lo que de veras vale la pena. En el servicio del que nos los otorgó, para que en su momento demos cuenta de ello. Los resultados los pondrá el que siempre los pone; Dios. El esfuerzo y la lealtad, nos corresponde a nosotros, porque Dios permanece constantemente leal hasta el último momento de nuestras vidas y por toda la eternidad.

 

Sé de amigos con mucha mayor valía que yo, que han estado a punto de dejar de escribir, desalentados por el escaso éxito que perciben. Yo les he animado a seguir, porque siempre hay algo que decir acerca de Dios por el hombre creyente. Acaso ellos escuchen; pero si no escucharen, porque son una casa rebelde, siempre conocerán que hubo profeta entre ellos. (Ezequiel 2:5). Si sabes escribir, y Dios ha puesto en tu corazón escribir sobre su persona y sus misterios, deja lo demás que hasta ahora has hecho, y pon todo tu saber y todas tus recursos al servicio de la sola causa que vale la pena. La causa de Dios y su Cristo.

 

Pasarán los años, desapareceremos y nuestros escritos también. Las gentes seguirán en sus cosas, y los méritos no valdrán ya (no valen ni siquiera ahora, sino para envanecernos), pero lo que hemos escrito y trabajado, los dolores de espaldas, los estudios para no perder el contacto con el Evangelio, la documentación adquirida con trabajos y búsquedas, todo eso (que no tiene el menor valor mundano), lo tiene para que nuestro Señor nos pueda decir: Está bien, buen siervo; por cuanto en lo poco has sido fiel,…  (Lucas 19:17).

 

Un toquecillo bíblico.

Y dijo el Señor: ¿Quién es el mayordomo fiel y prudente al cual su señor pondrá sobre su casa, para que a tiempo les dé su ración? Bienaventurado aquel siervo al cual, cuando su señor venga, le halle haciendo así. En verdad os digo que le pondrá sobre todos sus bienes.

 

Pero si aquel servidor dijere en su corazón: Mi señor tarda en venir; y comenzare a golpear a los criados y a las criadas, y a comer y beber y embriagarse, vendrá el señor de aquel mayordomo en día que éste no espera, y a la hora que no sabe, y le castigará duramente, y le pondrá con los infieles.

 

Aquel siervo que conociendo la voluntad de su señor, no se preparó, ni hizo conforme a su voluntad, recibirá muchos azotes. Mas el que sin conocerla hizo cosas dignas de azotes, será azotado poco; porque a todo aquel a quien se haya dado mucho, mucho se le demandará; y al que mucho se le haya confiado, más se le pedirá. Lucas 12: 42 al 48). 

AMDG