La fe en Cristo

Autor: Rafael Ángel Marañón 

 

 

Como ya viene siendo mi costumbre, abordo el asunto de lo que es y no es el cristianismo para mí. Tarea en verdad poco recompensadora y que me puede acarrear más disgustos que placeres. Todas las versiones de cristianismo proclaman la fe como un pieza fundamental de sus militancia o empatía; dice La Biblia: Pero sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que le hay, y que es galardonador de los que le buscan. (Hebreos 11:6).-Pues claro que no.- dicen todos. .-Claro que hay que tener fe.- Es imprescindible. Podría extenderme en lo que es o no es fe, pero voy a constreñirme a mi espacio. Esto lo tratan mejor otros que yo.

 

La fe reconocida como primordial; esto ya es un claro indicio de que vamos por el buen camino, es decir por el camino de la paz y del respeto debido a quien no piensa como nosotros. No es reconocer que tiene razón en sus desarrollos doctrinales, pero si que es merecedor de respeto, y reconocer su buena fe en el que la tenga. La fe es un don, y la da Dios a quien quiere. Esta afirmación puede suscitar controversia, pero no es lo que busco en este escrito. Eso se sale de mis facultades y mis deseos.

 

La fe en Cristo es la única forma de llegar a un desarrollo espiritual, y a una vida plena de experiencia espiritual; esa fe no consiste solo en una adhesión más o menos formalista o conceptual, sino que ha de hacerse real en la vida del que pretende ser cristiano. No estamos hablando de perfección, que solo está en Cristo y solo Él la da, aunque sí de un esfuerzo deliberado y firme, de poner en marcha todas las potencialidades que nos proporciona esa fe tan proclamada.

 

Esta es la forma de elevarse del estadio de mero simpatizante y moralista, a la muerte del viejo hombre con sus hechos, y renacer a un nuevo hombre en mente espíritu. Domeñadora, y después dominadora del cuerpo y sus tendencias, para rendir un homenaje de obediencia a las suaves indicaciones de Jesús. Solo ese esculpido más o menos rápido de nuestra alma hasta convertirse de tosca piedra en maravillosa obra escultórica.       

 

Ser sincero ante Dios, que es la única forma de adoración válida en su totalidad, es algo muy difícil. Y lo es, porque en nosotros se revuelve el hombre natural, que no entiende las cosas del Espíritu de Dios, porque para él son locura y no las puede entender; estas al ser espirituales, hay que discernirlas espiritualmente, y eso no ocurre hasta que el creyente no se espiritualiza de tal modo, que, acción, intención, y ofrenda, no se hacen una «totalidad férrea» en él.  (1ª Corintios 2:14)

 

Creer en Cristo como autor de nuestra eterna redención, (hebreos 9:12) acompañado de creer «a Cristo» en sus palabras, ejemplo y magisterio, es la perfección que Él desea. En esas condiciones la obra de Dios en nosotros es  el  más imponente prodigio experimentado por persona alguna. Otro tipo de fe, compromiso humano, de pertenencia a un sector social de similares formas de pensar, no es fe operante. Es mejor que nada; o peor, si es además opositora. Si no da frutos espirituales y no transforma su entorno, ni interesa a los de alrededor, entonces falla en algo.

 

La fe ha de poner en orden (en el orden de Dios) las acciones, para que elevadas hasta la condición a que aspira el cristiano, produzcan obras fructíferas que derroten, en cada persona que la posee, la tremenda presión del enemigo. Porque no tenemos lucha contra sangre y contra carne sino con huestes espirituales de este mundo corrupto, (Efesios 6:12) a las que solo la fe cierta y operante puede vencer. No es nada meritorio vivir al socaire de una religiosidad espuria, y dejar que triunfe la mentira contra Dios y su Creación. Eso no es cristianismo Eso es aire inflado, y apariencia vana en la fe cristiana verdadera.

 

AMDG