Trifulcas y controversias

Autor: Rafael Ángel Marañón 

 

 

Entre mis muchos defectos, cuento hoy uno que es de derecho revelar Soy un tipo que ora. Sí yo oro. Posiblemente se podría decir que más que orar los que hago es tener mis «trifulcas» con el Señor. Y el Padre me escucha callado unas veces, y otras me recuerda tal o cual frase de La Escritura, o de alguna persona santa, y yo mismo me doy la contestación. Soy muy testarudo y de estos diálogos tan desiguales, siempre salgo perdiendo. Él me gana siempre.

 

Y yo me digo a mí mismo que ¿para que orar? si cuando estoy pidiendo algo ya Él me ha contestado, y hecho ver lo referente al asunto que «tratamos». Y me acuerdo entonces (eso me pasa una cantidad enorme de veces) de una frase como esta: Velad y orad, para que no entréis en tentación; el espíritu a la verdad está dispuesto, pero la carne es débil. (Mateo 26:41). Y como siempre tiene razón, es lo que hago. Otras veces digo que ¿para qué digo nada si Él lo sabe todo mejor que yo?

 

No sigo porque creo que eso les pasa a muchos, y por tanto no digo nada nuevo. Lo que pasa, es que en estos rifirrafes con el Padre se disfruta mucho, y yo no me lo quiero perder. Todo el día, es un diálogo constante con mi Señor y compañero de alegrías y fatiguitas y, sobre todo, de temores que no me canso de exponerle, para que él (me lo figuro), con una sonrisa paternal me diga ¡Pero si de eso hace un ratito que hablamos y lo dejamos solucionado! ¡Ay que torpe eres; ya me ocupo de eso! Bueno, cosas así.

 

Después me constituyo en guardián de Dios, como casi todos los necios, que nos creemos que Dios es impotente para superar todo y seguir con sus propósitos de eternidad. Y miro a mi alrededor, y veo con pena que los hombres no tienen en cuenta a Dios: Y como ellos no aprobaron tener en cuenta a Dios, Dios los entregó a una mente reprobada, para hacer cosas que no convienen; (Romanos 1:28).

 

No hablo de pecadores, que todos somos, sino de gentes que han renegado de Dios, y no lo tienen en cuenta para nada. Como animales mudos, solo piensan en su placer, y en los problemas con que ese placer les retribuye. Se han entregado a su mismo poder y criterio, y así se ha creado un mundo de injusticia de desigualdad, ayuno de perdón y de amor.

 

Y cuando se discute sobre asuntos teológicos, que tienen su trascendencia, pero que de ellos se deben ocupar los que saben de esto, recuerdo la frase bíblica tan oportuna y tan dirigida a la diana del corazón del cristiano: El hijo honra al padre, y el siervo a su señor. Si, pues, soy yo padre, ¿dónde está mi honra? y si soy señor, ¿dónde está mi temor?  (Malaquías 1:6).

 

Un toque Bíblico final.

 

Y como ellos no aprobaron tener en cuenta a Dios, Dios los entregó a una mente reprobada, para hacer cosas que no convienen; estando atestados de toda injusticia, fornicación, perversidad, avaricia, maldad; llenos de envidia, homicidios, contiendas, engaños y malignidades; murmuradores, detractores, aborrecedores de Dios, injuriosos, soberbios, altivos, inventores de males, desobedientes a los padres, necios, desleales, sin afecto natural, implacables, sin misericordia; quienes habiendo entendido el juicio de Dios, que los que practican tales cosas son dignos de muerte, no sólo las hacen, sino que también se complacen con los que las practican. (Romanos 1). Léase en contexto.

 

AMDG